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La Soberanía Divina
Cuando Abraham Lincoln, se refirió al renacimiento de la libertad "bajo Dios," en su histórico discurso de Gettysburg, advertía con toda intención una de las ideas fundamentales que la civilización occidental aprendió del catolicismo: que la soberanía de Dios trasciende y juzga a toda otra soberanía secular. Porque Dios es Dios, pero César no es Dios ni tampoco lo son los sucesores del César, sean éstos reyes, presidentes, primeros ministros o secretarios generales del partido. Debido a que César y sus sucesores no son Dios, sus poderes son limitados y no absolutos. En este mundo existen otros legítimos poderes aparte de los legítimos poderes de César.
Por lo tanto el estado no puede ser todo lo que existe. Mucho antes que los teorizantes políticos del iluminismo comenzaran a desafiar el absolutismo de los reyes con ideas como la "separación de poderes" de Montesquieu, la civilización occidental ya había concebido la idea del "gobierno limitado" en la escuela de la reflexión cristiana. Cuando los pensadores católicos del Medioevo insisten en la clara distinción entre "sociedad" y "estado," crean, por decirlo así, una vacuna contra el absolutismo, sea en la forma del absolutismo monárquico o en su forma más moderna, el totalitarismo del estado. La vacuna no fue completamente efectiva. Pero su potencia explica, en cierta forma, por qué la era del absolutismo fue más bien corta si se la compara con otras eras de la historia.
El catolicismo medieval también hace germinar en la mente occidental la idea de que el "consentimiento" es crucial si se quiere gobernar con justicia. La teoría política católica del Medioevo insiste en que el gobierno no es simplemente coerción. Un gobierno justo requiere el consentimiento de los gobernados. Consecuentemente el consenso será otorgado si el gobierno es justo. ¿Quién, entonces,será el que juzgue justa una forma particular de gobierno, o la justicia de cierto acto específico del estado? La Iglesia reclama para sí la habilidad de juzgar a los príncipes. La enseñanza católica que expresa que "el pueblo" tiene y contiene un sentido inherente de la justicia, inyectó una idea crucial en el terreno político-cultural de Occidente—la idea que la justicia no es simplemente lo que los que están en el poder dicen que es. Hay referentes morales de justicia que son independientes de los gobiernos. Nosotros podemos conocer esos referentes morales que deben ser aplicados en la vida pública. Todas estas ideas, fundamentales para el buen funcionamiento de la democracia, crecieron en la civilización de la Edad Media nutridas por la doctrina de la Iglesia Católica.
Tomado del libro de George Weigel, Letters to a Young Catholic.
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