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Recomendar un libro

A medio mundo nos ha pasado: en nuestro afán de conocimiento y sed de lectura hemos acudido a otras personas tratando de encontrar el libro que necesitamos. Otras veces, quizá nos auto investimos peritos del mundo editorial y nos hemos dado a la tarea de prescribir tal o cual lectura al que se nos acercó pidiéndolo.

Consta que el amor de los libros es el amor de la sabiduría. Pero también consta que no todo libro es amable ni mucho menos que toda la lectura, por el hecho de serla, redunde en provecho del que la hace.

El mundo de la lectura también tiene sus mecanismos. Quien desea aprovecharla y sacarle beneficio debe ser consciente de que hay que acercarse con la humildad del que sabe que no sabe y que, sin embargo, por ese mismo hecho, ya tiene buen trecho andado. Aprovechar y disfrutar una lectura presupone una justa elección. En la elección radica nuestro futuro como lectores avispados o como absentistas literarios.

A la hora de pedir u ofrecer recomendación sobre lecturas, debemos tener en cuenta una serie de pautas que, poco a poco, se pueden hacer hábito y ahorrarnos decepciones, desencantos o el rechazo a este medio por el que se comunica el saber, se alcanza el descanso o se edifica la vida.

1. El que pide la recomendación

A. A quién se pide la recomendación

No es discriminación hacer una buena elección. Hay que apelar a quien conoce. Al momento de pedir una recomendación no basta la buena intención y humildad de la pregunta.

Es un hecho: no todos están capacitados para recomendar un libro. Recomendar implica no sólo la buena voluntad de hacerlo cuanto un bagaje de lecturas fruto de un hábito adquirido durante años, acrisolado por la riqueza de la experiencia. Por tanto habría que considerar a quién se acude para pedir consejo so riesgo de llevarse una decepción.

En buena medida, una óptima recomendación también depende mucho del solicitante. Éste debería ofrecer pautas de orientación que ayuden al que recomienda a dar lo que busca. Dos coordenadas importantes son ¿qué se quiere leer y para qué se quiere leer?

Saber qué se quiere leer implica un mínimo de nociones literarias; distinguir entre los diferentes géneros (cuento, novela, ensayo, poesía, artículo, autobiografía, etc.). Tener claro para qué se quiere leer es cobrar conciencia de que hay diferentes modo de comunicar la sabiduría. No es lo mismo comunicarla de una forma novelada y con palabras fáciles de comprender que ayudan al descanso que de un modo más elaborado que acusa poner una mayor concentración. Una lectura puede ayudar a profundizar en un tema de interés de maneras diversas: haciendo descansar o fomentando el meter todo nuestro ser en el estudio de determinado argumento.

B. Quien da la recomendación

La experiencia hace la diferencia. Así como no es lo mismo que un catador recomiende tal cosecha vinícola o vino, tampoco es lo mismo que un experimentado sibarita lo haga de tal casa editorial o título de obra.

Un avezado lector sabrá recomendar mucho mejor que uno novel. Y es que aquél posee un bagaje de géneros literarios y un discernimiento crítico de autores, argumentos, casas editoriales, ideologías, etc. Pero posiblemente lo más rico de una experiencia como la de los lectores consumados sea su apertura a todo tipo de literatura, la ponderación, equilibrio y mesura de sus juicios y su deseo por seguir creciendo como lectores. Ya lo decía san Jerónimo: Crebrius lege, disce quam plurima (Lee con bastante frecuencia, aprende lo que más puedas; Epist 22, 17).

Ciertamente el que recomienda un libro debe ser muy consciente de que sus gustos no son los del que pide la recomendación. Es un dato de experiencia: lo que nos gusta no siempre es lo que le gusta a los demás.

Para hacer una atinada recomendación es de desear:

B.1 Conocer el temperamento, personalidad y carácter del que la pide.

No es lo mismo recomendar un libro a un temperamento apasionado que a un amorfo como tampoco lo es hacerlo para un sentimental que para un flemático. Las predisposiciones e inclinaciones temperamentales son diferentes, la personalidad les matiza un interés particular hacia determinados temas y el carácter les ayuda diversamente a perseverar en la lectura de lo recomendado. Aquí se presupone el conocimiento de los temperamentos.

B.2 Las coordenadas para la orientación del que recomienda.

Ya habíamos tratado este tema antes pero ahondemos más.

Cada vez que se pide recomendación de un libro debería seguirse un para qué que oriente en la recomendación. El motor que nos lleva a leer puede ser distinto: unos buscan saciar una duda puntual, otros profundizar en determinado argumento, algunos más pasar un rato agradable y otros tantos descansar, investigar, estudiar, cumplir una tarea escolar, curiosidad, etc.

Un libro de historia no es lo mismo que uno de economía como tampoco es lo mismo una novela histórica que la historia de la economía. Por tanto, mientras más al detalle vayamos, más nítido y agradable será el encuentro libro-hombre.

Por último, el que recomienda una lectura debe saber qué tanto sabe el otro del argumento que está pidiendo consulta. No es lo mejor dar la bibliografía de una excelente obra cuando probablemente el que la recibe no tiene idea de lo que va a leer. Pienso, por ejemplo, en un tema de historia: digamos por mentar algo, la constitución del Estado de Israel. Si antes no se tiene un contexto general que ayude a ubicar el pasaje particular, será menos comprensible e incluso desagradable posar los ojos por nombres, fechas y hechos que no suenan a nada. En ese caso es mejor ofrecer primero un libro de historia universal que sepa ubicar al lector en el meollo de lo que podrá aprovechar luego y comprender mejor.

Conclusión

Hay muchos que son amantes de los libros, los leen y tienen bibliotecas completísimas de ellos. Otros más sólo tienen las bibliotecas y viven en el agobio de no poder dejar reposadamente sus ojos en ellos. Aquí convendría aplicar aquella máxima que no debe desanimarnos: si no puedes leer todo lo que tienes, basta que tengas cuanto puedes leer.

La lectura es la comida del hombre abierto a la erudición. Quien pide recomendaciones de libros denota su disposición a acercarse a esa erudición a la que naturalmente tendemos. Con lo hasta aquí expuesto de forma sumaria bien se puede hacer una idea de qué es necesario procurar y qué evitar al momento de pedir ayuda a la persona adecuada. Sí, en buena medida, un pedir recomendación es como una confesión y un ofrecerla como una absolución.

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