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Descristianización y clerofobia

Existe la fundada sospecha de que el laicismo que defiende el gobierno, que se manifiesta en una clerofobia aún no violenta, se asienta en un plan de descristianización masiva y profunda de la sociedad española; como laicismo orgánico de corte totalitario representa la intencionalidad sistemática de apartar a los españoles de la fe católica y de la moral cristiana. Y no lo oculta.

En esta primera parte de la «solución final», el gobierno socialista, mediante las leyes de educación y otros acosos legales referentes a la financiación, la cultura y el magisterio moral de la Iglesia, busca la descristianización generalizada y la apostasía masiva. La segunda parte de la solución final debería ser la persecución religiosa abierta contra los pocos cristianos que aún queden en pie. Con ello los socialistas habrán cumplido sus inveterados anhelos de liberar a España de la bestia negra de la religión. Es decir, se trata de una intención estatal-totalitaria de largo alcance que choca bruscamente contra el más mínimo concepto elemental de lo que significa la libertad de pensamiento o de expresión. Se trata de un desiderátum de corte totalitario y, democráticamente hablando, criminal.

Tras las últimas elecciones a uno le vienen sin quererlo a las mientes aquellas penetrantes palabras de Demóstenes pronunciadas en su discurso "Sobre la Corona": "La ciudad se hallaba enferma. Los particulares y las masas, en parte no preveían el futuro, y en parte se dejaban prender por el cebo de la facilidad y la indolencia de la vida cotidiana; y todos habían sido presa de un mal de tal especie, que imaginaban cada uno en particular que la desgracia habría de llegar a todos salvo a ellos mismos, y que gracias a los peligros ajenos mantendrían segura su situación cuando quisieran". Muy pronto Atenas perdería por esa indolencia tanto su libertad como su dignidad.

Los romanos de la República vieron en la religión la mejor tutela de la moralidad y de las leyes. Según ellos y el gran historiador Livio sin religión se disolvería en seguida la sociedad. Pero hoy cierta superstición laical intenta convertirse «in caput anguli» de la sociedad española. Una superstición que no garantiza además la permanencia de valores comunes, sino que, por el contrario, disuelve la moral común española en el ácido pantano del relativismo. Haec est hora et potestas tenebrarum.