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El éxito no es sinónimo de felicidad ni de realización

Se llama Eva Herman y fue una de las más afamadas periodistas de la televisión alemana. Progre perfecta en su juventud, renunció a una familia para poder llevar adelante su profesión.

Hoy es portavoz de un vigoroso movimiento europeo que reivindica la maternidad. Hace algunas semanas ofreció una entrevista al diario español La Vanguardia (cf. 2 de abril de 2008) y en ella puso de manifiesto la instrumentalización del feminismo como medio de explotación de la mujer que las hace menos ellas.

Las respuestas dan pie a unas cuantas reflexiones sobre este mismo tema cuyas consecuencias (madres que lo son a edades avanzadas, mujeres que renuncian a la maternidad so pretexto del trabajo y el éxito, familias desunidas, niños que no conviven con sus padres, madres solteras, etc.) son perceptibles y acusan un adecuado y claro trato.

¿Se puede ser madre y profesionista?

Posiblemente uno de los dilemas con el que se encuentra la mujer profesionista con mayor frecuencia, es el de ejercer su carrera o echarla en saco roto. Desde un inicio se enfatiza todo el tiempo, esfuerzo y dinero invertido en los estudios, como fijando desde un comienzo que sólo se puede seguir una de las dos posibilidades y haciendo aparecer en desventaja a la maternidad.

Eva Herman destaca en una de sus respuestas este afán por parte de los empleadores, de algunas feministas y del integrismo de izquierda, al «intentar convencernos de que nos hacen un gran favor al librarnos de las servidumbres del hogar». Y en otro lugar declara: «Me di cuenta demasiado tarde de la estafa capitalista y progre del sistema. Durante 25 años quise ser la mejor: fui presentadora de televisión y a los 38 años, casi fuera de tiempo, por fin me decidí a tener un hijo. ¡Cuánto me arrepiento de no haberme dedicado más al hogar y a los hijos que pude tener!»

Una explotación sutil

Muchas mujeres, sobre todo las más jóvenes, que están a la caza del éxito y de la fama, no perciben el yugo al que quedan sometidas cuando aceptan renunciar a lo que es parte de su propia naturaleza, de sus propios dones, a su femineidad.

Contrariamente a la imagen chusca, errónea y caricaturesca de una madre reducida a poco más que esclava familiar, son pocas las que han logrado percibir la belleza del ejercer como tales y la explotación que de ellas hacen quienes las privan del don invaluable de la maternidad dentro de la única familia posible entre varón y hembra. Ofreciéndoles salarios aparentemente buenos, mientras son jóvenes, y cegadas ya por el dinero, ya por la buena posición momentánea, dejan de lado el pensar en los hijos, en un compromiso matrimonial: en clave de responsabilidad.

No sin razón, Eva apuntó: «mi madre sólo se dedicó a sus hijos y nosotros la cuidamos hasta el fin. ¿Quién dará cariño en su vejez a la mujer que lo da todo por la empresa? ¿Cree que su empresario irá a verla al asilo?».

La belleza de la maternidad en el momento adecuado

Es verdad que muchas mujeres no renuncian abiertamente a la maternidad y todo lo que ella implica (obviamente colocamos la maternidad dentro del marco familiar donde se demuestra auténticamente esa belleza).

Las más de las veces sólo es «postergar» a un mejor momento. Pero, ¿cuál es ese mejor momento? Eva Herman recuerda que tener hijos después de cierta edad es forzar la evolución natural de los vínculos afectivos: violar la naturaleza con métodos artificiales y castigar a los niños a tener padres con edades inadecuados. «¿Por qué forzar la naturaleza? ¿Por qué no tener hijos cuando el cuerpo está preparado? ¿Sólo a cambio de quemarnos en un trabajo que sólo hará ricos a los empresarios? ¿Qué agradecerá más nuestro hijo, la carrera de mamá o tener más salud por haber sido parido a la edad adecuada?», dice Eva.

La femineidad designa la capacidad humana de vivir para el otro y gracias al otro. Ciertamente las políticas actuales favorecen muy poco una valoración adecuada de los dones propios de la mujer, más concretamente de la belleza que entraña ser madre. Se está olvidando que si el mundo quiere ser verdaderamente un hogar común de paz debe ayudar a quien a su vez ayudará a lograr ese objetivo.

Por ello es necesario ponderar el trabajo desarrollado por la mujer en la familia e incluso buscar iniciativas de ley que protejan y remuneren a aquellas que han elegido libremente dedicar la totalidad de su tiempo al trabajo doméstico sin ser estigmatizadas socialmente.

La mujer trabajadora también merece horarios adecuados que no la hagan sentirse obligada a elegir entre familia y vida profesional. Se debe lograr que la madre pueda dedicarse, si lo desea, tanto al trabajo como al cuidado de los hijos.

Cuanto Eva Herman respondió a la entrevista de La Vanguardia, no es una opinión más. Como ella misma dijo, su opinión está basada en la Biblia porque además de estar escrito en ese libro sagrado, también lo está en la biología y, por lo tanto, en la naturaleza de todas las mujeres. La experiencia de Eva, y su valentía para referir cuanto ha expresado, son de ayuda y orientación para muchas mujeres que buscan luz en medio de una sociedad que les incita a no ser ellas mismas.

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