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Relativismo

Si bien es mas una tendencia que una doctrina, el relativismo impregna los espíritus en proporciones variables. Si no hay nada común entre un chino y un blanco, difícilmente se explique cómo un cirujano blanco, con sólo sus estudios y sin haber operado más que a europeos, pueda abrir tranquilo y seguro el vientre de un chino y encontrar los órganos exactamente en el mismo lugar...

¿Cómo se explica que un chino pueda aprender nuestra lengua, hacer estudios en nuestras escuelas y volver a China a enseñar a sus compatriotas lo que ha aprendido entre nosotros? ¿Acaso no hay nada en común entre lo que siente un chino por una china y la atracción de un blanco por una blanca? ¿Acaso no puede el chino amar a una blanca y expresar sus sentimientos de manera que toque los sentimientos de ella?

El relativista, lo que quiere decir, es simplemente que existen grandes diferencias entre los hombres, que esas diferencias son mucho más profundas de lo que se creía en tiempos pasados y que las morales antiguas y las instituciones no tenían suficientemente en cuenta tales diferencias. El relativismo se explica entonces como una reacción, y como la mayoría de las reacciones, transfiere a fórmulas absolutas lo que aparece en el plano relativo.

El relativismo no resiste a los ejemplos prácticos enumerados, y sirve de pretexto, sin embargo, para todas las concesiones morales. Acarrea el abandonarse a los instintos y no ofrece ninguna resistencia al que opone como regla de su conducta moral el «yo soy así, hay que tomarme como soy». Esto encierra parte de la verdad, pero no toda.

El principio relativista se encuentra en nuestros días en todos los sistemas morales. La mentalidad media del hombre de hoy es que ninguna de las morales pueden ser consideradas suficientes, no se puede elegir entre los sistemas existentes, ni hacer un sistema entre todos. Si esto fuera cierto, la conclusión natural sería que no existe moral verdadera, y si no existe moral verdadera, tampoco existe una falsa moral.

El relativismo también es una reacción contra las morales tradicionales, en particular, contra la moral cristiana, sobre todo en materia sexual, pues parece siempre, según los reaccionarios, desprovista de flexibilidad. Otros no ven lógico el «no matarás» y después admiten casos en los que es lícito matar...

En realidad, el error descansa en lo que los moralistas cristianos llaman lo absoluto de la moral y la variabilidad práctica según las circunstancias. Una cosa es la inmutabilidad de los principios y otra, la variabilidad de las aplicaciones: la cuestión está en ver en qué medida deben variar esas aplicaciones.