Salvar la tierra
Ocurren muchas catástrofes que nadie anuncia y hay otras que no llegan a ocurrir por mucho que se anuncien. A finales del XVIII «Un ensayo sobre el principio de la población» del economista Malthus aseguraba que el aumento de población se producía en progresión geométrica mientras que los alimentos lo hacían en proporción aritmética, por lo que había llegado la época del hambre. Su triste profecía resultó falsa. Los alimentos crecen con rapidez suficiente para alimentar a toda la población del mundo, aunque desgraciadamente en unas partes sobran y se despilfarran, en otras son escasos o faltan.
A pesar del fracaso de Malthus en sus predicciones, su pensamiento ha seguido actuando en el siglo XX con una decidida dirección antinatalista, sin tener en cuenta que las profecías seguían fallando, como la del estudioso de los insectos Paul Ehrlich que con su obra «La bomba de la población» anunció hambrunas generalizadas desde los años 70 que no se han producido, afortunadamente.
Pero por aquello de que «si algo se cree como verdad, ya es verdad en sus consecuencias», la creencia de que el aumento de población nos abocaba al desastre, ha sido utilizada por la ONU y sus organizaciones, la FAO o la UNESCO, para promover una tras otra conferencias internacionales en las que imponer el control de natalidad en los países menos desarrollados, supeditando las posibles ayudas económicas a la puesta en marcha de políticas de planificación familiar.
Estas políticas antinatalistas, mediante el aborto quirúrgico y los principales anticonceptivos de efecto abortivo, han eliminado millones de seres humanos, mientras que se dedicaban importantes fondos y esfuerzos en salvar a algún escarabajo, sapo o mariposa en peligro de extinción. (De la especia humana, como es muy numerosa, parece no importar la eliminación de algunos cientos de millones de individuos).
La idea de reducir la población mundial llegando al «crecimiento cero» se ha aliado con la que quiere también parar el crecimiento económico para «salvar la tierra»: el cambio climático, cuyo profeta o tele-predicador es el multipremiado Al Gore. Al igual que las hambrunas que nos anunciaban para los años 70 del pasado siglo serán los deshielos y otros fenómenos que dicen que vamos a padecer por nuestra culpa. Ahora se habla de recalentamiento del planeta y no hace tanto se hablaba de una nueva era glacial. Se habló de la capa de ozono de la que ahora no se dice nada. Los miles de millones de años de vida de nuestro planeta indican que los procesos de cambio se produjeron y se están produciendo de manera permanente. Las tierras, los océanos o las montañas han sufrido múltiples cambios sin que hubiera ninguna acción antrópica causante.
Hay algunos ecologistas radicales que dicen que la humanidad es una especie de cáncer maligno que le ha salido a la tierra, por lo que para salvar no sé si a Gea, Gaia o Pachamama, habrá que parar al hombre y a su obra. (Yo pienso que el cáncer que le ha salido a nuestro planeta es el ecologismo radical).
Yo también creo que hay que salvar la Tierra pero de los que se dedican a anunciar catástrofes, de los que hablan de crecimiento cero, de los que les preocupa más que muera atropellado un lince ibérico que de que se practiquen miles de abortos cada día en España, de los que intentan imponer la dictadura del progresismo, de lo políticamente correcto, de los que quieren hacernos callar a los que no pensamos como ellos.
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