» Baúl de autor » Cristina López Schlichting
Desabortemos
La revista «Época» y el diario «El Mundo» han prestado un generoso servicio a la verdad publicando las ecografías cuatridimensionales que demuestran la pujanza y la vida de los fetos. En las fotografías de los embarazos, de 26 y de 12 semanas respectivamente, se ven bebés perfectamente formados gestualizando, chupándose el dedo, bostezando. Tan fuerte ha sido el impacto en la opinión que, en Gran Bretaña, al menos dos madres jóvenes se han echado atrás en su decisión de abortar y en el Parlamento se han oído voces pidiendo la reducción del plazo para interrumpir los embarazos, situado actualmente en 22 semanas. En España es posible abortar hasta el día antes del parto, porque no hay límite de fecha en caso de «peligro para la salud física o psíquica de la madre», supuesto al que se acoge el 96,8 por 100 de las 77.000 mujeres que abortan anualmente. Son muy pocos los casos de malformación del feto o violación. Si el aborto de por sí entraña riesgos (infecciones, endometriosis, problemas renales, depresiones) imagínense ustedes el panorama cuando lo que el ginecólogo tiene que «sacar» del útero es un feto de cinco, seis o más meses, que hay que matar, literalmente, y despedazar antes de proceder al legrado. Durante muchos años, con la excusa de no querer penalizar a la madre que aborta, muchos hemos mirado hacia otro lado en este asunto. Nadie va a devolver ahora la vida a los niños abortados, pero superados ya muchos prejuicios asociados a batallas paralelas (igualdad hombre-mujer, incorporación laboral de la mujer, vergüenza por la maternidad en soltería) es hora de empezar a pensar si es justo lo que está ocurriendo. Porque la ley tiene que ver con la justicia. El progreso técnico nos ha permitido fotografiar a los fetos en el útero y conmovernos, ¿vamos a quedarnos indiferentes? ¿No hay mejor forma de solucionar los problemas indudables que entraña un embarazo precoz o no deseado? No voy a pedir que ningún partido abandere la lucha antiabortista, porque no soy ingenua, pero es hora de abrir un debate sobre los recursos destinados, en primer lugar, a las madres embarazadas en circunstancias difíciles y, en segundo, sobre la vigilancia real de las clínicas privadas, donde cualquier deseo de aborto es enmascarado como grave riesgo sanitario. ¿Cómo es posible que los partes de aborto estén firmados en España por médicos a sueldo de estas clínicas, que se benefician de ese gigantesco negocio? En cuanto a nosotros, los agentes sociales y asociaciones pro-vida, aconsejaría más realismo. De nada sirve plantear una batalla frontal contra el aborto en una sociedad insensible. Mientras enseñamos que la fecundación es el origen de la vida, porque genera un embrión con carga genética individualizada y completa, y sembramos así un cambio cultural, planteemos tácticamente un objetivo más modesto para una primera reforma de la ley. Empecemos por pedir las doce semanas como plazo máximo en todos los supuestos. Y si alguien duda, mostrémosle las nuevas ecografías y los preciosos gestos de los no nacidos.
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