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¿Vale la pena leer contenidos católicos?

Una de las elecciones más importante de todo escritor es la de su auditorio. Todo el que ha pasado por las aulas de una facultad de comunicación o periodismo lo sabe: o se apunta bien al blanco o se corre el riesgo de que las flechas se acaben sin haber rozado siquiera la diana.

Sin entrar en la moralidad o hacer un juicio crítico sobre el tratamiento objetivo de la información o contenidos, constatamos que auditorios los hay de tantos tipos como publicaciones se pueden ver en el kiosco o puesto de revistas. Pero de entre la multitud de clasificaciones que se podrían enunciar hay una que sobresale no sólo por el número de seres humanos a los que comprende sino por las implicaciones que conlleva ser parte de la categoría: la católica.

Para el escritor católico su misión no puede ir desligada de sus convicciones. Es verdad que ser escritor católico no significa necesariamente que todo aquello que escriba diga relación inmediata con apologética, teología, patrística o mariología, pero tampoco vamos a negar que la fe le moverá a dar un tratamiento apegado a la verdad del hombre, del mundo y de Dios, en todo aquello que redacte. Ciertamente también los hay que buscan hacer más asequible, sin detrimento de la ortodoxia, la comprensión popular de temas complejos en materia de fe, lo que no deja de agradecerse.

Sin embargo, en los tiempos que corren, muchos católicos pueden preguntarse: ¿vale la pena leer contenidos de este tipo?

Un peligro latente en la vida de todo creyente es la pérdida de identidad. En la prensa católica, dígase radio, televisión, diarios y revistas impresas o digitales, el creyente católico encuentra una comunidad donde se respira lo que debe vivir, donde se fortalece su auto-identificación como hombre de fe y donde recibe estímulos para defender sus convicciones. Una plaga hoy ampliamente extendida es designarse católico pero, en la práctica, estar alejado de todo aquello que le haga ser lo que debería ser —o lo que cree ser—. Ciertamente la prensa no sustituye la asistencia a los recintos sacros y mucho menos los Sacramentos pero sí es un medio valiosísimo de catequesis complementaria que no se puede minusvalorar. Tampoco es que por leer este tipo de materiales la vivencia de tal o cual mandamiento se vaya a dar por consecuencia lógica pero no negaremos que, como medios, ayudarán a ir poco a poco mejorando las vidas y que contribuirán a formar hábitos buenos.

El ser humano es un ser social. Valiéndonos de las técnicas y herramientas modernas podemos crear ambientes propicios que complementen y fortalezcan las convicciones de un católico y le animen a vivirlas mejor. A nadie le está velado que el contacto que nace del diario convivir con otros, del saberse parte de un equipo, de un grupo con «personalidad», ayuda mucho para motivarse mutuamente en la coherencia entre lo que se es y profesa: contribuye a la definición y fortalecimiento de la propia identidad.

Leer contenidos católicos tiene su sentido y valor. Un contacto frecuente con este tipo de trabajos ayuda a darles el lugar que les corresponde a la sarta de intrigas y calumnias que a diario se construyen contra el catolicismo, la jerarquía, sus ministros, sus ritos, etc. Leer contenidos católicos forma y prepara para saber responder a los grupos proselitistas que intentan robar la fe. Acercarse a los contenidos católicos ayuda a dialogar con el hombre de hoy; leyéndolos aprendemos a poner distancias entre la «dictadura de las opiniones comunes» nacidas del prejuicio gratuito y la verdad del análisis racional iluminado por la fe.

Tiene su sentido el periodismo católico. Por mucho tiempo me pregunté si no era mejor contribuir directamente al debate y a la polémica nacida de la confrontación con escritores no creyentes, relativistas o abiertamente anticlericales y, a largo plazo, lograr con la ayuda de Dios alguna conversión. Después de maduras reflexiones he visto que lo mejor es ayudar al creyente a reforzar su fe, a que arraiguen sus convicciones, a mostrarles que creer no es una mera adhesión del sentimiento difícil de defender con la razón y motivarles a transmitir lo aprendido. Vale la pena acercarse a los contenidos católicos. Ciertamente en ningún momento suplirán lo más importante: el encuentro personal del «yo» singular con el «Tú» de Dios. Esa es una tarea muy íntima.

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