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Un feminismo para la crisis

Como todo el mundo sabe, todavía hay países y culturas donde la mujer, sólo por el hecho de serlo, es marginada. A veces son presiones familiares, sociales o religiosas las que se producen para no desterrar la desigualdad entre sexos. Además, ahora, y en todos lados, también se constata la explotación publicitaria, sexual o incluso la violencia y la pobreza a la que están sometidas, especialmente, muchísimas mujeres.

Digo esto porque veo renacer un nuevo, sano y muy necesario feminismo. Una defensa de la mujer como diferente al hombre. Una mujer, de razonamiento inductivo, certera en la intuición, con cualidades especialísimas que no debe esconder, con una aguda sensibilidad hacia las necesidades de los demás.

Es cierto, la mujer tiene especiales dotes para las relaciones humanas auténticas, es especialmente receptiva y considera, ya a bote pronto, aquello que es la clave: el hecho de ser persona y no otros factores, como la utilidad, la fuerza, la inteligencia, la belleza o la salud. Por eso, creo que la mujer puede, y debe, llevar su naturaleza específica femenina a todas las actividades que ahora está asumiendo, pero no imitar al hombre en ellas, no repetir al hombre.

Algunos pensaban que la mujer, para ser «ella misma», se había de presentar como antagonista del hombre. Visto lo visto, más bien creo que la rivalidad entre los sexos no ayuda a un desarrollo pleno, en la sociedad o en la familia. Se han creado-inventado-exagerado tensiones; incluso, en el colmo del absurdo, se ha buscado el camino del medio: desdibujar las diferencias hombre-mujer, pasando a ser secundaria la diferencia sexual, y primordial una visión cultural o de género.

Estaremos de acuerdo en que no es natural tanta paridad igualitarista que prejuzga una inferioridad en las féminas. Igualdad de oportunidades sí, pero ¿ministros o políticos profesionales de cuota? A veces hay discriminaciones positivas que lo que hacen es marcar, más todavía, viejos prejuicios que parecían superados.

Sinceramente, creo que son ellas una preciosa realidad, a veces misteriosa, pero básica, insustituible y necesaria, para un profundo cambio cultural, lejos de los feminismos rancios de otros tiempos. Creo que la renovación ética de este mundo nuestro ha de pasar por las manos «especializadas» y sensibles de las mujeres. Pero, hablando clarito y sin complejos, ¡también entre ellas! Urge renovar formas de trabajar en equipo y que se difunda más y se valore la natural proactividad y asertividad femeninas.

Y para muestra un botón: Remedios Falaguera, periodista y madre de familia numerosa, una mujer luchadora incansable para que el «genio» femenino se consolide en todos los ambientes sociales, económicos, culturales y políticos, ha escrito un magnífico y novedoso libro: «Las mujeres en la vida de San Pablo», publicado este mismo mes por Styria. Y, ¡caramba!, qué arte para desmontar la supuesta misoginia del santo, del que ahora se conmemora el bimilenario de su nacimiento.

Remedios Falaguera es un claro ejemplo, hay tantos y tan estupendos, de que es posible un feminismo moderno y que tenga en cuenta los derechos de todos, ¡también de los hombres!

Cómo no recordar ahora la fortaleza de la Premio Nobel de La Paz, Aung San Suu Kyi, que en estos días vuelve a ser enjuiciada en Birmania por defender los derechos humanos en su país, dictadura atroz.

O, sin ir tan lejos, pensar en Dalia Grybauskaite, prestigiosa comisaria de la Unión Europea, recién elegida presidenta de Lituania, que anuncia que se rebaja el sueldo a la mitad y dice, a contracorriente de los de su partido, de centro-derecha, que: «Los presupuestos fueron demasiado optimistas y necesitan una revisión. Tenemos que ahorrar dinero». ¡Qué contraste con tantas incoherencias y blanduras de nuestros políticos patrios!

Pues, alerta a navegantes: Urge respetar, proteger y valorar más a la mujer. Es un contrastado «muro de contención» afectivo y efectivo, ante cualquier problema social o económico. La mujer no es «alguien» de usar y tirar. Por lo cual, no es de recibo tanta manipulación a su costa: Nueva ley del aborto, píldora del día después para adolescentes, educación ineficaz frente a la violencia doméstica, indefensión para conciliar trabajo y familia... O sea, basta ya de tanto machismo disfrazado de progre, que utiliza como escudo, o adorno, a mujeres de cuota, para quemarlas propagando barbaridades, que ni ellas mismas se creen.

Al feminismo del «sí ser mujer» nos deberíamos apuntar todos, hombres y mujeres, tan necesitados de comprender y ser comprendidos: Porque nos conviene para nuestra felicidad saber relacionar, cada día mejor, naturaleza humana, cultura y sociedad. Puliendo aristas, aunando voluntades, buscando la verdad, esponjando el ambiente.

O sea, que nos necesitamos de veras. Aunque, a muchos se nos seguirá escapando eso de «pero, mujer, sé razonable», ante algún asunto que ellas están entendiendo perfectamente, pero de otra manera. ¡Viva la diferencia! Porque es verdad que el hombre y la mujer son iguales, pero, evidentemente, no son lo mismo.

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