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Manifiesto con sabor a viejo

Se esperaba el manifiesto, y lo menos que puede decirse es que su contenido era perfectamente predecible. Como la Dominus Iesus, es impecable desde el punto de vista de su coherencia con la Doctrina ininterrumpida de la Iglesia, y como recoge con exquisita fidelidad las formulaciones del Concilio Vaticano II, el canon de las críticas se centra en su supuesta inoportunidad, tono duro, análisis pesimista y alergia al diálogo ecuménico. Algunas de estas críticas merecen un sereno debate en el seno de la comunidad eclesial, llevado a cabo, eso sí, con las magnitudes y parámetros propios del discernimiento cristiano, y no con otra suerte de dialéctica. En este sentido, el Prepósito general de la Compañía de Jesús, P. Kolvenbach (nada sospechoso de reaccionario), ha declarado al semanario Alfa y Omega que en Dóminus Iesus, ?el diálogo es nítidamente situado dentro de la verdadera fe, una condición indispensable para que pueda llevarse adelante con justicia y sin dar lugar a falsas expectativas?.

En todo caso no se entiende que la afirmación de verdades tan esenciales de la fe católica, (y en los mismos términos en que lo hizo el Concilio) pueda producir tanta irritación. ¿No se dirigirá en el fondo contra los propios textos del Concilio, que a juicio de algunos no habrían recogido su verdadero ?espíritu?? Esta separación entre ?letra? y ?espíritu? del Concilio, es una vieja cantinela que viene como anillo al dedo para que cada uno se fabrique su ?Concilio virtual?, y desde él pueda criticar sistemáticamente cada pronunciamiento del Magisterio (compruébese lo que dijeron estos mismos teólogos del nuevo Catecismo y de la Encíclica Veritatis Splendor).

Por otra parte, sorprende la queja ante el tono crítico que adopta la Declaración frente a la cultura dominante hoy en Occidente, porque se supone que estos teólogos (por cierto, bastante asiduos en los grandes medios de masas) preconizan el profetismo eclesial frente a los poderes del mundo. ¿Quién está siendo profeta en los últimos decenios?..?

Decía al comienzo que el contenido del manifiesto era perfectamente predecible. El contenido sí, pero no la extensión y el calado de los firmantes: no creo que sea falta de respeto reconocer objetivamente que la nómina dista mucho de recoger ?la flor y nata? de la teología actual, tal como afirma con notable abuso algún cronista.