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Una sociedad enferma
Todos los medios se han hecho eco del hallazgo de una niña recién nacida encontrada en el mar de Málaga y que, según el dictamen forense, estaba aún viva cuando fue arrojada. Se añade que la policía está buscando a la madre de la criatura.
Es posible que mucha gente considere un crimen horrendo matar a una criatura recién nacida pero, quizás, esa misma gente mira para otro lado ante cien mil abortos anuales. Si una mujer tira a un recién nacido al mar o a un contenedor de basura, nos parece una madre desnaturalizada que merece ser castigada, pero si acude a una clínica abortista, se nos dirá que ejerce su derecho al aborto y que se necesita una ley que preserve la seguridad jurídica de tales mujeres y de los desalmados médicos mataniños.
Si nos parece horrible ahogar vivo a un recién nacido por qué no nos parece igual de horrible achicharrar en una solución salina al feto. El feto es también un niño que se mueve y patalea furiosamente cuando es agredido, en el seno materno, con las más variadas herramientas de carnicería hasta que muere y es arrojado a una trituradora industrial.
Desde los más altos organismos internacionales hay en marcha, desde hace tiempo, una perversa y criminal campaña, en la que bajo groseros eufemismos como control de población, planificación familiar, salud sexual y reproductiva de la mujer, contracepción y derecho al aborto se manipulan las conciencias y se va abriendo paso una nueva ecología humana en la que las personas tienen menos derechos que cualquier ranita de colores, extraño escarabajo o mariposa de colores. Estas son especies protegidas, pero el hombre no goza de ninguna protección ni en la primera etapa de su vida ni en la última. Otros decidirán cuando debemos morirnos para no causar gastos y molestias a los demás y hablarán con voz engolada y falsa del derecho a una muerte digna.
La escasa reacción social ante todo esto pone de manifiesto que vivimos en una sociedad enferma y anestesiada por los políticos y los medios de comunicación que nos proponen, como única meta, lo de gozar de la vida, es decir, del sexo sin amor ni responsabilidad. Tengo la impresión de que el hombre se degrada, los derechos humanos se olvidan, el bien y el mal dejan de ser valores morales para ser decididos en tenidas secretas y aquelarres pseudo-democráticos. ¿Seremos capaces de decir basta?
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