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Defender la vida, orar por la paz

El encuentro de oración por la paz que tuvo lugar este sábado junto a la Basílica de San Prudencio en Armentia (Vitoria), ha sido la forma elegida por la Iglesia, conforme a su propia naturaleza y misión, para expresar públicamente su condena del terrorismo etarra, y para alumbrar desde su experiencia de humanidad, nuevos caminos para la paz.

Ciertamente, son incontables las ocasiones en que la Iglesia ha levantado su voz para condenar esta lacra. Recientemente, el Arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal, Cardenal Rouco Varela, ha manifestado en sendas intervenciones que "el terrorismo es intrínsecamente perverso" y que "no admite cobertura ideológica alguna". También los obispos del País Vasco y de Navarra han alzado su voz sin sombra ni resquicio de ambigüedad.

A lo largo de los últimos años, pero con mayor intensidad en los últimos meses, los obispos han afinado e intensificado unos mensajes cuya sustancia permanece invariable en su condena radical del terrorismo, de sus cómplices y de quienes lo justifican y amparan. Las intervenciones más recientes han puesto en el centro la urgencia del servicio a las víctimas, la batalla de la educación de los jóvenes en el País Vasco (que puso lúcidamente de manifiesto Monseñor Uriarte en un artículo de prensa del pasado verano) y el análisis de las raíces ético-culturales del terrorismo, que para los obispos tiene que ver con la pérdida radical del humus cristiano de algunos sectores de la sociedad vasca, que han abandonado su tradición para abrazar el mito totalitario de la ideología etarra. Por eso entre las urgencias del momento, la Iglesia siente como propia la de reconstruir el tejido humano de convivencia que se alimenta de la experiencia cristiana.

Por último, los obispos han querido animar a las comunidades cristianas a la oración constante por la paz, convencidos de que la paz requiere una ayuda especial de Dios, pues el veneno de esa ideología ha arraigado profundamente en no pocos corazones.

Es bueno que todo esto se exprese de un modo visible, a través de un gran signo que todos puedan reconocer: el encuentro de este Sábado en Vitoria ofrece esa oportunidad, sobre todo en un momento en el que algunos dejan caer, con mal disimulada malicia, que es necesario "persuadir a la Iglesia para que se comprometa contra ETA". La Iglesia tiene muy clara su responsabilidad y su misión, como tiene claras sus propias deficiencias, que ha reconocido con una libertad y humildad que para sí quisieran muchos otros. Bien está reclamar (y aun exigir) su contribución activa, pero sería políticamente torpe, estratégicamente miope, y moralmente deplorable, empujarla hacia donde ni puede ni debe ir.