» bibel » Sagrada Escritura » Escritura y Ciencia » En torno a la «Revelación e Inspiración» en los libros sagrados de las diferentes religiones
I.- Ubicación del tema
Las oscilaciones entre lo uno y lo múltiple acompañan al hombre desde las más remotas edades. Sus fecundas tensiones, a la vez que las engañosas emboscadas que pueden tender, se patentizan de manera notable en la fe católica, que por su esencia misma es universal, es decir: una, pero siempre en potencia para encarnarse en multitud de culturas e individuos.
Jesús, en efecto, apuntó decididamente hacia la multitud, cuando envió a los suyos a «todas las gentes» (Mt 28,19), pero no menos indicó el único punto amalgamante, del que nunca podría independizarse esa expansión: «enseñándoles a cumplir todo lo que les he mandado» (ibid. v. 20), es decir, no cualquier opinión, moda o reglas de vida, de acuerdo a gustos o inclinaciones culturales, sino «lo que les he mandado».
La sucesiva historia de la Iglesia en sus diferentes empresas misionales, es testigo de que nunca ha sido una tarea fácil. Ya en el primer milagro pentecostal de las diferentes lenguas, que escuchaban y comprendían «lo mismo», nos encontramos con la reacción socarrona: «Han tomado demasiado vino» (Hech 2, 13), haciéndose necesaria la aclaración autoritativa de Pedro, entretejiendo en una interpretación unitaria los hilos de la historia anterior, cuya trama más íntima está asegurada por la muerte y resurrección de Jesucristo.
Semejantes encuentros y desencuentros han ido jalonando la tarea misionera en extensa gama de situaciones y pluralidad de latitudes.
Hoy en día, se han agudizado estos problemas, a la luz de la reflexión de fe, balbuceante todavía, pero cada vez más consistente, sobre la «teología de las religiones».
Se puede comprobar, en efecto, cómo, al igual que en las relaciones ecuménicas se ha ido pasando «del anatema al diálogo», se puede advertir no menos en muchos autores un paso a posiciones que se deslizan hacia otro extremo. Con la comprensible y básica buena intención de alejarse de tonos inquisitoriales y condenatorios, impulsados ahora por una simpatía pacifista, tienden a poner de relieve las «semillas del Verbo», que, según S. Justino, hicieron su aparición ya entre los pensadores paganos[1].
Sólo que en la actualidad, la alergia ante la «verdad absoluta», el gusto por el poco exigente indiferentismo, la curiosidad imperante por esoterismos orientales y cosmovisiones «cock — tail», que se complacen en mezclarlo todo, como, por ejemplo, en la «New — Age», han implantado el «supermarket» de las religiones, desembocando en la dislocación de la misma unidad de los misterios cristianos.
Entre esos valores que dicen descubrir en el acervo religioso de las naciones, muchos autores postulan, sobre todo, que, así como Dios, se reveló a Israel y a la Iglesia, también lo ha hecho a pueblos, que no pertenecen al ámbito religioso del judeocristianismo.
Acuden al prólogo de Hebreos (1, 1 — 2), para ampliar de esa forma «las muchas ocasiones y las diversas maneras», con que Dios habló antes de manifestarse definitivamente en su Hijo. Sostienen que esas etapas no se dieron sólo en el pueblo hebreo, sino ya en culturas extrañas y remotas.
Y no indagan únicamente sobre posibles contenidos revelados de fe y costumbres en otras orientaciones religiosas de la humanidad. Afirman, además, que los escritos sagrados de dichos credos fueron igualmente compuestos bajo el carisma de la inspiración de Dios, en forma análoga a la que estuvo en obra para componer los libros que constituyen en canon de la Biblia judeocristiana.
Tanto al asunto general (relación entre fe cristiana y otras religiones), como a este tema particular ha dado su respuesta clarificadora la Declaración Dominus Jesus (6 / VIII / 2000).
Se tratará aquí de ofrecer algunas perspectivas sobre las propuestas y discusiones en curso, especialmente acerca de la posible «revelación» divina y el carácter «inspirado» de los libros fundamentales de las religiones no bíblicas.
Notas
[1] S. Justino, Apología II , XIII, 5 — 6. S. Ireneo enseñaba que «El Verbo siempre ha asistido al género humano» (Adversushaereses, III, 18,1). Eusebio de Cesarea hablaba de una «preparación evangélica» actuante entre los pueblos paganos (Praeparatio evangelica, I, 1).
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