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Iglesia en España y márquetin
Las estadísticas —de organismos oficiales o de entidades privadas lucrativas o altruistas— detallan cómo los españoles se definen católicos en un porcentaje que ronda el noventa por ciento de la población, al mismo tiempo que suspenden su valoración de la Iglesia como institución. Una calificación sorprendente porque, aunque casi la mitad de los católicos no frecuenta las iglesias más que en los sacramentos (¿lo que no es poco!), otro cuarto participa con cierta regularidad en los Sacramentos y las fiestas de Navidad y Semana Santa o las populares (como el Carmen, las marianas o el Santo Patrón) y el resto son practicantes de fidelidad semanal a la Santa Misa, la inmensa mayoría de los españoles es católica. Grosso modo, más de diez millones de ciudadanos son de Misa semanal, otros diez millones asisten a las principales fechas del calendario litúrgico y otros quince millones son católicos pasivos (mas católicos), superando los treinta y cinco millones de cristianos españoles.
Y, sin embargo, a pesar de estos números y de que ningún partido político o asociación moviliza diez millones de personas cada semana, las cifras son tozudas y el número de creyentes no se corresponde con la baja valoración de la Iglesia en cada encuesta. Explicaciones a su desfavorable visión pueden ser, entre otras, que los católicos no votan con demasiada decisión a favor de la Iglesia mientras que la minoría no creyente critica con la máxima negatividad su labor; que los encuestados identifican la Iglesia con el clero; que no coincida lo que se cree con lo que se vive; que se valore la Iglesia con criterios interesados o subjetivos que dejan de lado lo empírico; o que no se ame lo que no se conoce, y del desconocimiento de la Iglesia combinado con el ataque permanente de los poderes sociales y políticos surja la incapacidad de estimar la bondad de su labor social.
La Iglesia ofrece flancos débiles y criticables en la Historia; pero no es sabio ni justo negar lo positivo que la Iglesia ha dado —y continúa dando— a la sociedad española. Ninguna otra organización ha aportado —y aporta— mayor ayuda y cooperación social en la historia y el presente de España. ¿Dónde han nacido conquistas como las pensiones, las vacaciones, los sindicatos, los montes de piedad, las cajas de ahorro, las prestaciones por enfermedad y de invalidez laboral o las asociaciones ciudadanas? ¿Cómo callar que la Iglesia es la primera ONG de la Historia y su trabajo en España y el mundo (basta recordar Cáritas, Manos Unidas, Proyecto Hombre o tantas otras entidades) ocupa aún hoy el honroso título de benefactora de la humanidad? ¿Por qué negar su compromiso con los retrasados mentales, los enfermos del Sida, los ancianos, los huérfanos, los presos, los inmigrantes, los drogadictos, los sin techo, los pobres y desamparados de la tierra? ¿Cómo menospreciar su aportación humanista en la intelectualidad, el arte o la ciencia, en el pasado y en el presente? ¿Cómo consentir que se robe la condición de católicos de Galileo, Da Vinci, Heisenberg, Planck, Gaudí, Beethoven, Mozart, Chopin, Shakespeare, Wilde, Cervantes, Quevedo, Goya, Menéndez Pelayo, Unamuno, Descartes, Pascal, Balmes, etc por citar unos cuantos sabios egregios de la Historia a los que las modas y la nesciencia les enfrenta con la Iglesia católica que amaron y en la que entregaron el alma al Creador? ¿Cómo desconocer los motivos, fundamentos y valores humanistas y humanitarios de la Iglesia en España que recibieron forma jurídica, entre otros artículos, en los principios de cooperación y libertad religiosa del artículo dieciséis de nuestra Carta Magna? Es preocupante que las encuestas indiquen el bajo prestigio de la Iglesia en España, pero más aún que con la mayoría absoluta poblacional escaseen medios y líderes civiles y eclesiásticos capaces de salvaguardar, en lid con los poderes del mundo, los principios humanitarios y humanistas del Cristianismo. España es el único pueblo occidental donde a la Iglesia le falta márquetin, publicar, defender y difundir en los medios de comunicación, intelectuales, académicos y políticos su compromiso en aras del bien común y la justicia social.
A pesar de las encuestas, y sin ocultar los defectos que como toda institución alberga, para ser plenamente útil en la paganizada sociedad española la Iglesia ha de promocionar el mensaje cristiano para contribuir con plena eficacia al progreso democrático, social y cultural de España en el tercer milenio. En España la Iglesia necesita márquetin para guiar al pueblo desde lo terrenal a lo espiritual.
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