» Baúl de autor » José Luis Restán
Una civilización en quiebra
La cuesta abajo, emprendida por los legisladores holandeses hace ya bastantes años, ha llegado a la estación término de la legalización de la eutanasia (por supuesto, ¡en determinadas condiciones!). Ya el 19 de Junio de 1999, un editorial del diario izquierdista Volkskrant, levantaba de este modo la voz de alarma:
?El futuro se presenta alarmante; un país rico, que sin embargo no quiere dedicar más presupuesto al cuidado de los ancianos más vulnerables; ciudadanos que consideran indigna la demencia y prefieren hacer desaparecer a los ancianos cuya situación va deteriorándose; y ancianos que no quieren molestar y van a firmar en masa peticiones de que les apliquen la eutanasia; un país, en resumen, que se sacude de encima todo lo enfermo, lo feo, o lo que resulta menos llevadero?. Hasta aquí la advertencia del Volkskrant, que no es precisamente portavoz de la Conferencia Episcopal de los Países Bajos.
Pero la dura realidad de la eutanasia está presente en Holanda desde 1993, cuando el Parlamento consagró un principio de tolerancia que ha permitido reconocer oficialmente 3.600 muertes por este motivo el año pasado, y no son pocos los que sospechan que esta cifra se queda corta. De nada han servido reflexiones como las del citado rotativo, ni el rechazo de la Iglesia Católica y de la mayor parte de las Comunidades reformadas. El Gobierno ha sacado adelante su proyecto con una cómoda mayoría parlamentaria y, según las encuestas, con un importante respaldo social que se cifra en el 90 por ciento de la población.
Este es el punto más dramático de la noticia. Que previamente a la aprobación de esta ley, se han ido disolviendo en la conciencia común de la sociedad los fundamentos que hacen inviolable e indisponible cada vida humana. La voz que resuena en el interior de todo ser humano en favor de la vida empieza a convertirse en un eco cada vez más apagado y lejano cuando se dan determinadas circunstancias de sufrimiento, malestar o incomodidad. No me parece exagerado decir que estamos ante una verdadera quiebra de civilización.
Cada vida humana encierra un misterio último que la hace infinitamente preciosa, sean cuales fueren las condiciones que atraviese; un misterio último que debería actuar como dique frente a la pretensión dominadora de cualquier clase de poder. Pero la famosa herencia espiritual (tan vaporosa en el texto de la Carta Europea de Derechos Fundamentales) fundada en el valor sagrado, único e irrepetible de cada persona humana, que ha sido la pieza clave del genio europeo, cuenta cada vez menos en la mentalidad de nuestras sociedades.
El filósofo A. MacIntyre lo había predicho ya: ?será necesario construir nuevas formas de comunidad dentro de las que la vida moral pueda ser sostenida... en una época de incipiente barbarie y oscuridad?. Creo que un momento de terrible confusión como éste señala la urgente tarea de una reconstrucción del tejido cultural y moral de la sociedad europea. Las fuerzas más vivas y conscientes del pensamiento, las Iglesias y comunidades religiosas, y los movimientos sociales, no deberían permanecer pasivos frente a este desvarío.
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