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El valor de la empatía
El término empatía literalmente significa «sentir dentro» de otra persona. En cambio la simpatía es «sentir con» el otro. En la actualidad se tiende a confundir ambos términos y se pierde el valor real del primer término. El poder ejercitar la empatía con los demás, colocándose, a decir popular, en los zapatos del otro, acrecienta el respeto entre las personas. La consideración del prójimo como «otro yo», lleva a valorar y a cuidar de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente. La capacidad de ser «empático», se debe ejercitar constantemente en todas las circunstancias y en los roles sociales que se desempeñen: en el matrimonio, en el noviazgo, en el hogar, en las diferentes relaciones sociales y laborales, incluyendo aquellas en las que se encuentren personas con quienes se mantengan diferencias o enemistades. En el campo social, primordialmente en el político, debe primar esta capacidad, la de poder verse y sentirse como participante activo dentro del entorno de aquel que sufre, del que necesita, del indefenso, del contrario y del partidario.
En situaciones específicas se tiende a emitir juicios temerarios y a realizar acciones irreflexivas, muchas veces debidas a la incapacidad de ponerse en el lugar del otro. Es decir, estas reacciones contrarias a la convivencia pacífica, son debidas en gran parte a la incapacidad de ser empático.
En la época actual la empatía pierde terreno y va aumentando cada vez más su campo de acción la apatía, que viene siendo todo lo contrario. «Ese es su problema, que vea como lo resuelve», es al parecer el lema que la actitud apática puso de moda en nuestro tiempo. Por otra parte es más frecuente encontrarse con personas que, con su agresividad, enojo persistente, insensibilidad marcada y perturbación por las más mínimas y aparentes contrariedades, parecen tener una actitud predominantemente «hepática» en todas sus relaciones interpersonales.
Se debe hacer conciencia del valor de la capacidad de poder ponerse en el lugar y en las situaciones de los demás. Con el ejercicio constante y esmerado de la empatía, se acrecentará el respeto, la caridad y la esperanza en los individuos y grupos sociales, colaborando así con la edificación de una sociedad justa y solidaria, impidiendo que la violencia, en todas sus formas, sea dueña del entorno y lograr que la convivencia pacífica sea una realidad.
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