» Baúl de autor » Eleuterio Fernández Guzmán » Eleuterio - 2009
Empezar el año con algo de dignidad siempre es bueno
La doctrina católica se refiere, como es de esperar, a muchos aspectos de la vida del ser humano, creación de Dios, semejanza suya.
La dignidad de la persona no podía ser menos.
Para eso ha venido, en salvación nuestra, la Congregación para la Doctrina de la Fe, por muy increíble que esto pueda parecer.
El punto 1 de la Instrucción Dignitas Personae dice que «A cada ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural, se le debe reconocer la dignidad de persona. Este principio fundamental, que expresa un gran «sí» a la vida humana, debe ocupar un lugar central en la reflexión ética sobre la investigación biomédica, que reviste una importancia siempre mayor en el mundo de hoy»
Dos elementos fundamentales se pueden entresacar de esta declaración a favor de la vida humana y que así se manifiesta:
1.-El momento en el que el ser humano tiene dignidad.
Se intenta tergiversar, como sabemos, el instante preciso en el que el ser humano es, eso, ser humano. Se dice que si a los 14 días de la fecundación ya no se trata de un simple aglomerado de células o cosas por el estilo.
Sin embargo, quienes estamos en la verdad de las cosas que no es, sino, que desde el mismo momento de la concepción la persona es persona, no podemos admitir ni entender que se pueda manipular al ser humano como si se tratara de una «cosa».
Por eso dice el número 4 de la instrucción que «El cuerpo de un ser humano, desde los primeros estadios de su existencia, no se puede reducir al conjunto de sus células. El cuerpo embrionario se desarrolla progresivamente según un 'programa' bien definido y con un fin propio, que se manifiesta con el nacimiento de cada niño».
2.-Cómo debe afectar la dignidad a los avances médicos.
Por lo dicho arriba, es claro que la dignidad de la persona aparece en cuanto la concepción se produce. Por tanto, aquellas investigaciones médicas que puedan influir de tal forma sobre aquella, han de cuidar sus procedimientos para que no se produzcan ataques a la misma.
Porque, para que nadie vaya a llevarse a engaño, «La Iglesia, por tanto, mira con esperanza la investigación científica, deseando que sean muchos los cristianos que contribuyan al progreso de la biomedicina y testimonien su fe en ese ámbito»
Pero lo que no puede admitir la Iglesia católica es que las investigaciones médicas se hagan a costa de la dignidad de la persona.
Por otra parte, la Conclusión de la Instrucción Dignitas Personae dice que «Los fieles se han de comprometer firmemente a promover una nueva cultura de la vida, recibiendo el contenido de la presente Instrucción con asentimiento religioso, conscientes de que Dios siempre da la gracia necesaria para observar sus mandamientos y que, en cada ser humano, especialmente en los más pequeños, se encuentra el mismo Cristo (cf. Mt 25,40) Todos los hombres de buena voluntad, especialmente los médicos y los investigadores dispuestos a confrontarse y llegar a la verdad, sabrán también comprender y compartir estos principios y valoraciones orientados a proteger la frágil condición del ser humano en las etapas iniciales de su vida y a promover una civilización más humana».
Por decirlo así, se nos pone varias tareas que hemos de realizar las personas que pretendemos llamarnos, y ser, cristianas:
1.-La promoción de la cultura de la vida.
Ya habló Juan Pablo II de lo que denominó cultura de la muerte. En el número 21 de su «Evangelium vitae» dejó escrito que «En la búsqueda de las raíces más profundas de la lucha entre la 'cultura de la vida' y la 'cultura de la muerte', no basta detenerse en la idea perversa de libertad anteriormente señalada. Es necesario llegar al centro del drama vivido por el hombre contemporáneo: el eclipse del sentido de Dios y del hombre, característico del contexto social y cultural dominado por el secularismo, que con sus tentáculos penetrantes no deja de poner a prueba, a veces, a las mismas comunidades cristianas».
Por eso la Iglesia católica con, ahora, la Instrucción relativa a bioética, pretende proteger lo que es la misma cultura de la vida frente a la otra, la muerte procurada de muy variadas formas.
2.-Aceptación de la Instrucción como de obligado cumplimiento.
Por ser un documento que procede de un organismo legítimamente constituido para el conocimiento, sobre todo, de cuestiones relativas a la fe, es esperado, por parte de la propia Instrucción, que se acepte el contenido de la misma y, por lo tanto, se cumpla.
Y todo esto viene, sin duda, por tratarse de temas muy delicados incluso desde el punto de vista teológico donde han de surgir, seguramente, diversas interpretaciones del mismo.
Y, además, de todo, esto, también resulta importante lo que sigue:
-Reconocer que, en Dios, tenemos la fuerza para llevar a cabo lo que nos corresponda.
Y, más que nada, la necesidad de una efectiva protección del ser humano.
No podemos decir, por tanto, que la Iglesia católica no vele por la vida íntegra del ser humano. Otra cosa, muy distinta, es que no nos convenga (según, cómo y a quién) entender lo que en la Instrucción se dice porque, se diga lo que se diga, sí podemos empezar el nuevo año con algo de dignidad.
Al menos, con la compresión de sus presuntos límites que son, seguro, ilimitados.
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