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La secularización de los Valores

La mayoría de los analistas sociales están de acuerdo en afirmar que, no sólo se están operando profundos cambios en nuestra época, sino que, en realidad, estamos en un época de continuos cambios, que no son solo periféricos y meramente coyunturales, Son, además, rápidos, globales y profundos. Si hay tres palabras que en el comienzo del nuevo milenio estuvieron de moda son Post-modernidad, Neo-liberalismo y Globalización. Términos que denotan no solo lo complejo de los cambios que vivimos, sino las transformaciones que afectan diferentes áreas como la tecnología, la política, la economía de mercado, la cultura... Pero también, la vida familiar, la religión, y toda nuestra escala de valores.

La Modernidad nos hace ver que estamos viviendo en una sociedad que supera día a día las situaciones o los esquemas en los cuales nos desenvolvíamos hace algunos atrás. Incluido los valores. Con rasgos bien marcados, esta Modernidad, en la que el consumismo, el relativismo social, el individualismo y la influencia de los medios de comunicación social se unen a la libre competencia del neoliberalismo, llegando a aceptar la desigualdad como un valor positivo para el crecimiento y la acumulación de recursos, parece completar su escenario con la tan famosa Globalización.

Este sistema, que lleva tres nombres, o que entre los tres lo forman, engendra un sistema de dominación universal en función de los intereses económicos — financieros, comerciales y políticos, de las minorías privilegiadas. Pero su presencia y permanencia no sólo tiene un impacto económico sino también cultural en cuanto a que nacen nuevas formas de relacionarse con la naturaleza, con la sociedad, con las instituciones. En la medida en que estos factores entran en la vida intima de las personas de los pueblos, destruyen su escala de valores y su identidad. La aceptación de valores distintos y de contravalores desencadena en un falso aprecio de la superioridad del más poderoso, una progresiva pérdida de auto-estima, y una triste aceptación, como normal, de la dependencia y de la sumisión.

Sin dudas hay una pérdida de identidad, junto a la influencia de los medios de comunicación social, muy especialmente la TV, que llevan a la pasividad, a la copia de modelos y al conformismo. Las apariencias valen más que la realidad . El tener importa más que el Ser. No es malo pertenecer a este sistema, pero si es necesario reconocer que solo desde los valores morales, se puede ir desarrollando la capacidad crítica. La recepción activa, pero a la vez critica y creativa.

Lo peor, nos hace ajenos a la responsabilidad que tenemos de fomentar todos el bien común.

La posibilidad de una alternativa frente a este proceso cultural, autoritario y masificador, supone una toma de conciencia frente al peligro de ir adoptando modelos de vida totalmente ajenos a nuestra realidad social, cultural y religiosa. Nunca fueron más explicitas y necesarias las palabras de la encíclica Gaudium et Spes cuando expresa:

«Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y la compañía de la caridad».

Asistimos a una secularización de los valores. La ética está dejando de tener un papel normativo para regular los comportamientos. La política, la economía, el comercio, se rigen por pautas pragmáticas, alejadas cada vez mas de los valores morales.

Solo en la toma de conciencia de que de todos y de cada uno depende cambiar esta situación, podremos constituirnos en un eficaz instrumento para cambiar este panorama, revalorizando los dones que se nos han dado en la creación, haciendo hincapié en la preservación del medio ambiente, en la lucha contra el narcotráfico y la carrera armamentista, y sumándonos a la tarea de buscar la paz entre los pueblos y las etnias enfrentadas, la solución al problema del hambre y el analfabetismo.