Ciudadanos mediáticos
Sólo conmociones como el asesinato de Svetlana parecen despertarnos, y reabrir el debate de la importancia e influencia de los medios de comunicación. Svetlana acudió a un programa de televisión en el que, sin saberlo, también contó con la intervención de Ricardo, que la había maltratado en reiteradas ocasiones, y que tenía una orden de alejamiento. Svetlana fue asesinada por Ricardo a los pocos días, y se dijo que la aparición en televisión solicitando el perdón de Svetlana podía haber sido el detonante. El programa tuvo un éxito de audiencia, con casi 2,5 millones de espectadores.
Los directivos de las televisiones privadas han declarado que no se les puede culpabilizar de la violencia: es cierto, pero algo van a rectificar. El error, en efecto, sería simplificar una vez más con los medios. No pocos periodistas han hecho un ejercicio de autocrítica, pero todo ciudadano debe hacerlo: ciudadanos en una cultura mediática, ciudadanos mediáticos.
Este mismo mes, en Finlandia, un joven de 18 años mata a ocho personas y luego se suicida, tras anunciar en Youtube sus intenciones hasta con detalle. Hay que recordar que Youtube había retirado anteriormente varios vídeos de este loco. Unos pocos días antes, otro loco, Sergi Xavier, golpea en el metro a una joven ecuatoriana, cuyas imágenes hemos visto docenas de veces.
Hay que valorar mejor las imágenes e informaciones violentas de las que informamos, proteger mejor las franjas horarias, evitar el mercadeo de intimidades de famosos y famosillos. Buscamos lo llamativo, no descartando el morbo, por lo que podríamos denominar "dictadura de las audiencias". Un rumano se quema a lo bonzo en Castellón y busca que lo graben todas las televisiones. Estos días se ha detallado —y pienso que con acierto— qué sucedía con los fetos de los abortos ilegales que se han llevado a cabo en clínicas de Barcelona, tal vez porque el aborto en sí mismo —legal o ilegal— nos ha dejado casi insensibles, o así lo parece.
Grupos de jóvenes graban palizas, con su teléfono móvil, y lo envían a amigos o páginas de internet. Y otros jóvenes graban carreras de motos o coches en Almassora, las envían a páginas web —que difunden esas imágenes—, y gracias a las reiteradas informaciones de Canal 9 se ha logrado poner fin a esos juegos alocados. ¡Algo hacemos bien los medios! Los filtros en internet deben incrementarse y mejorarse: es el precio que exige una sociedad responsable a las nuevas tecnologías.
Es una iniciativa encomiable la del vicepresidente Juan Cotino convocar un congreso internacional sobre la violencia doméstica. Predominan las agresiones de hombres a mujeres, pero también existe la violencia física o psíquica de hijos a padres o madres, o de mujeres a hombres. No estoy seguro de que acertemos ni con la denominación "violencia de género" ni con el tratamiento informativo que estamos otorgando a la violencia doméstica.
No rechazo la parte importante de responsabilidad que tenemos los periodistas, pero a condición de que todos aceptemos un debate amplio, con el riesgo de que obtengamos conclusiones incómodas o imprevisibles. Por ejemplo, en el campo de la publicidad: las empresas y entidades deben decidir también, con criterio ético, la difusión de sus productos o actividades en determinados medios o secciones. Si la publicidad nos acompaña en este esfuerzo de reflexión, me sentiría más tranquilo.
¿Responsabilidades penales o civiles? Ya existen los delitos y medidas en nuestra legislación, que podría revisarse ante el auge e influencia crecientes de los medios de comunicación. Pero no me parece el principal remedio, porque en esos casos el mal ya se ha hecho, y las rectificaciones o indemnizaciones no compensan el daño infringido. De una calumnia, siempre queda algo; la violencia se nutre de imágenes y noticias violentas; el negocio del sexo también sabe cómo nutrirse en ciertos medios de comunicación.
No voy a caer en el eterno debate de si los medios recogen o crean la realidad. En lo que me parece que todos estamos de acuerdo es que nuestra cultura mediática requiere ciudadanos mediáticos, y este es en mi opinión el desafío que tenemos pendiente.
En España existen asociaciones de telespectadores: otorgan premios, critican incumplimientos o tratamientos informativos. Pero nacieron hace treinta años y deben también replantearse sus fines e incluso cambiar su denominación, extendiendo sus fines a todos los medios de comunicación, especialmente internet.
Todos somos ciudadanos mediáticos, nos demos cuenta o no. Influimos y nos dejamos influir por los medios. Debe haber una formación en medios de comunicación a nuestros escolares, universitarios, escuelas de mayores, ONG, para que cada ciudadano pueda llevar a cabo una tarea de criba y de colaboración con los medios. Los menores de edad son los más perjudicados. Curiosamente, ante la proliferación de medios de comunicación, la participación de los ciudadanos ha disminuido: una auténtica parálisis por saturación. Justo lo contrario de lo que tenía que haber sucedido. Nos puede la comodidad.
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