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¿Se puede rehabilitar al filosofo que murio en la hoguera por herejia?

Intervienen sobre el caso el cardenal Poupard y el teólogo pontificio

Cuatrocientos años después, la muerte de Giordano Bruno sigue suscitando debate. Él próximo 17 de febrero se cumplirá el aniversario de su ejecución en la hoguera del Campo de las Flores en Roma, tras haber sido condenado por el tribunal eclesiástico que le consideró un hereje. Dentro y fuera de la Iglesia han surgido propuestas para pedir su «rehabilitación». Con este motivo, tuvo lugar ayer en la sede de la revista italiana «La Civiltà Cattolica» un interesante debate en el que participó, entre otros, el cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura.

Distinción importante Según el purpurado francés, si se analiza atentamente el «caso Bruno» el problema no es el de su «rehabilitación», pues su pensamiento, su filosofía, no eran cristianas. No constituyen «el objeto inmediato de la atención de la Iglesia, quien deja esta tarea a los historiadores y filósofos».

«Se trata más bien de analizar la actitud que tuvo la Iglesia con él --aclaró el «ministro» de Cultura de la Santa Sede--. Una vez constatada la incompatibilidad de la filosofía de Bruno con el pensamiento cristiano, es necesario confirmar el respeto por la persona y su dignidad. La quema en el Campo de las Flores es ciertamente uno de esos momentos históricos, de esas acciones que hoy día sólo pueden ser deploradas con claridad».

El cardenal reconoció que «la acción de la Iglesia contra la persona de Giordano Bruno es uno de esos antitestimonios de los que se arrepiente hoy la Iglesia, pidiendo el perdón del Señor y de los hermanos».

Giordano Bruno (1548-1600) no sólo fue condenado por la Iglesia católica, sino también por la luterana y la protestante. Era un sacerdote dominico que abandonó la orden a causa de sus dudas de fe y sus ganas de explorar los mundos culturales de la Europa renacentista. Sus primeras obras«De umbris idearum» o «Cantus circaeus» son ya manifestación de un monismo panteísta. Tras haber publicado libros en París, Londres y Frankfurt (escribió desde diálogos hasta poemas latinos), regresó a su país natal, Italia donde fue juzgado por el tribunal eclesiástico, condenado como hereje y quemado vivo.

El teólogo de la Casa Pontificia y secretario de la Comisión Teológica Internacional, Georges Cottier, ha confirmado en declaraciones al diario «Avvenire» la posición del cardenal Poupard. «Bruno no puede ser rehabilitado como pensador católico pues simplemente su pensamiento no lo era: desde el inicio negaba ideas como el dogma de la Trinidad, o la unicidad del alma personal...». En su caso, «la petición de perdón a Dios por parte de la Iglesia afecta a los medios que se utilizaron para la defensa de la verdad. La Iglesia siempre debe apoyar la fe, peor no con el poder secular».

De hecho, el proceso fue jurídicamente regular. «Duró siete años y se hizo según las normas, con la voluntad de salvar al imputado», dice Cottier quien es también dominico al igual que lo fue Bruno. Se trata de un caso muy diferente al de Galileo. «Este último era un creyente y fue acusado por posiciones científicas que en aquella época eran consideradas como incompatibles con la visión cristiana del mundo. Pero con él nunca se afrontaron cuestiones de fe. No se puede decir lo mismo del caso Bruno.

La muerte de Bruno le dio una notoriedad inesperada y se ha convertido en la bandera de corrientes anticlericales e incluso de algunos exponentes cristianos. El teólogo Drewermann, por ejemplo, se identifica con sus tesis. «Bruno pensaba que las religiones eran un hecho social que se equivalían entre sí --comenta el teólogo pontificio--. Pero no se trata de un signo de modernidad. Es mas, hoy la razón se vuelve a encontrar con la fe».

Cottier constata que Bruno tuvo también serios problemas con la Reforma calvinista en Suiza y después con los protestantes en Alemania. Pero, «de todos modos, ahora, los católicos son los únicos que hacen autocrítica».

Por su parte, el historiador italiano Giuseppe Galasso, al intervenir en el debate celebrado en la «La Civiltà Cattolica», reconoció que el caso Bruno ha tomado dimensiones históricas a causa de la manera en que murió. Según el derecho de la época, no tiene sentido discutir sobre la condena --añade--: el derecho canónigo y el civil (la herejía era comparada a alta traición) eran claros y Bruno sabía a lo que se exponía. En este sentido «la determinación heroica con que afrontó la hoguera para defender "su" verdad hizo que se convirtiera en uno de los símbolos de la tradición de la libertad de conciencia europea».

El debate en torno a Bruno ciertamente continuará, pero el cardenal Poupard pidió que se haga «en un clima de absoluta seriedad y objetividad».

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