» Baúl de autor » Francisco Rodríguez Barragán » Francisco Rodríguez Barragán - 2009

Por la paz y la unidad

Escribo en la semana en que la Iglesia católica ora por la unidad de las iglesias. Deseo vivamente que las distintas iglesias que se llaman cristianas superen diferencias históricas y teológicas y llegue a conseguirse la unidad, pero también deseo que dentro de la Iglesia católica se consiga la paz y la unidad por la que se pide en cada eucaristía.

Es escandaloso que los cristianos que formamos la Iglesia católica no mostremos una íntima unión con Cristo y entre nosotros. Cristo muerto y resucitado sigue presente en su Iglesia, formando un solo cuerpo del que Él es la cabeza y nosotros sus miembros, animado por el Espíritu Santo. Pero muchos de los que nos confesamos cristianos y fuimos incorporados a la Iglesia por el bautismo, por una deficiente educación en la fe no hemos oído la llamada al seguimiento de Jesús o nos resistimos a ella porque no queremos poner en juego nuestra vida.

Nos dice Jesús que el que quiera seguirlo tiene que negarse a sí mismo y tomar su cruz, es decir tiene que seguir sus pasos, anunciar la buena noticia del Reino de Dios y pasar por la cruz para resucitar con Él a una vida gozosa y sin fin. Pero muchos no nos negamos a nosotros mismos, sino que pretendemos satisfacer todos nuestros deseos mundanos en lugar de poner nuestra confianza en Dios y esforzarnos en cumplir su voluntad. No creemos en el Reino de Dios, reino de verdad, de vida, de santidad, de gracia, de justicia, de paz y de amor. En lugar de construir este Reino queremos organizar este mundo que pasa e incluso introducir en la misma Iglesia elementos mundanos.

Los cristianos tenemos la obligación de anunciar al mundo el Evangelio de Jesús, sin rebajas, componendas ni concesiones para que nos acepten; ya nos avisó el Señor de que seríamos perseguidos por el mundo por su causa. Hemos de hacer el anuncio desde el puesto en que nos encontremos, con la coherencia de nuestra propia vida: vivir lo que anunciamos.

Es triste ver en nuestra Iglesia católica críticas, divisiones y banderías, ver que hay quien difunde sus ocurrencias frente a la tradición de la Iglesia y así se predica a sí mismo en lugar de predicar el Evangelio del Señor. También es triste ver a veces las feroces críticas a la Iglesia, acusándola de infidelidad al Evangelio o la falta de sintonía entre el clero y sus obispos, entre los distintos movimientos seglares, entre órdenes, congregaciones e institutos.

Por eso invito a los católicos que me lean a que oren y trabajen activamente por conseguir en nuestra Iglesia la paz y la unidad. Jesús rogaba a su Padre que todos seamos uno, para que el mundo crea. Hay que demostrar que el Reino de Dios ha llegado a nosotros porque unidos a Jesús formamos la comunidad de los que se aman y aman a sus enemigos, de los que perdonan, de los que trabajan por la paz, de los viven en una esperanza que no defrauda.