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La verdad y las ciencias
La tensión conflictiva entre los diversos sectores del saber tiene un valor positivo y constructivo. Una verdad imparcial e incompleta gracias a esos conflictos y tensiones entre los sectores de lo verdadero nos inmunizan contra toda falsa absolutización.
La historia ofrece una gran cantidad de ejemplos que ilustran la interdependencia de los diversos sectores. El descubrimiento de Galileo provocó no solamente un nuevo giro en la física y en la astronomía, sino que puso en crisis muchas ideas filosóficas sobre el lugar del hombre en el cosmos, llegando incluso a derribar diversas interpretaciones bíblicas. Un descubrimiento físico puede revolucionar la imagen del mundo y del hombre; en consecuencia, puede obligar a una reformulación de los demás sectores del saber.
Al transformar el mundo, surgen otros problemas que requieren no solamente nuevas soluciones científicas sino también otras respuestas filosóficas y religiosas. ¡Cuántos problemas éticos, filosóficos y religiosos han surgido como consecuencia de la revolución industrial! También es sabido hasta que punto las ideas filosóficas y religiosas pueden favorecer o frenar el desarrollo de las ciencias y la transformación del mundo material y social, como sucede actualmente en algunos países de Oriente. Las perspectivas ingenuas, tantas veces formuladas, de una verdad única que lo explicaba todo, desaparecieron y van mostrando qué equivocadas estaban esas absolutizaciones. Los ateísmos y las herejías han contribuido mucho a purificar la vida religiosa, así como los conflictos con las ciencias positivas han permitido un notable progreso en la teología y en la intepretación de la Biblia. El contraste entre las diversas filosofías resulta fecundo para neutralizar la unilateralidad de cada una.
El camino hacia la verdad se ve continuamente amenazado por algunas actitudes que no respetan la situación concreta y real de la verdad. Y me refiero a la tendencia a crear ideologías. En general, la ideología indica la tendencia a formular ciertas verdades o sistemas sociales, políticos, económicos, etc, pero no dentro de una sumisión sincera a la realidad objetivamente buscada y reconocida, sino más bien, en cierta medida, determinada en función de intereses personales o de grupo. La característica principal de una ideología consiste en el hecho de que considera como absoluto aquello que es un acto parcial de la realidad, que procura mimetizar mediante la lógica de una teoría, sus múltiples intereses y su tendencia al poder. Marx ha contribuido notablemente a identificar la tendencia ideológica del hombre. Los sistemas jurídicos, políticos, sociales, filosóficos y religiosos están determinados por la base económica y social. Una clase que tiene en sus manos el poder, formula consciente o inconscientemente, una teoría jurídica que sirve a sus intereses. Los grupos de poder procuran perpetuar su posición creando una doctrina política, social y filosófica que ponga de relieve su carácter absoluto y trascendente.
La aparición de las ideologías parecería que tiene que relacionarse por una parte con la postura de debilidad frente a la naturaleza y frente a los demás, y por otra, con el sentimiento de sumisión absoluta que todo hombre debe a la verdad.
La tendencia de fortalecerse ante los demás impulsa al hombre a buscar una protección para su propia postura, que es relativa y atacable. Un partido comunista en el poder intenta siempre ser la encarnación concreta de una línea necesaria del desarrollo histórico. Por lo tanto, es inútil e insensato oponerse a él según su propia lógica. El partido entonces, tiene todo el derecho a eliminar la resistencia y toda disensión porque son objetivamente irreconciliables con la línea de la historia.
Todo hombre piensa a partir de una determinada época y de una determinada cultura. Y toda época tiene su ideología. El hombre las asimila como la leche materna. Influyen en la búsqueda de la verdad e impiden verla con objetividad. Por eso, el progreso en la verdad es una lucha contra los prejuicios y contra la ideología.
El cientificismo es también la ideología más difundida. Todas las ideologías recurren a la protección científica: el materialismo científico, el humanismo científico, etc. Porque lo que es científico exige incondicionalmente la sumisión de la inteligencia y de la vida. En nombre de la ciencia, se niega la libertad, la espiritualidad, la inmortalidad, la existencia de Dios. En realidad, es en esta instancia cuando estamos frente a la atrofia del hombre mismo.
La limitación de la verdad humana y su multiplicidad, exigen para crecer el diálogo y la colaboración. La verdad total y exhaustiva no es un privilegio de ninguno de los campos, anda esparcida en medio de numerosas ciencias, con competencias específicas. Cada hombre tiene su experiencia particular e inconfundible de la realidad y puede, por tanto, aunque a veces en una medida muy reducida, ofrecer un pensamiento interesante o una contribución útil al progreso de la verdad.
Los científicos viven de una cantidad de conocimientos aceptados en la fe de que otros lo han aceptado con métodos objetivos y verificables. Ninguno podría hacer mucho si tuviera que ir a buscar personalmente la comprobación de todo. Muchas filosofías están como esclerotizadas por haberse cerrado al diálogo con otras formas filosóficas. El positivismo, el materialismo, el idealismo, el marxismo, el existencialismo; cada una de ellas tiene un aporte que ofrecer en la exploración de las líneas fundamentales de la existencia. Una actitud contraria a la verdad es pensar que se tiene por sí solo toda la verdad. Al obrar así, se excluye y rechaza todo lo nuevo y se lo presenta como falso o sospechoso. Y esto lleva a la intolerancia con los demás.
Toda cerrazón que rechaza todas las demás corrientes sin el esfuerzo de distinguir lo válido de lo inaceptable, siempre es una actitud negativa. La secularización del estado, las exigencias de libertad, las instancias sociales tan injustas...si todo esto hubiera sido reconocido oportunamente y hubiera sido acogido positivamente por los creyentes, no habría causado la separación entre la fe y la vida. El diálogo y la comprensión ayudan al hombre a soportar mejor el dolor de la limitación humana que se manifiesta de un modo especial en el conocimiento filosófico y religioso. La búsqueda en común del sentido del hombre y de la vida, las aportaciones convergentes de reflexión, podrían atenuar la crudeza de muchos problemas angustiosos y hacer progresar el pensamiento hacia una verdad más profunda y esperanzada.
Del director
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