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¿Guerra a los inocentes?
Seguro que echamos a faltar manifestaciones de artistas y «prohombres y promujeres», de nuestro país que defiendan la vida del no nacido. Extrañamos pancartas, camisetas y chapas con un «No a la muerte», que es aún más directo y concreto que un «No a la guerra». ¿Por qué ahora este desamparo? ¿Por qué esta «discriminación» ciudadana y mediática?
¿Pura maldad o supina ignorancia? Cada uno sabrá, pero si no luchamos por respetar la vida de seres indefensos en el vientre de sus propias madres, pretender que dejen de haber guerras es una gran hipocresía.
El caso es que, en el aborto provocado aparecen confundidos los fines que dicen buscarse
-regular la población, la tranquilidad de los padres, proteger a la madre soltera, la conveniencia de disponer de tiempo libre, la «mejora» de la raza-, con lo que en realidad es: Quitar la vida humana a quien se está desarrollando en el vientre materno.
¿Qué nos está ocurriendo con el aborto? Es el mayor maltrato, la mayor brutalidad hacia un inocente. Hay quienes no saben lo que hacen y aún nos obligan a mirar para otro lado. Parece que haya gente obsesionada con la cultura de la muerte, que algunos quieran abolir las relaciones de maternidad y paternidad, que la relación entre los padres se desee reducir a una mera función biológica, sin ver más allá del acto de generación, sin ningún significado afectivo. Amigas y amigos, si esto se impone y se generaliza, nos hemos «cargado» a la humanidad.
Nadie va a desear que el gobierno de su país se disponga a ser una organización criminal. Y, especialmente en el caso del aborto, que cada uno opte, con honradez y valentía, entre acabar su vida con las manos limpias o con los bolsillos llenos. Sepamos todos, que gentes de muy diversa ideología reconocen como una aberración que el aborto provocado se pueda convertir en «uno más» de los métodos de regulación de la natalidad.
Nos es preciso difundir una educación afectivo-sexual integral, que ayude a los adolescentes y jóvenes a vivir la sexualidad de manera responsable. Precisamente esa educación se ha de poder dar en la familia, con ayuda de especialistas, para que cada persona llegue a reconocer su propia dignidad y la del otro, a respetar las leyes morales, con una maduración que prepare a las personas para la donación de sí mismo.
Hablemos claro, pues ya es hora que en nuestra sociedad superemos propagandas torticeras sobre el sexo libre y el sexo seguro y nos empapemos de la idea, tan atractiva, positiva y de progreso, como es la de aprender a amar de verdad. Es preciso educar en el sexo responsable, de la misma manera que lo hacemos sobre la alimentación, el respeto a la naturaleza, las bebidas alcohólicas, las drogas, el tabaco o la velocidad en la carretera.
Pues venga, por favor, reconozcamos la verdad: Un hijo concebido ya es un hombre, ya es un individuo. La comunidad científica lo ha confirmada repetidamente en los últimos años.
Un dato: Los especialistas en psiquiatría fueron apartados de los trabajos para elaborar el informe sobre la nueva ley del aborto en España. Y es que, precisamente son ellos quienes saben con seguridad científica lo muchísimo que graba en la madre el permitir que sea aniquilado el ser humano, el hijo, que crece en su vientre.
Además, los psiquiatras conocen muy bien que la terapia moderna puede eliminar cualquier problema psíquico que se pudiera derivar por dar a luz a un hijo en circunstancias difíciles. Con lo cual, se ve que la gran mayoría de abortos realizados no tienen razón de ser. Es más, los médicos tienen la experiencia de que las mujeres para las que se justifica el aborto por razones psiquiátricas son las mismas que corren mayor riesgo de problemas mentales una vez realizado el aborto.
Tenemos unos gobernantes que hacen de su capa un sayo y se ríen de nosotros con su «guerra de Irak particular». Pues eso es, en nuestro país, este anteproyecto de ley: Una oficializada e impuesta guerra a los inocentes, que podría ampliarse y ver la luz antes del próximo verano, y que desprecia de manera descarada lo ya establecido por el Tribunal Constitucional.
Urge, pues, que las leyes protejan el derecho a vivir y a ser madre, amparando la vida en todo momento, fomentando de nuevo el amor a la infancia y ayudando a las mujeres embarazadas a superar cualquier problema que un embarazo imprevisto pueda generarles.
Es de justicia que nuestros gobernantes rectifiquen. Pero, para ello, es necesario y urgente que la sociedad entera conozca lo que en realidad supone el aborto, para el niño que no nace y para la mujer que lo sufre. Defender a ambos es un deber moral, que pide y exige a todos un amplio consenso.
Y, por favor, una persona de bien nunca puede confundir lo útil con lo honesto.
Del director
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