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Estado liberal e Iglesia

Debemos considerar como una bendición que la democracia española haya reconocido en su Constitución la realidad social de la Iglesia Católica. Para que esta democracia tome la forma de un Estado liberal durable no debemos mirar a Francia, como parece ser que está sucediendo en nuestros días. En nuestro pais existe cierta vanguardia católica cada vez menos de iglesia y una izquierda cada vez menos liberal y más ideológica, inquieta por minar la seguridad de un Estado liberal estable y que pretende olvidar que el diálogo con la Iglesia es el fundamento esencial de su existencia, un bien del patrimonio europeo dificilmente disociable de la matriz cristiana y de un nuevo equilibrio logrado entre la Iglesia y el Estado. Precisamente porque el Estado liberal se fundamenta en un auténtico compromiso de sociedad con la Iglesia o las iglesias, no se encuentra amenazado en el Norte de Europa ni en Norteamérica. Lo contrario sucede en Francia, donde la forma de un Estado laicista radical, impuesto en un clima de guerra civil y en un contexto revolucionario, se encuentra imperfectamente realizado y resulta profundamente vulnerable, siendo Francia un país de mayoría católica aplastante. La iglesia francesa, traumatizada por la revolución jacobina, se dejó arrastrar por la misma lógica revolucionaria desarrollando, de esta forma, una ideología reaccionaria, organizándose una disidencia al interior del catolicismo, incapaz de reconocer en esta nación, hasta nuestros días, la legitimidad de un Estado liberal.

¿Quién empuja en España al poder que nos gobierna a mirarse en el espejo de la revolución jacobina obligando a que se organice una disidencia parecida al interior de nuestro catolicismo, que supo evitar a la hora de la verdad, que el poder político cayera entre las manos de un partido confesional cristiano? ¿Por qué no nos miramos en el espejo de los Estados liberales, los más antiguos y más estables, alejados de toda irreligiosidad por su compromiso de sociedad entre el poder político y la autoridad eclesial tal como ellos la encarnan? Las monarquías protestantes son Estados confesionales, Bélgica y Luxemburgo concordatarios, o al menos, religiosos como los Estados Unidos. ¿ Quién piensa en nuestros días que los soberanos ingleses son ungidos con los santos óleos como Carlo Magno? Los católicos franceses aún no se han recuperado del terror jacobino y siguen dudando de la República radical y se niegan a llevarla a las aguas bautismales en contra del deseo de León XIII. Los grandes Estados liberales, como hemos dicho, saben que su estabilidad reposa sobre un pacto de paz social entre la autoridad religiosa y el poder pólítico. ¿Por qué los españoles debemos asumir la herencia de la revolución jacobina con la consiguiente guerra legal contran la proyección institucional de la Iglesia Católica en la sociedad civil?

Francia permanece al interior de un verdadero Estado Liberal legitimado unicamente por la victoria del laicismo radical que jamás ha llegado a un pacto de paz en un compromiso social, pacto que le daría las bases estables de un auténtico Estado Liberal. ¿Es esto lo que se pretende que suceda en España con una Iglesia encarnada en la sociedad desde hace más de dos mil años? Ante esta realida, y por la misma regla de tres, unos hipotéticos liberales católicos, podrían exigir un Estado Liberal confesional como las monarquías protestantes norteñas. ¿Por qué no?