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Tiempo y calidad
Se ha hecho frecuente la recomendación de que el tiempo que se comparte con los demás no es necesario que sea mucho, que aunque sea breve pero si es de calidad, está bien. Esto es sugerido principalmente en lo relativo al ámbito de las relaciones interpersonales, diciéndose que el tiempo que se comparte, ya sea con los amigos, entre los novios, los esposos o el de los padres con los hijos, debe ser de calidad y no necesariamente grande en cantidad.
El consejo, en apariencia, no es malo, pero deja la sensación de que hasta en las relaciones interpersonales, en las humanas por naturaleza, también se pueden aplicar conceptos administrativos o gerenciales. En este sentido podría pensarse que el bienestar personal podría ser cuantificado y hasta cronometrado. Ver la situación de esta forma, en el que se dispone de un determinado horario para llevar a cabo un acto natural, limita su funcionalidad y lo convierte en un simple servicio comunitario. Se podría entender que las personas solo funcionan bien durante un tiempo determinado del día, de la semana, del mes o del año.
Que durante ese breve periodo únicamente, se es capaz de compartir afectivamente con los demás y que el resto del tiempo está para dedicarse al trabajo y al ocio personal. Se hace además promoción de que llegado el momento pactado de compartir con el otro, las personas muestren su lado bueno, amable, cariñoso, comunicativo, comprensivo y demás condiciones benévolas, pero que si en el minuto siguiente estos atributos se acaban, abandonen el barco y dedíquense en asuntos diferentes, no echen a perder ese bello momento. Saldada ya la deuda con el otro, acabado el compromiso, no más culpa y a volver a las ocupaciones laborales. Mostrar únicamente el lado bonito a los demás y disimular la otra parte, talvez la más real, va convirtiendo a las personas en actores, farsantes y hasta en manipuladores.
Dosificar el afecto en tiempos definidos, hace artificial a la persona y a la relación en sí, eliminando prácticamente la espontaneidad tan necesaria en las relaciones afectivas humanas. Los hijos, los amigos, los esposos lo que requieren es al padre, al amigo, al esposo, al hijo con tiempo y eso, tiempo natural, sin limites cronométricos, para conocerse, compenetrarse, entenderse, identificarse, tanto en las actitudes positivas como en la negativas, es decir necesita estar con el ser integral del otro cuanto sea necesario. Aunque el mundo está en el tiempo, lo humano transciende al tiempo, por lo que lo natural debe imperar y no debe subyugarse lo sublime al cronometro.
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