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Mártires cristianos, no héroes de guerra

Vicente Cárcel, conocido y apreciado historiador de la Iglesia en la España contemporánea, pretende acabar definitivamente con un obstinado silencio, explicar qué fue aquella persecución y por qué se llegó a ella.

El libro se divide en cinco grandes partes. La primera, titulada 1931-1936: persecución, comienza preguntándose cómo se llegó en 1931 a la Segunda República y cómo recibió la Iglesia a la república. Afirma el autor que la Segunda República española fue esencialmente anticlerical y anticristiana; comenzó quemando iglesias y conventos, y acabó matando curas, frailes, monjas y católicos, después de destruir un ingente patrimonio cultural.

Se hizo una Constitución que invitaba a la guerra civil y, además, se legisló de forma sectaria y antirreligiosa. Tras la revolución comunista de Asturias (1934), la izquierda perdió toda autoridad moral para condenar lo de 1936. En esa revolución murieron muchos sacerdotes y religiosos, entre ellos los santos mártires de Turón, canonizados el 21 de noviembre de 1999. Esto demuestra que antes de 1936 estaba previsto destruir a la Iglesia en España.

La segunda parte titulada: 1936-1939: holocausto, comienza analizando detenidamente cuanto pasó en el verano-otoño de 1936, caracterizado por el odio, la barbarie y la ferocidad. Afirma que la persecución fue premeditada, cruelísima, inhumana y bárbara, pero esencialmente anticristiana. Defiende la Carta colectiva de 1937 como el documento más valiente y polémico del episcopado español, y aunque reconoce que tuvo sus limitaciones, afirma que dio resultados muy positivos, pues a raíz de ella comenzó a decrecer la persecución. Habla después de cómo el ministro Irujo intentó mitigar la persecución sin conseguirlo, de las detenciones y asesinatos de sacerdotes entre 1937 y 1938, de la farsa de la libertad de cultos en Madrid y Barcelona, porque el Gobierno republicano nunca quiso restablecer el culto, de la nueva oleada persecutoria en 1938 y de cómo, al faltar garantías, la Iglesia no permitió el culto público. Explica por qué el cardenal Vidal no quiso regresar a la España republicana; las intervenciones que tuvieron Bernanos, Maritain y Claudel, y la organización de la Iglesia clandestina.

La tercera parte está centrada en los mártires, que Vicente Cárcel calcula en cerca de diez mil. Distingue tres conceptos fundamentales: caídos, víctimas y mártires; explica el concepto actual de martirio, afirma que en España hubo auténticos mártires cristianos en la mayor persecución de su historia; analiza los datos estadísticos, denuncia que los perseguidores torturaron y asesinaron a monjas ancianas y enfermas, y a mujeres católicas, solteras, casadas y viudas. También sucumbieron jóvenes seminaristas en grupos; ultrajaron y sacrificaron a doce obispos y mutilaron sus cadáveres; martirizaron a un gitano (El Pelé) porque era católico; profanaron tumbas de religiosos y expusieron los cadáveres. Habla después de los mártires vivientes y de los procesos de beatificación.

En la cuarta parte, titulada: Hoy nos habría gustado que&, explica que la Iglesia nunca tuvo ingente poder económico, ni escasa sensibilidad; distingue entre guerra civil y cruzada religiosa, entre persecución religiosa y represión política, para concluir afirmando que la Iglesia no tuvo más remedio que ser beligerante, pero trató de impedir y mitigar la represión de los nacionales, aunque no siempre lo consiguió: Su gratitud a Franco no fue colaboracionismo, ya que la Iglesia fue la única voz crítica que tuvo el régimen dentro de España.

Afirma que la Iglesia perdonó y ha pedido perdón por lo de la guerra, y se pregunta: ¿Tiene que pedir perdón también porque Franco la salvó de la persecución? Y ¿quiénes más deberían pedirlo? Por último, se detiene brevemente en la reciente polémica sobre el perdonismo en España y denuncia que todavía en 1999 la Iglesia sigue siendo denigrada, insultada y calumniada.

El colofón del libro explica el sentido ideológico de las guerras del siglo XX; el magisterio de Juan Pablo II sobre los mártires del siglo XX; y lo que ha dicho el Papa de los mártires españoles beatificados, a los que se unirá en los próximos años una multitud inmensa de mártires que camina hacia los altares. Se pregunta también si estos mártires son molestos, marginados u olvidados. Y concluye diciendo que los mártires no fueron héroes de una guerra que nunca hicieron, sino mártires de la persecución religiosa republicana que azotó a España.

Una amplia nota bibliográfica puede ayudar al lector interesado a profundizar ulteriormente en el tema.

Se trata de un libro de gran interés y actualidad, porque acaba de celebrarse el pasado 7 de mayo la conmemoración de los Testigos de la fe del siglo XX, que aporta datos y documentos irrefutables y que desea honrar la memoria de los mártires españoles.

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