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Trivialización del sexo en los adolescentes
La sociedad consumista y hedonista incita al individuo a sacrificar principios e ideales frente a otros aspectos de menor importancia o, hasta incluso, negativos para el desarrollo de su personalidad. Así, el sexo se presenta como un mero elemento de consumo.
En lo que se ha denominado "insensibilización social" frente al respeto debido al ser humano tiene mucho que ver la comprensión que el hombre tiene de sí mismo, de su responsabilidad ante los que van a nacer, y de los derechos humanos de igualdad y de no discriminación reconocidos, internacionalmente, para todos los individuos humanos.
Es bien conocido cómo se recurre a distintas estrategias para ir modificando la opinión pública sobre un tema y que esto quede posteriormente reflejado en la legislación. Tenemos casos recientes, como, por ejemplo, el de la legalización del aborto.
Los jóvenes han aumentado su actividad sexual. A esa edad las relaciones sexuales no suelen ser premeditadas, no es frecuente la pareja estable y, en muchas ocasiones, están mediadas por el alcohol u otras sustancias que disminuyen la capacidad de elección y decisión del sujeto. Este hecho ha generado un incremento en la tasa de embarazos en adolescentes. Generalmente, estos embarazos provocan matrimonios no deseados, adopciones, abortos y otras consecuencias de tipo emocional.
Se ha señalado que un embarazo a esta edad implica un elevado coste social, económico y emocional. De hecho, la disminución de embarazos en adolescentes se convirtió en una prioridad para la salud pública a partir de los años noventa, y la "píldora del día siguiente" se ha situado en el primer lugar en la estrategia para lograr ese objetivo.
Por este motivo, las adolescentes se han convertido en el grupo de población con mayor frecuencia de uso de los métodos poscoitales. Esta situación no se ha generado por azar, sino que se ha propiciado a través de promociones dirigidas directamente a los adolescentes. Esas campañas se han pretendido justificar, desde diversos estamentos, por lo frecuente que es, en este grupo de población, el uso incorrecto o la no utilización de anticonceptivos.
Llegados a este punto, también es conveniente destacar la acción que están desarrollando los centros de planificación familiar. Éstos se están ocupando, directamente, de la promoción de los métodos anticonceptivos y abortivos entre los adolescentes, y no dedican un mayor esfuerzo en enseñar lo que significa el sexo en la configuración de la persona. Este hecho resulta todavía más notorio en los países en vías de desarrollo. Es muy difícil encontrar propuestas en las que no se ofrezca el sexo como un producto más en una sociedad de consumo.
Sin duda, es muy importante tener en cuenta las posibles infecciones de transmisión sexual y embarazos no deseados que se pueden producir en los adolescentes, pero esos aspectos no pueden ser el fin de la educación. Hay que trasladar el centro de atención a la persona en toda su dimensión, al respeto hacia los demás y hacia uno mismo. En este sentido, hay que destacar la necesidad de superar el gran obstáculo que supone basar todo un programa de educación sexual en las distintas formas de protección para no quedarse embarazada o evitar una enfermedad de transmisión sexual, mientras que, al mismo tiempo, se desprecia, o al menos se olvida, lo que significa el amor, la donación y la fidelidad.
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