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Que una mujer no pueda ser sacerdote es una cuestión puramente teológica
La eminente teóloga alemana, experta en temas feministas, aclara qué hay detrás de la absoluta negativa de la Iglesia Católica a ordenar mujeres sacerdotes.
El 29 de mayo, el Vaticano dio a conocer por medio de "L'Osservatore Romano" la rotunda negativa de la Iglesia Católica a ordenar como sacerdotes a mujeres, y decidió castigar con la excomunión a quienes quieran seguir ese camino. Además, el cardenal estadounidense William Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, firmó un decreto en ese sentido que también afecta a las iglesias cristianas de rito oriental que reconocen la autoridad del Papa.
Para muchos, la situación no es clara y acusan que esto es un simple capricho del Vaticano; por eso, la teóloga alemana Jutta Burggraf, profesora de la Universidad de Navarra, especialista en temas feministas y reconocida por el Vaticano como la mujer que mejor conoce el tema del sacerdocio femenino, accedió a conversar acerca del espinoso asunto con "El Mercurio".
—Hay quienes se molestan porque la mujer no puede ser sacerdote. Lo ven como una injusticia y discriminación. En realidad, tenemos que aceptar que no se trata de un asunto feminista -que pueda plantearse en el plano de los derechos naturales-, sino de una cuestión estrictamente teológica, sacramental, que debe considerarse a la luz del misterio de Cristo.
—En el trato con la mujer, Jesucristo actuó completamente libre, incluso contra las costumbres de Israel. Eligió a una mujer, a María, entre todos los hombres, pero no le confirió el sacerdocio ministerial a ella, sino sólo a varones. Los apóstoles siguieron su ejemplo, y la Iglesia debe conservar también hoy este modo de actuar. Esta postura no es una manifestación de anquilosamiento sino de fidelidad.
—El sacerdocio es un sacramento...
—En efecto, el orden sacerdotal es de naturaleza sacramental, y la Iglesia Católica tiene otro modo de entender los sacramentos que las iglesias evangélicas. No podemos cambiar lo específico de los sacramentos. En el ejercicio de su principal y específico ministerio -sobre todo en la celebración de la Eucaristía-, el sacerdote no actúa en persona propia, sino in persona Christi. En su condición de varón, representa a Cristo, esposo de la Iglesia, en cuanto autor de la gracia. La Santa Misa, para los católicos, no es simplemente un recuerdo de lo que sucedió, sino la actualización del sacrificio de Cristo. El sacerdote es signo e imagen de Cristo y, a nuestro entender, conviene que los signos sacramentales se parezcan a lo que significan. Es un hecho que un varón representa mejor a Cristo que una mujer cuando dice: "Esto es mi Cuerpo".
—¿Esto no supone minusvaloración de la mujer?
—No podemos plantearlo todo desde la perspectiva del prestigio y de la ofensa. Cada persona tiene su tarea, su camino original en el mundo. El hecho de que la mujer no pueda acceder al sacerdocio no significa que Dios quiera más al varón que a la mujer. Ni tampoco quiere decir que el papel de la mujer en la Iglesia sea secundario. El sacerdocio común que la mujer posee, en cuanto fiel, le capacita para desempeñar funciones vitales en la Iglesia, ofreciendo además la aportación específica de su condición femenina.
—La mujer ejerce su sacerdocio de modo especial en la maternidad. Como madre, también ella está llamada a ser "mediadora entre Dios y los hombres": es lugar de un acto creativo divino. Que la mujer en cuanto madre quede disminuida o en desventaja, sólo se puede afirmar a partir de una perspectiva muy superficial, que ha perdido la sensibilidad hacia lo esencial. En la visión cristiana es verdad exactamente lo contrario: la mujer, precisamente por su maternidad, posee una específica precedencia sobre el varón, como lo expresara con fina sensibilidad Juan Pablo II.
—¿Las mujeres podrían cumplir las tareas de un sacerdote?
—En épocas anteriores, algunos ilustres autores lo han negado. Afirmaron, por ejemplo, que las mujeres no podríamos guardar el sigilo de la confesión. Con mucha razón, su posición fue refutada porque, evidentemente, este no es un argumento válido ni aceptable. De otra forma, las mujeres no podríamos ser ni médicos, ni abogados, ni psicólogas, profesiones en las que también el secreto profesional es muy importante.
—En principio, las mujeres pueden realizar todas las funciones que competen a los sacerdotes: gobernar una parroquia, enseñar la doctrina cristiana, consolar, animar, corregir y alentar. Parece que la mujer tiene incluso un talento especial para estas tareas. Por esto, es comprensible que algunas mujeres, que no tienen la fe de la Iglesia Católica, se inclinen por el sacerdocio. Tenemos que tomar conciencia de que no se puede elogiar como "bueno" y "generoso" a un chico que quiere ser sacerdote, y denostar como "perversa" o "egoísta" a una chica que quiere lo mismo.
"La mujer ejerce su sacerdocio de modo especial en la maternidad. Como madre, también ella está llamada a ser 'mediadora entre Dios y los hombres'".
Igualdad
"Las mujeres pueden realizar todas las funciones que competen a los sacerdotes: gobernar una parroquia, enseñar la doctrina, consolar, animar, corregir y alentar. Parece que la mujer tiene un talento especial para estas tareas. Por esto, es comprensible que algunas mujeres, que no tienen la fe católica, se inclinen por el sacerdocio".
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