» Ética Natural » Familia » Concentración en Defensa de la Familia Cristiana - Madrid - 30 de diciembre de 2007
La familia en busca de sentido
Acabar el año con esperanza es importante. Pero la esperanza no se improvisa, ni depende de los brindis, las uvas o los SMS más o menos originales.
Hoy, en Madrid, hay un acto sobre la familia cristiana, convocado por el Arzobispado de Madrid, al que acudirán miles de familias de la Comunitat Valenciana. Seguro que es un éxito, por el ambiente y el número de asistentes, con independencia de que las cifras discrepen según unos u otros. Una convocatoria muy oportuna coincidiendo con la fiesta de hoy, la Sagrada Familia.
En Madrid se recogerá hoy buena parte del fruto del V Encuentro Mundial de las Familias con el Papa, celebrado en Valencia en julio de 2006. Benedicto XVI impulsó, con su presencia y sus palabras, el sentido y la importancia de la familia cristiana, y de las familias de todo el mundo. Fue un mensaje de ilusión, de esperanza, que salía al paso del desaliento que muchas familias pueden sentir en las actuales circunstancias.
No es casual que la segunda encíclica de Benedicto XVI haya sido Spe salvi ('salvados por la esperanza'). Es muy interesante su lectura sosegada, no sólo para los católicos, sino para toda persona que desee profundizar en las claves culturales y religiosas de nuestro tiempo. A lo largo de sus páginas, razón y fe, el sentido de la esperanza cristiana y tantas cuestiones más, reciben luces para toda la dimensión humana, y por supuesto para la institución familiar.
El cristianismo refuerza la familia, no la inventa. La doctrina de la Iglesia aporta esperanza a las familias, para no confundirse entre los nubarrones y las dificultades que —como todo en la vida que vale algo la pena— atraviesa la vida matrimonial, tener hijos y educarles.
Cada familia ha de redescubrir su propio sentido, en vez de refugiarse en afirmaciones genéricas de cómo se encuentra la familia a escala mundial, o simplemente en España. A la familia, en estos momentos, se la ataca y se la arrincona, amparándose en falsos progresismos. Familias cristianas, y no cristianas, parecen sentirse acomplejadas, por un conjunto de causas que se condensan en el ambiente. Hace décadas, empezaron los complejos de quienes tenían una familia numerosa, a veces porque por la calle recibían hasta insultos de personas desconocidas. ¿Quién se atreve ahora a tener familias numerosas como hace tiempo? Como me decía un amigo, nuestros complejos pueden acabar denominando "numerosa" a la familia que tenga un hijo, porque ya es un "número".
Se tienen pocos hijos, porque se prefiere la proyección profesional a ultranza o la comodidad, y de paso no se enfrenta una familia a un clima social que justifica el aborto, ataca a las familias numerosas, ridiculiza la fidelidad matrimonial y, si se queda sin argumentos, achaca a la Iglesia católica la defensa de unos principios familiares trasnochados, cuando en realidad son los básicos que demanda la dignidad humana.
En Navidad vivimos lo que hemos sembrado durante el año. ¿Qué estamos viviendo? Un colosal monumento al consumismo, como pretendiendo rellenar el vacío espiritual que mucha gente experimenta en estos días navideños. Regalos y fiestas, en ocasiones, son sustitutivos del vacío personal y familiar. Las familias que han cuidado sus características naturales han vivido estos días con paz, solidaridad, afecto y una indudable esperanza para el año que viene. Otras familias, rotas o acomplejadas, se han refugiado en el frenesí de los viajes exóticos, las comilonas, la bebida o el sinsentido de unos gastos desproporcionados.
No es extraño que se haya detectado un aumento de depresiones y problemas psicológicos. Un médico de familia ha afirmado: "Lo que empezó siendo una fiesta religiosa se ha convertido en un motivo de consumo desmesurado, con importantes secuelas para la salud de las personas".
Son días de celebraciones y de balance. No creo arriesgado afirmar que las familias españolas se han ido alertado ante las investigaciones de Barcelona y Madrid sobre abortos ilegales, porque es la punta del iceberg de una hipocresía generalizada, que no defiende suficientemente la vida. De la alerta al fortalecimiento de las familias hay un paso grande. Puede acabar todo en una página cruel que se cierra porque huele a podrido para todos, o puede ser el comienzo de replantearse aspectos básicos de las familias.
La familia ha de asumir que debe encontrar su sentido real en nuestros días. Motivos para dudar de que quiera hacerlo, probablemente hay muchos. Estadísticas no nos faltan sobre natalidad, abortos, divorcios, inmigrantes separados de sus familias, etc. También hay motivos para la esperanza, y requiere activar las energías de cada persona y de cada familia, superando pesimismos. Hay que invertir en la familia, para que la esperanza sea fundada, y no aparcar estas cuestiones hasta la próxima Navidad. ¡Feliz y esperanzado 2008!
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