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La gran hazaña paterna
Dicen que el Ironman es la prueba más exigente del Triatlón. Con sólo ver las características del torneo, a uno le dan ganas de mirárselo desde lejos. Consta de 3.800 metros de natación (en aguas heladas), 180 km. de ciclismo y 42,2 km. de pedestrismo (a trote). Además de la exigencia del esfuerzo que requiere realizarlas, consta de un tiempo límite de 17 horas, con un promedio de 12 horas. ¡Casi nada! Clasificarse ya es toda una proeza, teniendo en cuenta que la mayoría de los participantes —seguramente los más preparados del mundo— se entrenan duramente durante uno o dos años para superar toda una serie de pruebas previas que les ha permitido competir. Cada año en Hawai se lleva a cabo este campeonato.
Los motivos por los que los atletas participan pueden ser variados. Hay quiénes lo hacen como un desafío personal, otros para poder acabar la carrera aunque sea dentro del tiempo límite, y están los que anhelan lograr el reconocimiento Ironman, que les ayude a progresar en su prestigio como atletas profesionales.
Como otros, el norteamericano Dick Hoyt, de Massachussets, compite cada año. Pero lo sorprendente no es que lo haga, como tampoco lo son los 60 años que ya tiene y, a pesar de ello, ser capaz de lograr acabar esta prueba. Su proeza está en los motivos que le llevaron a realizarla esta vez. En esta ocasión cumplió con la prueba llevando consigo a su hijo, que desde que nació sufre parálisis cerebral. Sí, no solamente fue capaz de superar la competición rozando las 17 horas previstas, sino que además lo hizo llevando a su hijo: arrastrándolo en una barca, llevándolo en su bicicleta y cargándolo en sus brazos en la última de las pruebas. Dick Hoyt ha sido reconocido como el personaje Aquarius de la semana.
Quizás alguno llegue a pensar que detrás de este gran gesto, haya cierta intencionalidad de marcarse «un farol» ante los medios de comunicación, demostrando su valía y de lo que ha llegado a ser capaz de realizar. No lo creo, si Hoyt lo ha hecho ha sido por su hijo, porque sabiendo que éste —por sus propios medios- nunca sería capaz de hacerlo, le ha permitido cumplir un logro que para otros hubiera resultado imposible. Porque el hijo de Hoyt, a pesar de padecer parálisis cerebral, ha cometido su sueño de lograr alcanzar lo que su padre lleva haciendo desde muchos años.
Admiro a Dick Hoyt, lo reconozco. Pero no tanto por alcanzar la prueba, eso es lo de menos. Admiro a Hoyt por todos los años que lleva volcado en su hijo, por esos momentos de sacrificio personal que ha debido sufrir a cambio de conseguir el bienestar de su retoño, porque es indudable que su vida ha sido generosa y fecunda, porque ha sido capaz de renunciar a muchos caprichos personales, porque cuando vio «la que le caía encima» si dejaba nacer la criatura fue capaz de decir que sí, por aguantar con valía tantos años vividos junto a su hijo, por su paciencia, por su cariño, por su comprensión, por el amor con el que lo ha estado cuidando.
En una sociedad actual, donde el hedonismo y el egoísmo se han convertido en sinónimos de bienestar y progreso, Dick Hoyt es todo un ejemplo de cómo el sacrificio puede llegar a conllevar la más plena felicidad.
La proeza de Dick Hoyt no está en haber superado el Ironman, sino en su tesón, superación y amor como padre.
Del director
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