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Robert Hugh Benson
El anglicano Robert Hugh Benson en su libro Confesiones de un converso, escribe: «Durante 25 años viví en un ambiente clerical y durante nueve años fui pastor en una ciudad. Mi padre era la cabeza espiritual (arzobispo de Canterbury) de la comunidad anglicana de Inglaterra. Mi formación religiosa fue muy completa»[53].
«Los católicos romanos, creía yo, eran claramente corruptos y decadentes, eran los ritualistas y contaminados, y los protestantes eran radicales, ruidosos, extravagantes y vulgares»[54].
«Un día, (estando en Egipto) dando un paseo, entré, por pura curiosidad, en la iglesia católica del pueblo. Se hallaba rodeada de casas de adobe, no daba al visitante ninguna impresión de esa solidez y seguridad que suele proporcionar lo europeo, y su interior era poco atractivo. Sin embargo, ahora creo que fue allí donde algo parecido a la fe católica se agitó en mi interior. Obviamente, la iglesia formaba parte de la vida del pueblo. Estaba abierta, como las demás casas árabes y, aparte de sus fallos artísticos, era exactamente igual a otras iglesias católicas... Allí me planteé, por primera vez, la posibilidad de que Roma estuviera en lo cierto y de que fuéramos nosotros los equivocados. Mi desdén por la Iglesia católica empezó a impregnarse de respetuoso temor. Para tranquilizarme, entablé una profunda amistad con un sacerdote copto a quien, al volver a Inglaterra, envié un par de candelabros de bronce para su altar»[55].
«En Damasco recibí un nuevo golpe al enterarme por el periódico The Guardián de que el predicador, al que debía todos mis conocimientos de lo distintivo de la doctrina católica, se había sometido a Roma. Es imposible describir la sorpresa y el horror con que encajé la noticia»[56].
«En 1902, mientras paseaba con mi madre, le conté que había vuelto a tener inquietudes en relación con Roma. También le prometí que, si surgían de nuevo, se lo haría saber al momento. Nunca le agradeceré bastante el modo en que ella recibió mis confidencias. La mantuve informada, igual que a mi Superior, de las etapas de mi proceso y obedecí al pie de la letra los consejos de ambos. Leí todos los libros anglicanos que me recomendaron y consulte con todas las personas capacitadas que me propusieron».
No creo que, en general, los polemistas católicos lleguen a comprender lo que un anglicano tiene que padecer antes de ser admitido en la Iglesia católica... Me refiero, sobre todo, a los conflictos internos... La perspectiva de cambiar de Iglesia supone perder lo más íntimo, lo más querido y conocido, para caer en un desierto descomunal, donde serás observado[57].
«Yo era ministro de una Iglesia que parecía no tener criterios claros y únicos ni siquiera en materias directamente relacionadas con la salvación de las almas... Tomemos como ejemplo un solo punto esencial: la doctrina sobre la penitencia. En realidad, yo ignoraba, si estaba permitido o no enseñar que era indispensable para obtener el perdón del pecado mortal. Prácticamente, todos los obispos lo negaban y, algunos de ellos, negaban incluso el poder de absolver... Y cada día con mayor claridad, me era imposible afirmar que la Iglesia de Inglaterra exigía la confesión sacramental»[58].
«Un amigo, sacerdote católico, me dijo que el mayor inconveniente con el que tropezó al convertirse fue el de verse obligado a negar la validez de su ordenación. Hasta entonces, había sido un pastor ritualista, que trabajaba abnegadamente entre los pobres de una importante ciudad inglesa y que, durante años, celebró diariamente lo que creía ser el santo sacrificio de la misa. Me contó que casi le asustaba hacer la primera comunión... Sin embargo, en el momento en que la sagrada forma tocó su lengua advirtió la diferencia. Me dijo que, desde aquel instante, no dudó un segundo; pues, hasta entonces, sólo había recibido pan y vino acompañados de una gracia no sacramental. Y que este nuevo don era ni más ni menos que el Cuerpo de Cristo»[59].
«Ahora puedo decir que retornar desde la Iglesia católica a la anglicana sería cambiar la certeza por la duda, la fe por el agnosticismo, la sustancia por
las sombras, la luz brillante por la oscura penumbra, el hecho universal por una doctrina provinciana y carente de historia»[60].
«Los fallos del anglicanismo y del protestantismo, en general, son prueba de que su doctrina no es divina, los fallos en el catolicismo sólo demuestran que tiene un lado humano además de divino»[61].
Benson se convirtió en 1903 y, después de estudiar en Roma, fue ordenado sacerdote católico. Desde entonces, se dedicó a escribir libros para difundir la fe católica, siendo capellán de la Universidad de Cambridge.
Notas
[53] Robert Hugh Benson, Confesiones de un converso, Ed Rialp, Madrid, 1998, p. 11.
[54] ib. p. 29.
[55] ib. p. 40.
[56] ib. p. 43.
[57] ib. p. 72.
[58] ib. p. 75.
[59] ib. p. 104.
[60] ib. p. 110.
[61] ib. p. 116.
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