» Tiempos » Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos
Ut unum sint
«Ut unum sint» (US) no es, solo, el título de una encíclica de Juan Pablo II Magno; no es, sólo, una expresión que puede resultar atractiva por lo que dice.
En realidad, es la expresión de la voluntad de Dios a la que hemos de plegarnos; ser fieles, a lo que dice y, sobre todo, llevarla a cabo.
Hace pocos días se ha celebrado la Semana de oración por la Unidad de los Cristianos con la que se trata de, digamos, fomentar, tal estado espiritual de cercanía entre los dispersos hijos de Dios.
El lema de tal Semana ha sido, este año 2009, «Estarán unidas en tu mano» que ha sido tomado de un texto del naví Ezequiel.
Esto es, en realidad, lo sucedido.
Sin embargo, bien podemos tratar de conocer aquello que nos puede ofrecer y aportar, para nuestra atribulada vida de cristianos, la citada encíclica del que fuera Papa polaco en orden a la tan ansiada unidad de los que nos consideramos hijos de un mismo Padre.
Ut
Unum
Sint
Que sean uno. Tal expresión de voluntad de parte de Cristo para con sus discípulos venía amparada por la misma voluntad de Su Padre que, lógicamente, no debía querer separación entre la semejanza que había creado.
¿Comprendemos lo que significa tal voluntad?
Ut
Unum
Sint
«Cristo llama a todos sus discípulos a la unidad». Con esto quiere decir, Juan Pablo II Magno, en tal encíclica, que el Hijo del Hombre manifiesta lo que, en realidad, debería ser el movimiento que sus hermanos en la fe tendríamos que tener como objetivo.
Por eso «los creyentes en Cristo no pueden permanecer divididos. Si quieren combatir verdadera y eficazmente la tendencia del mundo a anular el Misterio de la Redención, deben profesar juntos la misma verdad sobre la Cruz» (US 1)
¿Entendemos lo que supone tal división para la vida del Reino?
Ut
Unum
Sint
Subtitula la encíclica «Sobre el empeño ecuménico» porque no entiende, su autor, que se trate de algo baladí y a lo que no se le debe dar la importancia que merece. Muy al contrario, las dificultades del actuar ecuménico son contempladas cuando dice que «El compromiso ecuménico debe basarse en la conversión de los corazones y en la oración, lo cual llevará incluso a la necesaria purificación de la memoria histórica» (US 2)
¿Hasta dónde estamos dispuestos a convertir nuestro corazón a la razón básica de la unidad?
Ut
Unum
Sint
No es un recorrido que debemos hacer en solitario sino que, más bien, «Participan en este movimiento de unidad, llamado ecuménico, los que invocan al Dios Trino y confiesan a Jesús como Señor y Salvador; y no sólo individualmente, sino también reunidos en grupos, en los que han oído el Evangelio y a los que consideran como su Iglesia y de Dios (US 7)
Es, por tanto, una senda que debemos recorrer con la seguridad de ser acompañados por Aquel que nos conforta.
¿Queremos seguir tal senda como católicos?
Ut
Unum
Sint
Y, en realidad, no nos encontramos solos (no vaya a servir tal sentido equivocado de las cosas de excusa para no hacer nada en pos de la unidad de los cristianos)
Por eso, Juan Pablo II Magno nos propone unas posibles soluciones a la soledad en la que podemos vernos sometidos:
«¿Cómo alcanzarlo? En primer lugar con la oración. La oración debería siempre asumir aquella inquietud que es anhelo de unidad, y por tanto una de las formas necesarias del amor que tenemos por Cristo y por el Padre, rico en misericordia. La oración debe tener prioridad en este camino que emprendemos con los demás cristianos hacia el nuevo milenio.
¿Cómo alcanzarlo? Con acción de gracias ya que no nos presentamos a esta cita con las manos vacías: 'El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza e intercede por nosotros con gemidos inefables' (Rm 8:26) para disponernos a pedir a Dios lo que necesitamos.
¿Cómo alcanzarlo? Con la esperanza en el Espíritu» (US 102)
Por tanto, sabemos cuál es la voluntad de Dios; reconocemos que la división en el Reino de Dios no es buena; estamos en el conocimiento de necesitar un verdadero cambio del corazón, de donde salen las obras, para que la unidad pueda encontrar terreno fértil donde fructificar y, por último (pero lo primero y principal), también estamos en la seguridad de que el camino de la unidad es el único que podemos seguir si es que, de verdad, creemos en Dios, en Su Hijo y en el Espíritu Santo.
Lo siguiente, es decir dar tales pasos, es cosa, seguramente, de cada uno de los creyentes; de cada uno de nosotros.
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