¿Existe una bioética católica?
Introducción
A primera vista el término bioética católica puede parecer una contradicción en sí mismo. ¿Cómo puede la bioética, siendo una disciplina que generalmente en la práctica es secular, denominarse católica —término que denota un contexto religioso? ¿Existe acaso la química católica o las matemáticas católicas? Muchos no aceptarían estos términos compuestos dado que tanto la química como las matemáticas tienen sus propios objetos de estudio y estos son independientes de cualquier fe religiosa. ¿Y qué tal sociología católica? ¿Sería aceptable? Creo que sobre esta última podríamos argumentar un poco. Si bien es cierto que la sociología tiene su propio objeto de estudio y sus principios, también tiene que ver con personas y comunidades humanas que poseen valores muy particulares originados en la fe y que pertenecen de igual manera al tema de estudio. Estos valores y principios tienen que ver particularmente con la naturaleza de la persona, su dignidad y su valor trascendente. Tomar esto en consideración influiría y modificaría por los menos algunos de los principios seculares que la sociología como tal aplica. De manera similar se puede considerar a la bioética católica como una bioética con los principios que le son propios pero modificada a la luz de la fe católica.
La bioética, como una disciplina intelectual particular, una subdisciplina de la ética, se ocupa de guiar las decisiones morales en un contexto médico y de ofrecer principios mediante los cuales se puedan resolver los conflictos que surgen en el proceso de toma de decisiones. Asume los valores provenientes de otras fuentes para fundamentar dichas decisiones. La bioética católica, por su parte, acepta sus valores de la fe católica vía reflexión teológica y enseñanzas de la Iglesia.
Dios y la Persona Humana
La visión cristiana de Dios y de la persona humana es de una importancia fundamental. Dios, el creador y el sustento de todo lo que existe, es personal en cuanto que no es una simple fuerza (como en los populares programas de ciencia ficción Star Wars) sino que es Aquél de quien se puede decir que no sólo conoce y ama sino que es la verdad y el amor, y no en sentido figurado. Él se entrega totalmente; la creación y Jesús son manifestaciones de esa verdad. Dios no sólo existe sino que es la existencia. La fe cristiana sostiene que este Dios libremente creó el universo y todo lo contenido en él, incluyendo la raza humana, pináculo de la creación visible. Esta fe proclama también que Dios nos delegó dominio sobre el mundo (Génesis 2:16-17).
La verdad elemental sobre la raza humana es que la persona humana «... es la única criatura sobre la tierra que Dios quiso por si misma...» (Gaudium et Spes n.24); es decir, que el hombre es un fin en sí mismo y no está subordinado a ninguna otra criatura. La persona humana tiene una dignidad intrínseca porque fue creada a la imagen de Dios (Génesis 1:27), redimida por Jesús y llamada a compartir la vida misma de Dios en una eterna e irrevocable unión de indescriptible gozo.
Cristo y la Autoridad de las Enseñanzas de la Iglesia
La fe católica afirma, asimismo, que Cristo Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, caminó entre nosotros para enseñar, a través de la palabra y el ejemplo, lo que significa ser una persona humana; Jesús reveló «... el hombre al propio hombre y le descubre su altísima vocación» (Gaudium et Spes n.22). Con la aceptación amorosa de su muerte en la cruz, Jesús ejemplificó lo que había enseñado; amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo no sólo como a otro yo sino amarlo de la manera en que Él nos amó a nosotros (San Juan 15:12).
Jesús, mientras estuvo entre nosotros, invitó a un grupo de hombres, los doce y otros discípulos, a seguirlo en una amistad más cercana. A ellos les dio instrucciones y explicaciones. Luego los mandó a predicar la Buena Nueva al mundo entero (San Mateo 28:19-20). Esto fue el principio de la Iglesia que, guiada por el Espíritu Santo como Jesús lo prometió, se ha ido desarrollando gradualmente hasta lo que es la Iglesia Católica como se conoce en la actualidad. La guía visible de la Iglesia está investida en el Papa como el sucesor de Pedro —la piedra designada y el líder de los apóstoles—, y en los obispos, unidos con el Papa, como sucesores de los apóstoles. La autoridad del Papa en la enseñanza es especialmente importante cuando él se dirige a la Iglesia universal. Sus enseñanzas en asuntos de fe y moral, cuando son promulgadas a la Iglesia universal como verdad revelada con la intención de unir en la fe a los miembros de la Iglesia, es considerada como infalible (Canon 749). Esto no sucede frecuentemente. Pero aun sin declaraciones formales las enseñanzas del Papa, en diferentes grados, son consideradas como conclusivas, aunque parte de ella puede ser sujeta a revisión (Canon 752, 754).
La Iluminación por la Fe
Es sobre este cimiento de fe que la bioética católica se estructura. Combina, por lo tanto, la razón y la fe; es la razón iluminada por la fe aplicada en asuntos de ética en el campo de la práctica médica y de la investigación. Utiliza todos los recursos disponibles a la razón pero los aplica bajo la dirección de la luz de la fe. Estos recursos incluyen lo que se denomina «la ley natural», que es simplemente la «... participación de la ley eterna en la criatura racional...» (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae I-II, q. 93, a.1). En esta conexión resultan de gran relevancia para la enseñanza y práctica de la bioética católica dos recientes publicaciones del Magisterio. Estas son: 1) El Catecismo de la Iglesia Católica promulgado por la Constitución Apostólica del Papa Juan Pablo II, Fidei depositum (1992); y 2) su encíclica Veritatis Splendor (El Esplendor de la Verdad, 1993). El primero contiene en un volumen las enseñanzas esenciales de la Iglesia católica en el área de la fe y la moral así como sus raíces bíblicas, patrísticas y magisteriales. Se incluyen, aunque no todos, numerosos tópicos de interés para la bioética católica. El Esplendor de la Verdad trata de los principios fundamentales para el razonamiento moral en el contexto de la fe. Estos dos trabajos deben ser estudiados uno a la luz del otro; son como un par simbiótico.
En situaciones particulares donde pudiera haber confusión dentro de la Iglesia respecto a lo que es correcto, ésta puede hacer declaraciones específicas sobre el tema. Por ejemplo, la bioética católica reconoce que cada ser humano tiene una valía y una dignidad intrínsecas, lo cual significa, por ejemplo, que a ninguna persona inocente se le debe quitar la vida o ser tratada como un simple medio para beneficio de alguien más. Para sustentar esta postura recurrirá a diferentes enseñanzas del Magisterio de la Iglesia (ver, por ejemplo, la Declaración sobre Aborto Provocado, 1974; Declaración sobre la Eutanasia, 1980).
En el área de la sexualidad humana, la bioética católica puede recurrir a varios documentos para ofrecer una orientación autorizada. Entre ellos están dos documentos clave referentes al matrimonio, al acto conyugal, y a los medios para limitar el número de hijos que la pareja desea tener (Humanae Vitae, 1968). Con el desarrollo de la fertilización in vitro (FIV) surge posteriormente un documento que trata el tema de la infertilidad, reflexiona sobre el valor intrínseco de la vida humana en sus etapas más tempranas y sobre la evaluación moral de algunos medios tecnológicos para lograr la concepción de nueva vida humana cuando los medios naturales son insuficientes (Donum Vitae, 1987). Cuando el Magisterio no ha desarrollado aun un abordaje moral específico sobre determinado asunto, la bioética católica, a la luz de otras enseñanzas relevantes, puede proceder a reflexionar en estos nuevas situaciones, por ejemplo la utilización del procedimiento para la reproducción humana denominado GIFT por sus siglas en inglés (Transferencia Intrafalopiana de Gametos) para superar algunos tipos de infertilidad. Este proceso puede llevar, y de hecho sucede ocasionalmente, a conclusiones de bioeticistas católicos que difieren entre sí pero que no obstante esto se mantienen dentro de las enseñanzas promulgadas por la Iglesia.
En el otro extremo de la vida humana, en lo que se refiere al envejecimiento, la muerte, el dolor y el sufrimiento, la fe proporciona una perspectiva más amplia sobre estas experiencias, así como una comprensión más profunda respecto al valor de la vida humana (Richard A. McCormick, «Theology and Bioethics», Hastings Center Report, March/April 1989, 8). El sufrimiento y el dolor se entienden como poseedores de un valor redentor cuando se contemplan a la luz del sufrimiento y muerte en la cruz de Jesús mismo. Las lágrimas no serán en vano. La muerte no es la terminación absoluta y final de la existencia; es una transición hacia la vida eterna que Jesús consiguió para nosotros con su victoria redentora. Aunque la vida debe ser respetada, protegida y honrada, existen valores más grandes que la vida en esta tierra. Estos son valores trascendentes que están arraigados en la fe católica misma. Esta percepción es de ayuda al momento de evaluar el nivel de obligación de mantener la vida cuando la intervención médica ya no es de ningún beneficio para la persona.
Por la Iluminación de la Razón
La bioética católica difiere de la ética secular en que aplica principios teológicos además de los principios que la razón aporta y que comparte con la ética secular. Estos principios teológicos son revelados a través de las enseñanzas de la Iglesia Católica. Podemos hacer una analogía burda con la luz. La luz visible nos da cierta información acerca de un determinado objeto del cual se refleja, por ejemplo, su color, su tamaño, su posición, sy forma, su textura. Sin embargo si ese mismo objeto, digamos el cuerpo humano, es visto a través de rayos X, se revelará claramente la estructura esquelética. Con equipo más sofisticado se puede revelar el tejido humano y tumores, así como una imagen en tercera dimensión de estructuras más internas que no podrían sernos reveladas, a menos, claro, que el cuerpo fuera abierto. Los principios teológicos que nos revelan la naturaleza de Dios, del hombre y su destino final en Dios, nos dan esa «tercera dimensión» en bioética a través de la cual podemos captar mejor y más profundamente lo que es bueno y lo que es malo para el hombre y la comunidad humana.
Por alrededor de setecientos años, la tradición Aristotélico-Tomista ha sido una herramienta poderosa para el filósofo y para el teólogo católicos. Particularmente, el análisis de un acto moral en términos de sus tres componentes, es decir, la intención del agente, el objeto formal de la acción, y las circunstancias, nos da una poderosa profundización así como los medios de evaluar la calidad moral de dicho acto humano. Esta tradición permite un análisis más exhaustivo y completo de las acciones morales que el que aportan otros sistemas como el de Kant, las tradiciones utilitaristas o la ética situacional.
La bioética católica utiliza todas las herramientas que se han logrado gracias a la experiencia acumulada y al refinamiento de otras disciplinas científicas que la razón ha proporcionado. A esto se suma que trabaja bajo la luz de la fe católica. La bioética católica tiene, en los diferentes documentos magisteriales sobre asuntos morales, un conjunto de principios sólidos a través de los cuales puede orientar las decisiones médico-morales, cuidando que los fieles no sean confundidos en la que es un área muy compleja de la actividad humana.
Febrero 1994, Vol. 19, No. 2.
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