» Baúl de autor » Eleuterio Fernández Guzmán » Eleuterio - 2008

Volver a empezar no es sólo un título

Siempre que empieza un curso, digamos, anual (que suele coincidir, para muchas personas, con el escolar) tenemos muchas preguntas que hacernos porque el espacio de tiempo que se abre delante de nosotros no deja de presentar incógnitas que, a la fuerza, necesitamos reconocer, aislar y, si es posible, solucionar.

Ahora, precisamente ahora, da comienzo un nuevo, digamos curso espiritual y, seguramente, podremos afirmar, sin temor a equivocarnos, que «Volver a empezar» no es, sólo, el título de una obra de arte cinematográfica sino, en verdad, algo más.

Empecemos, como suele decirse, por el principio.

Al parecer, el curso escolar 2008-2009 va a ser el primero en que en serio se va a implantar Educación para la Ciudadanía; el primero en el que, de forma sucesiva, nuestros hijos van a ser adoctrinados en una moral distraída y pegada, mucho, al mundo; reducido su comportamiento al gusto del gobernante y sembrado, como cizaña, en su corazón, el odio a las tradiciones cristianas que, por el hecho mismo de serlo, nos han acompañado, por lo menos, en los últimos 2.000 años que, como periodo de tiempo, no está nada mal.

Ha de ser, ésta, una lucha, digamos, sin cuartel porque lo que está en juego no es nada de poca importancia: educación moral de los jóvenes españoles para derivarlos, de forma definitiva, al relativismo.

No podemos olvidar lo que, con relación al tema de la dignidad de la conciencia moral (que es, sobre todo, lo que pretende ser violentado por Educación para la Ciudadanía) dejó dicho la Constitución Pastoral Gaudium et Spes (del Concilio Vaticano II) que entendía sobre el tema que «La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad» (GS 8)

Por lo tanto, aquí no vale con decir que EpC es un tema de poca importancia, que ya pasará y cosas por el estilo. No caben ni medias tintas ni ambigüedades ni tibiezas por parte de los padres católicos.

¿Cómo hemos, pues, de actuar? ¿Qué actitud hemos de adoptar ante tal realidad que, parece, casi imposible de evitar?

Tras rezar el Ángelus del día 6 de enero de 2008, Benedicto XVI, nos puso en el camino de comprender el sentido de nuestro actuar, dónde se encuentra la fuerza que nos puede ayudar a obrar y Quién ha de ser nuestro ejemplo: «Cada creyente auténtico —ha dicho— está siempre en camino en el propio itinerario personal de fe y, al mismo tiempo, con la pequeña luz que lleva en su interior, puede y debe ser de ayuda para quien se encuentra a su lado, y quizá necesita ayuda para encontrar el camino que conduce a Cristo».

Por tanto, a partir de lo que de personal hay en la fe; a partir de lo que, desde dentro, nos ilumina (Dios); a partir de poder ser ojos para aquellas personas que no ven al Padre o lo ignoran su presencia porque, más que nada, no lo conocen o lo han olvidado, sí que podemos hacer algo en este comienzo del denominado curso espiritual:

Por ejemplo, el Padre Clemente González nos ofrece tres posibilidades de actuar:

1.-Actuar con serenidad

Se actúa así cuando recordamos que Cristo siempre está con nosotros y que, tal posibilidad cierta y real, nos puede servir de ayuda en las tribulaciones (educativas o las que sean).

Por tanto, hay que comprender que no todos comprendan ni la religión, ni la fe, ni siquiera a Dios.

2.-Actuar con sinceridad

No quiere decir la primera posibilidad que tengamos que quedarnos con los brazos cruzados. Al contrario, está en nuestras manos, ahora que empieza todo de nuevo, hacer lo posible para que se sepa qué piensa el católico de lo que le produce tristeza por el actuar del mundo y de otros hijos de Dios.

Sobre esto, dice el Padre Clemente que «Por eso es necesario que cada cristiano conozca siempre mejor su fe, la profundice y sobre todo la viva cada día para poder dar respuesta a todo el que le pida razón de su esperanza (1 Pedro 3,15)»

Y esta es una tarea que nos hará ganar en sinceridad, en franqueza, porque así no podrá decirse nosotros que hablamos por hablar y que, en realidad, no conocemos bien nuestra propia fe.

3.-Actuar con caridad

Pero lo que ha de servir de punto de encuentro con el mundo y lo que, al fin y al cabo, determina que la actuación es católica es, sobre todo, el ejercicio, el cumplimiento de la primera ley del Reino de Dios: la caridad.

Por tanto, a pesar de que no podemos callar ante lo que es, objetivamente negativo para el hombre por ser contrario a la voluntad de Dios, no podemos, tampoco, dejar de amar a quien disiente y se muestra contrario a la fe y a la religión católica.

Aunque esto, es verdad, resulta, muchas veces, difícil. Pero nunca se ha dicho que seguir a Cristo sea cosa fácil.

Además, hemos de tener en cuenta que los ataques a la fe católica se van a seguir produciendo porque el laicismo no admite heridos y sólo admite derrotas absolutas. No se le puede escapar nada de lo que toca para tras mancillarlo y busca su aniquilación.

Sobre esto, Benedicto XVI, en el libro «Dios y el mundo. Una conversación con Peter Seewald», a la pregunta sobre los nuevos peligros para la fe dice que en lo que de respuesta puede haber ante la tolerancia que todo lo admite es que «la fe no busca el conflicto, sino el ámbito de la libertad y de la tolerancia mutua. Pero no puede dejarse formar en etiquetas estereotipadas y adecuadas a la modernidad».

No debemos, por eso mismo dicho por el Santo Padre, dejarnos someter a las etiquetas que pueden motejar a la Iglesia católica de retrógrada y anular, en cuanto podamos, la sensación que siempre se trata de imponer sobre que la Esposa de Cristo no tiene mucho acuerdo con la razón.

Bien sabemos que eso no es cierto. Pero también defenderlo es importante.