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La moral y la filosofía

La filosofía moral es inseparable y dependiente de la filosofía general, es decir, de la concepción de conjunto de su autor acerca del mundo, del hombre y de Dios, y de allí seguirá consecuentemente su moral. Cuando el moralista aborda la moral, ya tiene sus convicciones formadas y resuelve las cuestiones fundamentales de la moral en función de sus opiniones preestablecidas. El moralista es materialista o espiritualista antes de hacer moral. El materialista que hace moral construye un sistema en el que concuerda la moral, con su filosofía materialista, y lo mismo hace el espiritualista. Por eso, no se puede comprender a un moralista sino se conocen de algún modo los primeros principios en los que se asienta su sistema.

El moralista, además, tiene una gran dependencia de su moral práctica, o sea que el pensador que comienza a hacer moral es un adulto a quien la vida ha impregnado ya profundamente de juicios a priori, imponiéndole actitudes de toda clase, y al comenzar a reflexionar sobre la moral, ya tiene preestablecidos los principios fundamentales sobre los que va a construir su moral, y lo mismo con cierto número de conclusiones y su reflexión tiene por objeto relacionar y concordar las conclusiones con los principios, que es el sistema. Siempre se necesita una regla de vida que justifique su moral práctica. Si esa concordancia no llega a realizarse, la mayoría sacrifica la lógica antes que sus convicciones preestablecidas y atenúan su actitud ilógica con algún sofisma ingenioso.

Esto es lo que explica que hombres inteligentes hayan podido adoptar posturas irracionales; las explicaciones no están del lado de la inteligencia, sino del lado del apego a las convicciones vinculadas, a la vez, a la vida. Así, todo sistema moral no es más que la aplicación de una concepción general de la vida, tributaria a su vez de todos los puntos de vista del espíritu.

La filosofía moral no es la creadora de los sistemas filosófico, ni modifica la concepción que tengamos de Dios, del hombre y del mundo, pero como toda reflexión, obra sobre el que reflexiona y lleva a considerar aspectos de lo real en lo que hasta entonces no se había reparado, y nos llevan con frecuencia a fijarnos en la importancia de ciertos elementos del pensamiento o de la vida en los que no habíamos puesto atención.

La repercusión de la moral sobre la vida implica repercusión de la vida sobre lo moral, pues la vida precede a la reflexión moral, y el que no tiene ganas de cambiar de vida no las tiene tampoco de admitir proposiciones que la obligan a cambiarla.

Si queremos reflexionar sobre la moral eficazmente, es preciso tomarla como se presente de hecho, es decir, dentro del conjunto de las doctrinas religiosas y filosóficas en las que se ha cristalizado, y esto no se opone a la sana reflexión, pues ésta exige que se tenga en cuanta todo lo real, del que el hecho religioso constituye un elemento importante e imprescindible.

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