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Salud reproductiva, de verdad

Está de moda hablar de "salud reproductiva", y usar la expresión para defenderla como un derecho de la mujer. Y tienen razón quienes desean que la mujer sea reproductivamente sana. ¿Cómo? Veamos.

Primeramente debemos, como corresponde a la igualdad de derechos de género, extender la salud reproductiva por igual, con las características del caso, tanto a hombres como a mujeres. Por ejemplo, la castración forzada de un varón, es una flagrante violación de su derecho a la salud reproductiva; simplemente se la habrán destrozado.

Igualmente, el derecho a la salud reproductiva aplica a individuos de todas edades, desde que empieza su vida hasta que su capacidad reproductiva termina, con la menopausia en la mujer, y en un varón sano en general hasta su muerte.

Reflexionemos; si realmente deseamos salud reproductiva para la mujer en particular, obliguémonos, como sociedad, a aceptar las medidas necesarias para protegerla; tomar precauciones, dar la educación y orientaciones adecuadas, para que cualquier mujer en edad reproductiva pueda cuidar su salud genética.

La salud de la mujer debe entonces ser protegida lo mejor posible, para que su capacidad reproductiva, la de tener hijos, se conserve sin nada que pueda dañarla. Cualquier acción, médica o no que afecte la salud reproductiva de la mujer, para que pueda engendrar hijos, debe ser evitada.

La salud reproductiva de la mujer requiere también la protección legal y médica, en todo aquello que perturbe la salud del producto de su capacidad de concepción. Toda acción que afecte al hijo concebido en su seno, al proceso por el cual ese hijo se desarrolla y crece, va contra la salud reproductiva; no es aceptable.

Interrumpir el embarazo, es decir, provocar un aborto, es un atentado contra la salud reproductiva de la mujer. No solamente rompe un proceso natural de la reproducción, es decir la materia de la salud de la procreación y concepción de una nueva vida, sino que es fuente de muchos daños a su salud, física y mental.

La "interrupción del embarazo", sin ambages el aborto provocado, causa en las mujeres daños en su capacidad reproductiva, que pueden ir de casi imperceptibles hasta la pérdida total de su salud reproductiva: no podrá volver a concebir un hijo. En este caso extremo, una mujer que aborta (involuntaria o voluntariamente) puede llorar el resto de su vida la terrible pérdida de su salud reproductiva.

Pero hay algo peor; con el aborto, espontáneo o provocado, con o sin cuidados médicos, la mujer puede perder más que su salud reproductiva, llega a perder la vida. Para evitarlo, se deben tomar todas las medidas que protejan a la embarazada de un aborto espontáneo y, lo más fácil, evitar el aborto provocado.

Hay más que abundante información médica y psicológica sobre los traumas, menores o mayores que sufren las mujeres que, en contra de su salud reproductiva, se han hecho practicar un aborto o ellas mismas lo han provocado. Estos fantasmas de la culpa (absolutamente real) de las abortistas, llegan a acompañarlas consciente o inconscientemente toda su vida.

Para muchas mujeres que han "interrumpido su embarazo", no quedan mayores rastros físicos del aborto. Pero cuando sí hay daño, puede llevarles a abortos espontáneos, perdiendo un nuevo hijo más que deseado. Pueden también provocar la infecundidad permanente: no más hijos, aunque quiera.

Esta es una carga muy fuerte sobre su psique. ¡Maté a mi hijo! Sí, mataste a tu hijo. Muchas mujeres sufren terribles ataques de angustia, depresión y sentido de culpa, que requieren atención médica a largo plazo. Desgraciadamente la mayoría no recurre a la necesaria ayuda psicológica o psiquiátrica.

¿Que a las creyentes les atormenta el sentido religioso de respeto a la vida, y la conciencia de gravísimo pecado? Sí, eso es consecuencia del atentado contra su salud reproductiva por medio del aborto provocado. La mayoría evita también, por vergüenza, la búsqueda de ayuda espiritual, y queda muchas veces en simples confidencias a mujeres cercanas, que no tienen formación ni capacidad para ayudar espiritual, psicológica o psiquiátricamente.

Todos los problemas de salud que ocasiona el aborto provocado, eufemísticamente llamado "interrupción del embarazo", son verdaderos casos médicos de menoscabo, en diverso grado, de la salud reproductiva de la mujer.

Igualar el cuidado de la salud reproductiva de la mujer con una facultad legal de abortar, destruyendo la vida resultante de su capacidad de reproducción, es un absurdo, una verdadera burla de lenguaje, es un contrasentido.

Cuidar la salud reproductiva femenina, implica eso: su cuidado, no su puesta en riesgo, no el provocar daños físicos o psicológicos, de largo plazo o permanentes.

El cuidado de la salud reproductiva es, además de derecho de las mujeres en edad de reproducción, un derecho también de las mujeres en las primeras horas, días y meses de concebidas, en el vientre materno. Matar una niña en el vientre de su madre es mucho más que un ataque a su salud reproductiva, es la negación total de todo derecho vital.

¿Queremos realmente, de verdad, proteger la salud reproductiva de la mujer? Como sociedad, como Estados nacionales y como comunidad internacional, terminemos con cualquier práctica o situación que dañen esa salud reproductiva, como son la malnutrición, la inasistencia médica, la insalubridad en su hogar y en su entorno, la ignorancia y, por supuesto, impidiendo el mayor daño a esa salud reproductiva: el aborto provocado, la "interrupción del embarazo".

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