» Ética Natural » Familia » Concentración en Defensa de la Familia Cristiana - Madrid - 30 de diciembre de 2007
Mi madre no me abortó: muchas gracias por existir
Y no lo hizo porque fueran otros tiempos y se viviera en otro mundo, en un planeta anticuado: mi madre tuvo 13 hijos de los que sólo vivimos 5 porque la ciencia no consiguió que nacieran vivos los otros 8; y en todos los casos, puso en peligro su vida. Agradecer a la investigación puntera los avances en la defensa de la vida, es una cosa y aceptar las barbaridades científicas que matan a los no nacidos e incluso trituran sus cerebros, otra muy distinta.
Las noticias del Ministerio de Sanidad sobre el número de abortos en España son escalofriantes: más de 1000.000 abortos en el año 2006, casi un 11% más que en el año anterior, y en la mayoría de los casos —casi un 98%—, se realizaron en clínicas privadas; un 33% de las mujeres que abortaron tenían entre 20 y 29 años y un 13% menos de 20 años. ¿Qué ha fallado para que personas con cabeza y corazón decidan asesinar a sus hijos porque no los desean, porque les van a complicar la vida o porque han sido fruto de una relación banal y pasajera?
Estas cifras-datos cuestionan muchas ideas, hasta ahora propuestas como banderas de modernidad y como planteamientos imprescindibles para triunfar en la vida y llegar a ser alguien en la sociedad española: ha fallado algo tan esencial como una educación en valores, como una enseñanza clara y convincente sobre lo que está bien y lo que está mal, y no ha funcionado la llamada «información sexual, que no educación sexual», porque en lugar de explicar que el origen de la vida debe nacer del amor entre un padre y una madre, han disociado la procreación del placer sexual y unitivo; si queremos que España tenga futuro entre los españoles y no entre los inmigrantes, hay que conseguir que el Presidente del Gobierno prohíba e impida las practicas abortivas en centros privados y públicos, potencie medidas contantes y sonantes que favorezcan la natalidad y permitan a la mujer conciliar su vida familiar y profesional, y sustituya la asignatura «educación para la ciudadanía» por otra que reciba el nombre y el contenido de « una educación para el amor». Entre estos 100.000 abortos se han perdido muchas inteligencias políticas, musicales, económicas, laborales, artísticas; no han nacido buenos maestros e intelectuales, ni pintores con buena paleta, ni arquitectos creativos, ni periodistas bien-pensantes, ni madres y padres en potencia; han sido aniquilados muchos españoles de los que podría depender un esperanzado horizonte en este siglo XXI; es una lástima que las madres de todo el personal sanitario que practica el aborto en nuestra nación, no tuvieran la oportunidad de abortarles: así se hubieran eliminado estos asesinos reales.
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