Stefan Zweig

Stefan Zweig

Cuando el joven Stefan rondaba los comienzos de su juventud, era una especie de convencido de la necesidad de algunas guerras, de la necesidad del orden y del aplacamiento de la anarquía reinante. Pero su manera de pensar cambió radicalmente, cuando durante la Primera Guerra Mundial sirvió como ayudante en una oficina de comunicaciones y vio de primera mano los horrores de la guerra: la angustia, los campos desolados, las víctimas inocentes... Todo ello caló muy profundamente en su interior, reforzado con las ideas de Romaní Rolland, un reconocido pacifista y escritor, quien fuera uno de los amigos más cercanos de Zweig.

Nacido en Viena, Austria, en 1881, comenzó a escribir desde muy joven, y el éxito se presentó ante el de inmediato, para ya no abandonarlo durante su vida. Se recibió de doctor en filosofía y recorrió el mundo entero brindando conferencias acerca de sus estudios literarios y del estado del mundo. A menudo, como un detalle hacia sus interlocutores, pronunciaba sus discursos en el idioma del país que visitaba. Por supuesto, estas delicadezas no pasaron nunca inadvertidas.

Entre los años 1920 y 1930 Zweig había comprado, junto a su esposa, un castillo en los altos de las montañas y allí recibía a cientos de personalidades todo el tiempo. Se granjeó la amistad de miles de personas, hasta tal punto que se cuentan entre su correspondencia privada más de 20.000 cartas.

Una de sus obras más importantes, «Momentos estelares de la humanidad», le llevó más de veinte años tenerla terminada. Revisaba una y otra vez y no se conformaba con lo primero que salía de su pluma. Luego, a este exitoso ensayo le siguió una continuación, «Nuevos momentos estelares de la humanidad», en el que detallaba los grandes momentos de la historia del hombre. Por otra parte, aunque su producción literaria abundó en novelas, se destacó también por algunas biografías, como las de María Estuardo, Balzac y su amigo Romain Rolland.

En 1933, llega a Alemania Adolf Hitler, y con él, la orden de quemar toda la bibliografía de Zweig, escritor judío aunque no práctico. Huye a Suiza y luego, en la necesidad de tener que ir más lejos para asegurar su supervivencia, decide emigrar a Inglaterra, pero su esposa se negará a abandonar su país. Se separarán para siempre.

Una vez en Inglaterra, su mente ya no era la misma de antes. Las ansias de infundir cultura y educar caen estrepitosamente cuando contempla día a día el atropello nazi. Es entonces cuando se convence, hasta el final de sus días, que la cultura europea sucumbirá bajo la amenaza de Hitler y ya no habrá nada en un futuro que la salve.

Viaja por América, por Argentina y por Brasil, donde decide quedarse definitivamente a vivir con su segunda esposa, considerando que el país jamás se verá perjudicado por la Segunda Guerra Mundial. Allí, entre el ostracismo en el que vive y la melancolía, el convencimiento de que nada bueno se puede hacer ya lo va sepultando en una soledad inmensa, preludio de su trágico final. Mientras tanto, sigue ayudando desinteresadamente a emigrantes como él, pero que no gozan de la misma fortuna. Las gentes lo ven siempre sonriente.

«Creo que es mejor finalizar en un buen momento y de pie una vida en la cual la labor intelectual significó el gozo más puro, y la libertad personal, el bien más preciado sobre la tierra.» Fueron las palabras que se encontraron junto al cadáver de él y su segunda esposa en febrero de 1942, cuando decidieron quitarse la vida ingiriendo una potente dosis de veneno.

Su muerte fue totalmente inesperada. Nadie salía de su asombro. Sólo contaba con 60 años y algunos meses más. «Saludo a mis amigos, ojalá puedan ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me les adelanto.» A su entierro, celebrado con honores de jefe de estado, acuden miles de personas, en el cementerio de Petrópolis.

Refiriéndose a Brasil, en su carta de despedida, dirá: «Me urge cumplir con un último deber: agradecer profundamente a este maravilloso país, Brasil, que me ofreció a mí y a mi trabajo una estancia tan buena y hospitalaria.» Una de sus obras estará dedicada precisamente a este país: «Brasil, país del futuro», en la que no abandonará la temática de la injusticia y la arbitrariedad del Estado, presente en casi toda su obra.

Recomendamos de Stefan Zweig:

  1. La novela del ajedrez: Durante un viaje en barco, a un implacable e invencible jugador de ajedrez se le presenta un misterioso contrincante, el Señor B. Cada uno de ellos, en el enfrentamiento en el tablero, hablarán de su vida y de sus conflictos, y en definitiva, de los errores de los seres humanos. Excelente estudio psicológico de la mente humana.
  2. Tres maestros: tres pequeños ensayos sobre escritores profundamente admirados por el autor: Balzac, Dickens y Dostoiewski.
  3. Erasmo de Rótterdam: muy lograda biografía sobre uno de los humanistas más reconocidos de la historia de la cultura y de la filosofía.

Por Mariano Martín Castagneto

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