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Expectador sin rostro

El rostro de una persona refleja quien es. Cuando escuchamos hablar de una persona, a pesar de que nos digan su nombre y nos cuenten su historia, necesitamos identificar toda esta información con la imagen de un rostro, de lo contrario siempre será para nosotros alguien anónimo y desconocido.

No se si a usted lector le ha sucedido alguna vez que escucha hablar de alguien, conoce detalles de su vida y parte de su historia y aún así le tiene por desconocido. Solo hasta verle el rostro, en su interior se estructura una relación entre la información obtenida y la persona de quien se trata. Y hasta ese momento lo sabido del personaje en cuestión le interpele a usted de manera directa. Es hasta este momento cuando se da el verdadero encuentro personal.

Justo en este encuentro donde se forjan las relaciones interpersonales se conforma la cultura. A través del diálogo el hombre se manifiesta a si mismo y se confirma en el conocimiento de su interlocutor desvelando la unicidad de cada uno y enriqueciéndola en y por la relación. Esta cultura ha de servir de referencia para interpretar correctamente la vida, para hacerla mas humana, para descubrir las posibilidades más genuinas y apuntar a las aspiraciones más auténticas. La cultura, nos dice la UNESCO en 1982, da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden.

Pero la cultura de un hombre no se improvisa. Para llegar a tener un pensamiento profundo, unas valoraciones acertadas, unos principios claros, unas referencias ricas, es preciso dedicar a ello mucho tiempo y esfuerzo. Forjar una cultura no es solo acumular información y saber muchas cosas, es tener una explicación coherente y verdadera de lo que es el hombre y el mundo que lo rodea para que le permita dar una respuesta adecuada a sus problemas.

Cuando respondemos a las interrogantes de nuestra vida y resolvemos los problemas que se nos presentan, nuestra conducta y nuestras referencias se ven mediatizadas y hasta condicionadas por multitud de factores, entre los que podemos destacar por la relevancia de su intervención los medios de comunicación. Diversas investigaciones de la Universidad de Stanford confirman que las técnicas utilizadas por estos medios ejercen una gran influencia sobre los modelos de comportamiento y se dirigen a una colectividad global de la sociedad, es decir a las masas, y su influencia la ejercen sobre un público de edades muy heterogéneas (niños, jóvenes, adultos y ancianos).

Cuando la cultura se transmite por los medios de comunicación a las masas, conformando un comportamiento grupal y un estilo conductual homogéneo se elimina el verdadero encuentro personal y se omite el diálogo propiciando una confusión en el conocimiento de quien se es y por ende dando una respuesta errónea a sus interrogantes y problemas. Pues durante el contacto con los medios se da un proceso de interiorización de los mensajes recibidos y como no existe el diálogo no se cuestiona si los valores recibidos son o no correctos y simplemente se asumen en la vida personal.

Los medios de comunicación como la televisión, la prensa, las radiodifusoras, emiten sus mensajes a la masa, es decir a una persona sin rostro evitando así la responsabilidad de lo que en su interior acontece. Pero evadir esta responsabilidad no significa que los mensajes dejen de influir. Podemos acudir a muchos ejemplos de esta realidad. Un joven que ha luchado por salir de las drogas dice: «caer en las drogas no es cuestión, normalmente, de falta de información, porque el principal problema no son las drogas en si mismas, sino el ambiente que te introduce en la droga, la frustración que te lleva a refugiarte en ella. Y esto parece que no acaban de comprenderlo quienes tienen el poder en la sociedad, quienes imponen las modas y los estilos de vida, quienes mandan en los principales medios de comunicación».

Si los responsables de los medios tuvieran en su mente el rostro a quien se dirigen y esa persona incluso fuera su hijo, se verían interpelados por las consecuencias de sus actos. Incluso alguna vez leía yo la entrevista a directivos de los medios y decían que ellos no les permiten a sus hijos ver determinados programas por el daño que ocasionan, la pregunta es ¿y porque siguieron permitiendo su emisión? Por supuesto solo por los beneficios económicos que a ellos les aporta.

Una y otra vez se ha dicho y es sabido por todos y se ha confirmado por estudios de varias universidades de Estados Unidos así como por el Instituto Nacional de Salud que la violencia transmitida en los medios y en los videojuegos tiene impacto en los niños de 4 maneras: los llena de miedo, causa que actúen agresivamente, aceptan actuar con violencia ante un conflicto y desensibilizan al niño de la violencia en el mundo real. Por otro lado el Dr. Alan de la Universidad de Washington afirma que la tasa de desórdenes de conducta, depresión y suicidio ha crecido bastante y considera que la música tiene mucho que ver en esto. Es real la influencia negativa que ejercen los medios de comunicación.

¿De quién es la responsabilidad? Los medios dicen que de los padres, que ellos están ejerciendo su derecho a la «libre expresión», salida fácil para no cambiar y responsabilizarse de sus hechos, y los padres dicen que de los medios.

Ambos son responsables de construir la cultura en que vivimos. Cada uno responde a un nombre y tiene un rostro y no pueden ni deben ocultarse en el anonimato, ni deben dirigirse a la masa, ya que detrás siempre se encontrará el rostro de una persona y su historia personal. No podemos ni debemos dejar que por estrategias disuasorias manipulen nuestra vida conformándonos en quien no somos.