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La cultura se pone pantalones
El papel de conservar y transmitir la cultura en el hogar le pertenece a la mujer. Esta idea tiene su razón de ser en cuanto a algunas características femeninas: es observadora, cuida lo que tiene un valor afectivo, y por inclinación natural tiende a ser educadora.
Sin embargo, la cultura comprende todo tipo de cultivo, toda huella perfectiva que deja el ser humano. Por eso, aunque la cultura sea un vocablo femenino, puede portar pantalones al estilo masculino.
Al padre de familia no lo podemos circunscribir solamente a su papel de progenitor y proveedor. Esto supone un empobrecimiento y una falacia. Todos podemos recordar las interesantes conversaciones donde papá daba una visión de los problemas políticos, económicos y sociales. Muchas veces compartimos la zozobra de algún problema laboral y, aún siendo muy niños y con limitada capacidad para entender los asuntos, nos uníamos con absoluta solidaridad al enfoque de nuestro padre.
Así, no solamente mamá sino también papá nos dieron un sustrato cultural. Muchas veces eran dos enfoques divergentes y la defensa de las dos posturas pudo formarnos en un criterio mucho más amplio del de la univisión.
La personalidad paterna aporta su peculiar modo de existir, causa la humanización del hijo, establece objetivos y, por ello, asume un estilo de autoridad, muestra un orden inteligentemente asumido y compartido con su prole, facilita los medios para solventar los problemas de la cotidianeidad.
El estilo de la familia lo marcan los progenitores y, generalmente, el padre se caracteriza por sentir el orgullo de prolongarse en sus hijos. Desea marcar su impronta y lucir a la prole con un sentido de pertenencia lleno de orgullo.
El trabajo profesional del padre también deja huella, pero, muchas veces es más honda la huella del modo de entretenerse. La afición por algún deporte o por un pasatiempo forjan con más hondura a los miembros de la familia, ya que estas actividades son amables y no se reciben como una obligación.
El padre ante los medios específicamente culturales y educativos tiene un papel crucial y espontáneo. La vida cotidiana tiene un caudal inagotable de recursos, expresión del sentido común y un camino cierto hacia la sabiduría. El misterio de la ausencia del padre y su retorno después del trabajo, estimula la imaginación de los hijos y dispone a la escucha de tantos sucesos sorprendentes.
Estas situaciones, aunque peculiares en cada familia, también tienen una similitud de fondo. Por eso, la finalidad de este escrito es mostrar la gratitud a todos los padres y, si no se habían dado cuenta de toda la importancia de su papel, ojalá por este conducto puedan admirarse de lo que han hecho.
Vale la pena superar el cansancio por el esfuerzo realizado fuera del hogar para atender a la esposa y a los hijos, ello produce un cultivo rico y generoso. Gracias, padres, por haber mostrado el modo masculino de hacer la labranza en los miembros de la familia.
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