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La familia primera educadora
La familia que obra bajo los principios de la rectitud y demás buenos valores humanos, proyectará en sus hijos una conducta afín a estos principios. Igualmente una familia que se encuentre debilitada, desintegrada o carente de valores no podrá infundir buenas costumbres en sus retoños. Si en cualquier situación cotidiana en las que nos encontremos, observamos el comportamiento de algún niño en particular, podemos obtener indicios sobre los valores que pueden estar inculcándosele en su hogar. También podríamos observar algunos antivalores que aprenden de sus casas. Por ejemplo, si vemos que desde pequeños no son asiduos a respetar algo tan sencillo como es el esperar su turno en una fila, ya sea en un restaurante o a la entrada de algún lugar y más bien lo que hacen es colarse sin ninguna vergüenza, podríamos estar enfrente de un niño al que no se le ha enseñado, desde su primera escuela que es su hogar, los principios básicos de convivencia y respeto a los demás. Igualmente se pueden ver ya desde edades escolares, rasgos de patanería en algunos niños, con tendencia a la humillación y a la burla de sus coetáneos, siendo esto un síntoma de quizás una actitud semejante en alguno de sus progenitores. Algunos padres no son conscientes de lo buenos receptores que son los niños en cuanto a copiar conductas.
Si un padre es agresivo conduciendo en las carreteras y se ufana de ser temerario e irrespetuoso, puede estar siendo un mal ejemplo para el niño que observándolo, en su inocencia, piense que esa es la forma en que debe comportarse y será un potencial conductor temerario, irrespetuoso de las leyes, que igualmente llegaría a creer que tal proceder es más bien un signo de audacia y de superioridad sobre los demás, poco intrépidos, que sí respetan las leyes. Las familias modernas están excluyendo en gran medida su función básica y esencial de ser una institución educadora de los hijos, recargando esta tarea a los centros educativos, olvidándose de que las escuelas son el complemento de lo que ya se ha empezado en el hogar. El deterioro social al que nos estamos enfrentando, podría revertirse si desde dentro de nuestras familias tomamos conciencia de lo vital que es enseñar a los hijos a ser respetuosos con todas las personas, pero para eso los padres de familia son los que deben dar el primer paso y dejar atrás conductas que no están acordes con la consecución de una sociedad civilizada y pacífica.
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