conoZe.com » Baúl de autor » Eleuterio Fernández Guzmán » Eleuterio - 2009

Los campos del Señor necesitan trabajadores

Cuando todos los años celebramos el Día del Seminario siempre se escucha decir (sobre todo en los últimos años) que los trabajadores de la mies del Señor escasean.

A pesar de que Cristo nos aconsejó orar demandando, a Dios, tales trabajadores, el caso es que son pocos los hombres que, en cuanto se refiere al sacerdocio, dan una respuesta positiva, un sí, un fiat, a la llamada que, desde los gemidos del Espíritu Santo, les hace Dios.

Y, sin embargo, los campos del Señor necesitan trabajadores que, con el sudor, como poco, de su corazón, dejen caer la semilla de la fe cuando el terreno está seco o, también, rieguen con el agua viva de la Palabra de Dios, cuando el campo ya se sembró pero se agostó la semilla que permanece, en barbecho espiritual, hasta un mejor momento del alma.

Entonces, ¿En realidad son necesarios tales empleados de la viña de Dios?

El mundo

Bien que sabemos cuál es la situación por la que pasa el mundo porque, a pesar de lo que se quiere para la Iglesia católica y para sus fieles tanto una como otros nos encontramos, estamos, en el fragor de la vida comunitaria.

Por eso sabemos de la deriva que la creación, de Dios, lleva.

En el libro «Dios y el mundo» responde Joseph Ratzinger a las preguntas que le formula Meter Seewald.

En una de ellas se refiere a la situación de la sociedad actual. Y dice que «La vida se ha vuelto mucho más compleja aún si cabe. Sin embargo, no debemos tirarlo todo por la borda y considerar las constantes casi inexistentes. Ya hemos reflexionado sobre los diez mandamientos, los cuales, a pesar de abrirse siempre de nuevo a cada generación y a cada individuo, contienen un mensaje claro e inmutable»

Entonces, ¿Qué hacer?

No deja lugar a dudas el que, según responde el ahora Benedicto XVI, «En un mundo tan embrollado y complejo» sea «preciso apostar más por las grandes constantes del discurso divino»

Entonces, el sacerdocio, el sacerdote, ha de ser quien, a través del ejercicio de su ministerio, haga presente el mensaje divino o, para ser exactos, aquel que sabe Dios que nos conviene.

Sembradores de la Palabra

Las personas que, después de haber tomado la decisión de entregar su vida a Dios, a la Iglesia católica y a sus semejantes se convierten, por así decirlo, en sembradores de la Palabra de Dios.

Dice el Salmo 64. 10 lo siguiente: "Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida"

Con tales palabras el salmista dedica tal alabanza a Dios que es el que cuida de la tierra, la riega y, además, enriquece.

Pero para cuidar, regar y enriquecer, el Creador se vale, a modo de instrumentos, de aquellos que han querido hacer presente Su voluntad y es en ellos en quienes debemos fijar nuestra esperanza.

Por eso podemos llamar a los sacerdotes, justamente, sembradores de la Palabra porque, en realidad, esparcen la semilla de la misma tras haber permanecido, a lo mejor sin saberlo, a la espera de una llama de Dios hacia su corazón.

Llamada de Dios

Se suele creer, equivocadamente, que es el hombre el que elige ciertos comportamientos. Es como si fuéramos capaces de dominar todo lo que nos concierne.

Pero en materia espiritual no se pueden aplicar las normas de la materia, adaptable a nuestros gustos y susceptible de ser apropiada y disfrutada por la semejanza de Dios.

El Espíritu se nos infunde y, en realidad, se nos ofrece la posibilidad de aceptar o no o, mejor dicho, de ser receptivos a su benéfica influencia sobre nuestras vidas.

Y es, entonces, cuando Dios llama.

Al respecto de la llamada de Dios, dice Juan Pablo II Magno, en el Mensaje al III Congreso americano sobre Pastoral de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada (12-IV-2002) que «El Señor sigue llamando a numerosos jóvenes a este ministerio. Pero su voz es ahogada a menudo por otras llamadas que lamentablemente distraen la mente de los jóvenes, y también por algunas ideas sobre el sacerdocio y el ministerio sacerdotal que no son conformes a la fe y a la tradición eclesial».

Pero, a pesar de todas las turbulencias que, en el oído del alma, pueden obstaculizar escuchar la llamada de Dios, resulta de vital importancia la figura del sacerdote porque «Representa a Cristo en sus funciones de cabeza, pastor, sacerdote y esposo, y está llamado a actuar 'in persona Christi capitis' en los momentos más sagrados de su servicio a la Iglesia»

Quizá por eso no podemos hacer más que orar, como dijo Jesucristo, para que el Señor envíe trabajadores a su mies y hacer lo posible para que la llamada de Dios no se vea oscurecida por otro tipo de llamadas más mundanas.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=9048 el 2009-07-16 10:22:45