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Apostolado cristiano y libertad
¿Deben los cristianos dar testimonio de su fe? La Congregación vaticana para la doctrina de la fe ha publicado un documento con el que desea aclarar la relación entre la misión de la Iglesia y el respeto a la conciencia y la libertad religiosa. Algunos han dicho que basta trabajar por la justicia y la solidaridad, puesto que cualquier intento de convencer a otros en cuestiones religiosas sería limitar la libertad, o incluso podría llevar a la intolerancia y a la violencia; otros han apuntado que no sería necesario anunciar a Cristo ni fomentar la adhesión a la Iglesia, porque cabe la salvación sin unirse explícitamente a Cristo y a la Iglesia.
El documento analiza esta cuestión en relación con el hombre, con la Iglesia y con el ecumenismo.
En relación con el hombre, recuerda que la libertad se fundamenta y se abre desde la verdad. El relativismo pone al yo como medida de la verdad y acaba por encerrarlo en su propia prisión. La desconfianza en alcanzar la verdad (escepticismo) y la confianza exclusiva en las propias fuerzas (individualismo), olvidan que vivimos en las tradiciones, al mismo tiempo que hemos de desarrollar la capacidad crítica, por medio de la razón, la experiencia y el diálogo, con la ayuda de los demás.
Ciertamente, Dios puede salvar a los hombres mediante caminos que sólo Él conoce. Pero sin Cristo, falta la plenitud de verdad, de bien y de belleza; la plenitud de luz, de vida y de sentido que permite alcanzar la alegría ya en esta vida; en una palabra, la plenitud de salvación. Porque se mueve en el terreno de la libertad y de la amistad, el apostolado ha de realizarse en un diálogo sincero que comprenda las razones y los sentimientos de los otros, sus esperanzas y sus sufrimientos. No se compagina con el engaño, el egoísmo o la arrogancia, la falta de respeto o la coacción. Pero no se desentiende de la verdad y del bien, por egoísmo, comodidad o pereza.
Respecto a la Iglesia, la evangelización o el apostolado cristiano supone una llamada a la comunión con Cristo, que comporta el compromiso con la caridad y la justicia. No significa sumarse a un grupo de poder o a una utopía política; tampoco al intento de una comunión genérica entre los que buscan a Dios. El cristiano convencido de su fe debe dar testimonio de la propia vida, acompañado por la palabra oportuna que explica «las razones de su esperanza», y siempre teniendo en cuenta las diversas situaciones de las personas.
En cuanto al ecumenismo (promoción de la plena comunión entre los cristianos), es tarea que pide la colaboración de todo cristiano. Si un cristiano no católico pide entrar en la plena comunión con la Iglesia Católica, debe ser respetada su libertad. Obviamente, el ecumenismo comporta la obligación de evitar cualquier presión indebida.
Como conclusión, el apostolado no sólo es legítimo y conveniente, sino necesario, y hoy más que nunca compromete a todos y cada uno de los cristianos, con un compromiso «arduo y al mismo tiempo fascinante». En palabras de Benedicto XVI, «el anuncio y el testimonio del Evangelio son el primer servicio que los cristianos pueden dar a cada persona y a todo el género humano, por estar llamados a comunicar a todos el amor de Dios, que se manifestó plenamente en el único Redentor del mundo, Jesucristo».
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