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Juan Pablo I, una semblanza

Murió a la edad de 66 años. Nació el 17 de octubre de 1912. En 1958 el Papa Juan XXIII lo nombró Obispo de Vittorio Veneto; en 1969 Paulo VI lo promovió a Patriarca de Venecia.

El domingo 28 de septiembre se cumplirán 30 años de la muerte del Papa Juan Pablo I, el «Papa de la Sonrisa» como se le llamó luego de verle en el balcón de la Bendición el 26 de agosto de 1978. La ceremonia oficial del inicio de su pontificado se celebró el 3 de septiembre y 25 días después moría. El pontificado de Albino Luciani apenas duró 33 días y su súbita muerte hizo que 1978 la Iglesia tuviera tres papas: Paulo VI, quien murió en Castelgandolfo el 6 de agosto; el mismo Juan Pablo I, quien muriera en el apartamento apostólico del Vaticano; y Juan Pablo II, electo el 16 de octubre.

Juan Pablo I murió a la edad de 66 años. Nació el 17 de octubre de 1912. En 1958 el Papa Juan XXIII lo nombró Obispo de Vittorio Veneto; en 1969 Paulo VI lo promovió a Patriarca de Venecia; de 1972 a 1975 fue vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana y en 1973 Paulo VI lo creó Cardenal.

Hacia las 8:30 de la mañana, casi tres horas después de encontrar al Papa muerto, la Santa Sede daba a conocer el comunicado oficial: «Esta mañana, 29 de septiembre de 1978, hacia las cinco y media, el secretario particular del Papa, no habiendo encontrado al Santo Padre en la capilla, como de costumbre, lo ha buscado en su habitación y lo ha encontrado muerto en la cama, con la luz encendida, como si aún leyera. El médico, Dr. Renato Buzzonetti, que acudió inmediatamente, ha constatado su muerte, acaecida probablemente hacia las 23:00 horas del día anterior a causa de un infarto agudo de miocardio».

El secretario de Juan Pablo I, Diego Lorenzi, describe cómo vio el cadáver: «Tenía dos o tres almohadones a la espalda. La luz de la cama estaba encendida. No parecía que estuviera muerto. Y las hojas de papel estaban completamente derechas. No habían resbalado de sus manos ni habían caído en el suelo. Yo mismo cogí las hojas de su mano».

Sor Vincenza, la religiosa a cargo del apartamento apostólico, nunca dijo nada, pero cinco años después, en 1983, poco antes de morir, informó que de la Secretaría de Estado le habían impuesto silencio (puede suponerse que habría sido el mismo Secretario de Estado, el cardenal Villot), pero que como ante su inminente muerte se sentía liberada de tal imposición, ahora daba a conocer que fue ella misma, y no el secretario del Papa, quien había encontrado el cadáver, que el Papa estaba sentado en la cama, con los anteojos puestos y unas hojas de papel en las manos, tenía la cabeza ladeada hacia la derecha y una pierna estirada sobre la cama, mantenía una leve sonrisa y la frente la tenía tibia. Dijo que también tenía tibia la espalda y agregó que «el Papa pudo morir entre la una y las dos de la mañana» (del 29 de septiembre).

El Dr. Francis Roe, quien fue jefe de cirugía vascular en el Hospital London de Connecticut, afirma que hay algo verdaderamente sospechoso en la forma en que se encontró el cadáver de Juan Pablo I: «Los cuerpos muertos no están sentados sonriendo y leyendo. Conozco gente que muere durante el sueño pero encuentro difícil creer que estuviera leyendo en el momento justo anterior a su muerte. Pienso que habría tenido tiempo suficiente para notar que algo estaba pasando. Habría sentido un dolor, y habría hecho algún esfuerzo para respirar, o para salir de la cama y pedir auxilio. He visto muchas muertes de esta clase, pero nunca he conocido a nadie que muriese sin inmutarse ante lo que le estaba pasando. El cuadro encontrado podría responder mejor a una muerte provocada por sustancia depresora y acaecida en profundo sueño».

Aunque oficialmente se negó, un fraile benedictino que trabajaba en la Secretaría de Estado dio a conocer, el mismo día de la muerte, que hubo autopsia y por ella se supo que el Papa murió por la ingestión de una sobredosis de un vasodilatador (que en la tarde anterior habría recetado por teléfono su médico personal de Venecia).

No es creíble que el Dr. Da Ros, médico personal del Papa Luciani, hubiera recetado una medicina contraindicada. Pero fue hasta 1993, tras quince años de silencio, que el médico declaró que Juan Pablo I estaba bien de salud y que él no le había recetado nada.

Con un diagnóstico sin fundamento, una autopsia secreta y un medicamento que no receta su médico personal, la noche del 28, o la madrugada del 29 de septiembre, hace 30 años murió Juan Pablo I.

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