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3. Familia y escuela: Constructoras de libertad
Sabemos que familia y escuela son básicas para educar buenos ciudadanos. ¿No os parece que estamos en un tiempo estupendo, para reconocer lo crucial de una participación activa de los padres en la escuela? Además de remarcar la importancia del ideario de cada centro, sea público o privado, como sello de calidad y transparencia. Así, en real sintonía, se pueden realizar proyectos comunes, esfuerzos compartidos, estrategias eficaces para el desarrollo integral de niños y jóvenes. Como dice un buen amigo, los padres mejoramos con los hijos.
En lo que respecta a Educación para la Ciudadanía, algunos padres delegarán tranquilos pues el libro de texto que han conseguido en su colegio es muy «adecuado». Otros, tal vez estén aún más tranquilos, pues quizás el mismo colegio ha coordinado la programación de esta materia de tal forma que la puedan impartir algunos padres y madres de familia de ese mismo colegio, capacitados para ello. Pero, desgraciadamente, eso no va a ser lo habitual.
Es por ello, que ahora parece que entendemos, aún mejor, y es de agradecer, la postura de muchos padres que ceden pero no conceden, aunque se les asegure para sus hijos una Educación para la Ciudadanía filtrada en sus contenidos más ideológicos. Es claro que no buscaríamos la verdadera libertad si no defendiésemos también la de los demás. Padres y profesores también podremos ser en esto buen ejemplo de ciudadanía. Cada uno verá si la objeción de conciencia puede ser el mejor medio para defender unas convicciones morales propias, que no sean obligadas ni limitadas por nadie.
Una postura sensata y constructiva sería reconocer y afianzar, al menos, dos puntos de encuentro entre las diversas tendencias político-educativas, para acercar posturas enfrentadas. ¿A ver qué os parecen? Estos puntos son: La tutoría y los contenidos de actitudes valores y normas que ya se trabajan en los centros educativos.
Está comprobado que la tutoría es un medio estupendo para la mejora personal de niños y jóvenes. Tiene mucho que ver con lo académico y con las virtudes y valores que se pueden transmitir en los centros educativos, por delegación de los padres. Es de gran eficacia para educar buenos ciudadanos.
El otro tema en común es que en los centros educativos, públicos y privados, ya se estructuran y proponen objetivos curriculares de formación en actitudes, valores y normas. Se trabajan de manera transversal y también en temas concretos desarrollados en las diferentes asignaturas. Además, los conceptos más destacados se comentan en asambleas de curso, en reuniones con padres de alumnos y se siguen, individualmente, en las tutorías.
Considero que en los procedimientos-actividades para trabajar estos riquísimos contenidos —habilidades sociales, inteligencia emocional, afectividad, principios de solidaridad, democracia e igualdad, civismo, cuidado de la naturaleza, educación vial y de consumo, etc., etc.- hemos de avanzar muchísimo todavía.
Por supuesto, tener más medios humanos, materiales y de tiempo para la atención personalizada a los alumnos, facilitaría en gran manera el salto de calidad que se necesita.
Esta readaptación en ejes transversales de contenidos, podría ayudar a centrar el tema de la educación en valores, tanto a la administración educativa, como a los centros, a los padres y a los profesores y alumnos. Tendríamos en las manos un ilusionante objetivo común, que seguro estimularía a unir fuerzas y evitaría contenidos impropios para nadie.
Esos conceptos y sus procedimientos-actividades, serán más o menos adoctrinadores según el ideario del centro escolar y del profesor en concreto. Pero, no por ello dejan de colisionar con el derecho prioritario de los padres a la formación moral de sus hijos.
Por eso, quiero decir que en Educación para la Ciudadanía urge reclamar unos contenidos diferentes, que se ciñan a la Constitución y a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero que no entren en valoraciones morales.
Sea como sea, evitemos prejuicios. No es un enfrentamiento entre Religión y Ética civil. Es, ante todo, querer posicionarse a favor de la libertad de pensamiento, defenderse ante la invasión de unos derechos fundamentales protegidos expresamente en nuestra Carta Magna.
Incluso aunque fuera opcional, esta Educación para la Ciudadanía pone todo el peso y la preferencia del poder a favor de una concreta opción moral y antropológica. Si la aceptasen así los gobernantes y los poderes públicos en general, quienesquiera que fueran en cada momento histórico, renunciarían a su misión de garantizadores de la libertad ideológica de todos los ciudadanos. Y los padres y madres de familia cederíamos en nuestro derecho-obligación de ser parte principalísima en la educación de nuestros hijos.
Como es seguro que esto último no ocurrirá e imperará la sensatez, las aguas podrán volver a su cauce. Así, dedicaremos todos más energías para educar buenos ciudadanos, ayudando y dejándonos ayudar.
Del director
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