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Padres, profesores y alumnos en buena sintonía

De todos es sabido que una educación personalizada, completa y coherente, facilita un buen desarrollo de pequeños y mayores. Es así que la educación viene a ser también orientación. Pero entendamos orientación como prevención, atractivo estímulo, fortalecimiento de virtudes y valores, no sólo acompañamiento.

Mediante la reflexión y con la colaboración directísima de padres y madres, será posible nutrir bien el criterio de la muchachada, según sus necesidades y capacidades. Tendremos ideas claras sobre temas relevantes para los diversos momentos de la vida, para ellos y para nosotros mismos. Profundizaremos así en el conocimiento y argumentación de los principales temas de interés y actualidad.

Entonces, será preciso fomentar en los alumnos un desarrollo coherente y profundo de los principios y valores; favoreceremos su crecimiento integral como personas. Pero, no descuidemos la puesta en práctica de las virtudes. No nos conformemos con saber las cosas, la verdadera sabiduría es querer y efectivamente luchar por hacer lo bueno. Eso nos asegurará el actuar con libertad personal en las tareas que a cada uno nos correspondan; y a la vez prestaremos un verdadero servicio al bien común.

Para todo lo antedicho, también padres y maestros debemos recibir constante formación, preparación, entrenamiento. Como dice un buen amigo, la formación no acaba nunca, estamos en proceso de mejora. Para ello, será conveniente cierta tensión, empuje, determinación: un espíritu deportivo y alegre en la lucha cotidiana.

A modo de concreción y para no quedarnos sólo en teorías, a ver qué os parecen estos once puntos, que considero clave para poder aplicar en la tutoría-entrevista entre padres, profesores y alumnos:

  1. Mostrar clara confianza hacia la persona que les atiende en las tareas educativas de sus hijas e hijos.
  2. Intentar «hablar el mismo idioma» desde el primer momento: objetivos, expectativas, medios idóneos, disponibilidad, capacidades y posibilidades reales de todos los implicados en el proceso educativo, etc.
  3. Tener en cuenta la libertad y capacidades de cada criatura, como ingredientes necesarios en la intervención educativa, evitando fijar el rendimiento académico como un fin en sí mismo.
  4. Las buenas calificaciones serán el resultado lógico del esfuerzo y la constancia, aunque en algunos casos sea preciso poner medios extraordinarios.
  5. Tener claro que el tutor, profesores y demás expertos no son los protagonistas. Son unos colaboradores estupendos en la educación de las criaturas e incluso pueden orientar en las dinámicas familiares, pero los primeros educadores son los padres.
  6. Aceptar de buen grado los datos objetivos que se intercambien padres y tutores: Es preciso trabajar en equipo, ser muy pacientes y constantes, decir lo que nos preocupa, empujar en la misma dirección.
  7. Evitar la búsqueda de recetas mágicas: Pensar que cada hijo es diferente y lo que a uno le fue bien, a otro quizás le sea contraproducente.
  8. Reconocer que es laboriosa la tarea de educar, pero fácil —con numerosos e imprescindibles sacrificios— si ponemos los medios necesarios y nos dejamos ayudar.
  9. Valoremos la participación necesaria —de la madre y el padre— en reuniones, cursos de orientación y tutorías.
  10. Utilizar medios para comunicarse, puntualmente, con facilidad y sencillez. Así mejora el seguimiento y evaluación de los objetivos planeados en tutorías con padres y alumnos.
  11. Solicitar bibliografía idónea para ampliar formación sobre los temas más necesarios en cada caso y edad.

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