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La Maragatería y Groningen

La Maragatería es una de las comarcas más antiguas de la provincia de León y su capital es la ciudad de Astorga. Se cuenta que, en tiempos remotos, las madres dejaban a los niños recién nacidos al relente de la fría noche, y si sobrevivían a la prueba, entonces eran niños sanos y los criaban. Ciertamente se trata de una leyenda falsa porque a todos nos parece una monstruosidad.

Groningen es una ciudad de Holanda en cuyo hospital universitario se ha desarrollado el llamado Protocolo de Groningen. Se trata de un texto muy importante ya que sobre él se ha aprobado la eutanasia para menores de 12 años.

Las instrucciones se refieren sobre todo a neonatos. El Protocolo distingue tres grupos de recién nacidos sobre los que hay que tomar alguna decisión respecto al mantenimiento de su vida.

a) Bebés que morirán poco después del nacimiento, porque están gravemente enfermos y no existe ninguna terapia.

b) Bebés que requerirán tratamientos importantes para sobrevivir, pero cuya calidad de vida y posibilidades de recuperación son muy bajas.

En estos dos grupos, en los que hay probabilidades altas de mortalidad, la decisión que se propone es retirarles la nutrición y la hidratación, por lo que los niños mueren, pero no se aplica el término de eutanasia infantil, sino de muerte natural.

c) Bebés con «sufrimiento intolerable» y con «pronóstico sin esperanza», aunque para su supervivencia no sea necesario que necesiten tratamientos médicos intensivos.

Los médicos de Groningen estudiaron 22 casos de eutanasia practicada ilegalmente con niños. No se trataba de sedaciones adecuadas para paliar el dolor, sino de actuaciones de eutanasia directa con bebés. Estudiando cómo se habían llevado a cabo, y teniendo en cuenta la ley de eutanasia holandesa, se difundieron los términos de «sufrimiento intolerable» y de «pronóstico sin esperanza» en el caso de los bebés. Teniendo ya los términos para describir la situación, el siguiente paso que se dio fue su legalización, por parte del gobierno holandés, para todos los casos de neonatos en los que se dieran esas dos condiciones. Tan sólo se añadió la exigencia del consentimiento de los padres —aunque la experiencia ha demostrado que, en ocasiones, el médico se siente suficientemente capacitado por su propia ciencia, para no solicitarla—, y el diagnóstico de otro médico.

Aparentemente resulta fácil, en el foro legislativo, tomar decisiones acudiendo a términos extremos, duros, y proponiendo soluciones que hacen desaparecer las situaciones difíciles. Pero conviene tener una visión completa de esas soluciones. En este caso, que la solución pasa por llevar a cabo la desaparición de una persona.

Las críticas contra la ley holandesa surgieron de muchos lugares. Aparecieron personas con espina bífida que habían salido adelante, y niños cuyo pronóstico había sido errado. Pero, quizás, el hecho más importante ha sido la investigación llevado a cabo por el doctor Rob de Jong, neonatólogo del Sophia Children's Hospital de Rotterdam, con neonatos con espina bífida en su forma más grave: Mielomeningocele (MMC).

El estudio iba dirigido a evaluar si los niños con MMC tienen un «sufrimiento intolerable» y un «pronóstico sin esperanza». Los resultados aparecen en artículo publicado en octubre de 2007 en la revista Child's Nervous System, con el título Deliberate termination of life of newborns with spina bifida, a critical reappraisal.

La conclusión de la investigación es que no se puede aplicar el concepto de «sufrimiento insoportable y sin esperanzas» a los recién nacidos con MMC. El término «sufrimiento» es demasiado genérico, y resulta un denominador inaplicable que no debe ser utilizado. Se ha demostrado que no pasan por fases de dolor intolerable, y que con las adecuadas terapias tienen perspectivas de futuro.

Aunque el bebé con MMC tendrá en el futuro que afrontar importantes obstáculos, su expectativa de futuro y su verdadera experiencia de lo que significa calidad de vida, no se pueden determinar con certeza en el momento del nacimiento. Clasificarlos como vidas sin sentido o hacer juicios sobre calidad de vida, es inaceptable en estos momentos. Los posibles problemas de estos neonatos se pueden abordar de una manera preventiva con terapias activas y cuando sea necesario con los protocoles profesionales de tratamiento del dolor.

No estamos, pues, ante enfermos terminales, sino que los bebés con espina bífida se convierten en terminales porque se toma la decisión de no proporcionarles las terapias necesarias.

Si la legalización de la eutanasia se extendiera, ahora sí que podríamos estar haciendo realidad lo que se dice ocurría en la Maragatería, por la decisión de no utilizar los medios de los que disponemos, para curar o cuidar a los enfermos.

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