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Evolución de la izquierda: del socialismo al sesentayochismo

La "guerra civil occidental" se ve agudizada y condicionada por un factor que es esencial señalar: la izquierda política, que fracasó a lo largo del siglo XX en sus aspiraciones clásicas (socialización de los medios de producción, sustitución del capitalismo por el socialismo), está experimentando en el XXI una mutación decisiva que la lleva a sustituir la revolución socio-económica por la revolución sexual, familiar y moral[35]. Las diferencias entre derecha e izquierda —en lo que se refiere al modo de producción— han llegado a ser superficiales: la derecha confía algo más en el mercado y la libre empresa, la izquierda defiende una mayor intervención estatal; pero la izquierda ha dejado de cuestionar el marco capitalista global, y las diferencias prácticas entre la gestión económica de un partido de derechas y uno de izquierdas son a veces apenas discernibles (la derecha tiende a bajar los impuestos, lo cual suele reactivar el crecimiento y crear puestos de trabajo, en tanto que la izquierda tiende a incrementar el gasto público y la presión fiscal, lo cual suele ralentizar el crecimiento y generar desempleo: pero todo, digamos, "dentro de un orden"). Privada, pues, de su proyecto clásico, la izquierda ha tenido que buscar uno nuevo, y lo ha encontrado en el magma ideológico liberacionista y freudomarxista al que propongo llamar sesentayochismo: ideología de género[36], permisividad sexual, aborto libre, cuestionamiento de la "familia tradicional", hostilidad al cristianismo, pacifismo radical ("buenismo"), multiculturalismo "asimétrico" (es decir, idealización sistemática de las culturas no occidentales y denigración de la occidental), ecologismo "profundo" (deep ecology), anti-industrial y antihumanista ...

Interesa poner de manifiesto la miopía de la derecha política —al menos, en España— frente a esta evidente mutación sesentayochista de la izquierda. Los partidos de derecha insisten en calificar de "cortinas de humo" (lanzadas por la izquierda para distraer la atención de "lo que realmente importa") medidas como la legalización del matrimonio gay, la ampliación del aborto, la implantación de la Educación para la Ciudadanía o los crecientes ataques dialécticos a la Iglesia. La derecha política sigue operando con el viejo paradigma: el del siglo XX, cuando las diferencias entre derecha e izquierda guardaban relación sobre todo con la forma de organizar el sistema productivo. La derecha no ha entendido todavía que el centro de gravedad de la pugna ideológica ya no pasa por la economía sino por la cultura: las diferencias y relaciones hombre-mujer, los "derechos reproductivos", el modelo de familia, el principio y el fin de la vida, el papel social de la religión ... No lo ha entendido ... o simula no entenderlo para no tener que tomar postura (para no tener que desarrollar un corpus teórico sistemático que incluya posiciones propias y claras en todos esos temas)[37].

En la medida en que la izquierda se sesentayochiza cada vez más, cabría hablar de un triunfo póstumo de los profetas de 1968: Wilhelm Reich, Herbert Marcuse, Alfred Kinsey ... El caso de Reich es especialmente ilustrativo; fue el gran teórico de la revolución sexual: sostuvo que la represión sexual era el mecanismo esencial sobre el que asentaba el orden burgués; abogó por la superación de los tabúes e inhibiciones sexuales como táctica revolucionaria por excelencia: una sociedad sexualmente liberada sería también, inevitablemente, una sociedad libre de la dominación de clase. La liberación libidinal requería, desde luego, la abolición de la familia (estructura represiva por antonomasia, inculcadora del "carácter autoritario"), el aborto libre (esencial para que la mujer pudiera disfrutar de su sexualidad sin miedo a embarazos indeseados), etc.[38]

Además de reichiano-"orgásmica", la postizquierda del siglo XXI se revela también cada vez más gramsciana: Antonio Gramsci, en efecto, teorizó ya en los años 30 la necesidad de que la izquierda conquistase la hegemonía cultural ("guerra de posición") antes de intentar el asalto al Estado y a las relaciones de producción ("guerra de maniobra"); la revolución de las costumbres, de las creencias, de los códigos morales, debía preceder y facilitar a la revolución político-económica. Dicha tarea incumbía a los "intelectuales orgánicos" de la izquierda, que debían trabajar coordinadamente para ganarse el imaginario social, sustituyendo la visión del mundo tradicional por la marxista. El rival natural de los intelectuales orgánicos gramscianos era -asegura el propio autor de los Cuadernos de la cárcel- ... la Iglesia. La izquierda debe centrarse especialmente en combatir las creencias religiosas[39].

Ahora bien, tanto Reich como Gramsci fueron figuras de segundo orden en la izquierda clásica; especialmente Reich consiguió escandalizar a los propios socialistas y comunistas: fue sucesivamente expulsado de la URSS (1929), del Partido Social-Demócrata Alemán (1930) y del Partido Comunista Alemán (1934 ... ¡bajo la acusación de "pretender convertir el partido en un burdel"!)[40]. El hecho de que esta reacción nos sorprenda actualmente (¿cabría imaginar hoy que alguien fuera expulsado de un partido de izquierdas por defender posiciones demasiado avanzadas de moral sexual?) demuestra hasta qué punto difiere la postizquierda sesentayochista de la izquierda socialista clásica.

En Reich, en Marcuse[41], en Gramsci, el ataque a la moral tradicional aún aparecía como un medio al servicio del fin supremo de la revolución socialista (así, en aquella famosa pintada de Mayo del 68: "¡cuánto más hago el amor, más ganas tengo de hacer la revolución!")[42]. En la izquierda postmoderna, que ya no cree en la revolución socialista, la subversión de la moral y las costumbres tradicionales (sobre todo, en el terreno sexual y familiar) ha pasado a convertirse en un fin en sí mismo, el único fin que presta sentido a la izquierda, el nuevo frente al que ésta ha transferido su tradicional impulso transformador[43].

En 1968 todavía estaba vivo el "gran relato" marxista (al menos, en las universidades, en las librerías y en los tanques del Pacto de Varsovia), y cabía intentar convencerse de que el sexo era un arma subversiva y de que, "al hacer el amor, se hace la revolución". Pero transcurrieron los años, la década de los 70 mostró la insostenibilidad del modelo socialdemócrata de postguerra (amplio sector público, nacionalizaciones, estatalización de la sanidad y la enseñanza ...): la izquierda moderada se quedó sin referencia socio-económica (la "era de Friedman" sucedió a la "era de Keynes")[44]. En los 80 se hunden los regímenes del bloque soviético: ahora es la izquierda radical la que se queda sin modelo socio-económico. A partir de los 90, por tanto, están puestas las condiciones para la definitiva sesentayochización de la izquierda; la izquierda ya no necesita recurrir a excusas anticapitalistas para defender la libertad sexual irrestricta; ésta pasa a convertirse, más bien, en lo esencial, la verdadera meta, el valor supremo[45].

La aceptabilidad moral de cualesquiera relaciones sexuales entre adultos libremente consintientes (y el umbral de la "edad del consentimiento" tiende a rebajarse constantemente: la reforma socialista del Código Penal la dejó en 1995 en los 13 años, para el caso español) es la verdadera piedra angular, el dogma intocable del nuevo progresismo: ¡sea anatema cualquier objeción contra él![46]. Casi todas las reivindicaciones características de la nueva izquierda sesentayochista son relacionables lógicamente con las exigencias de la libertad sexual. Es evidente en el caso del aborto: no es casual que el movimiento pro-aborto cobre fuerza en todo Occidente en los 70, en la estela de la revolución sexual de los 60. Una sociedad sexualmente liberada necesita inexcusablemente el aborto libre como red de seguridad contraceptiva, para el caso de que fallen los anticonceptivos, o a uno se le olvide utilizarlos[47] (en España, han llegado a reconocerlo explícitamente altos dirigentes socialistas)[48]. Lo mismo cabe decir de los "nuevos modelos de familia": la normalización de las relaciones homosexuales supone la extensión de la libertad sexual a un sector de población hasta entonces excluida de ella; las familias monoparentales, recompuestas, etc., son en realidad fragmentos de familias "tradicionales" ... rotas la mayoría de las veces por un deseo de mayor libertad sexual (o un uso adúltero de la misma) por parte de alguno de los cónyuges; las parejas de hecho (reconocidas y promovidas por la izquierda sesentayochista) representan, en definitiva, la posibilidad de disfrutar del sexo sin atarse mediante compromisos vitalicios ... Incluso la hostilidad manifiesta hacia el catolicismo resulta explicable -en mi opinión- desde esa perspectiva: la Iglesia exaspera a la izquierda sesentayochista porque se niega a reconocer la licitud moral de las relaciones sexuales no matrimoniales[49] (y, a fortiori, sus consecuencias lógicas: aborto, reconocimiento legal de la cohabitación extraconyugal o de las parejas homosexuales, etc.). La virulencia de la reacción progresista a las palabras del Papa sobre el preservativo en Africa cobra sentido bajo esa luz: las declaraciones del Papa (no se puede vencer al SIDA sólo a base de profilácticos) se corresponden exactamente con lo testimoniado por los hechos (los países africanos que siguen apostando por "preservativos sólo" ven crecer la pandemia; los Estados [especialmente Uganda] que han puesto en práctica campañas de educación pública pro-castidad y pro-fidelidad, han conseguido reducir fuertemente su incidencia). Nuestros progresistas no reaccionan tan violentamente contra el Papa porque piensen que desconoce los hechos ... sino, al contrario, porque saben que los hechos le dan la razón[50]. Pero resultan ser hechos inaceptables para la mentalidad sesentayochista: hechos que ponen en cuestión el dogma de la libertad sexual ilimitada, que está en el centro de su visión del mundo[51].

Notas

[35] "[L]a contracultura [sesentayochista] ha sustituido casi totalmente al socialismo como base del pensamiento político radical. [...] [S]e ha convertido en una ideología total [...] cuyo enemigo es más la estructura mental [tradicional] que la estructura económica" (TRILLO-FIGUEROA, J., La ideología invisible: El pensamiento de la nueva izquierda radical, Libros Libres, Madrid, 2005, p. 113). Robert P. GEORGE, por su parte, distingue dos elementos en la izquierda actual: la componente social-demócrata clásica [Rooseveltian strand] (Estado asistencial-redistributivo: sanidad y educación públicas, intervencionismo económico, etc.) y la componente sesentayochista [personal liberationist strand] ... cuya importancia tiende a crecer: "What is distinctive about personal liberationism is its rejection of traditional norms of morality governing issues of sexuality and life and death. [...] ["Personal liberationists"] have championed the reform or "liberalization" of laws restricting contraception, abortion, divorce, pornography, assisted suicide, and, in some cases, prostitution and drug abuse. Moreover, they oppose laws requiring parental consent for, or even notification of, abortions performed on minors [...]. They favor "value-free" sex education in the schools and the distribution of birth control pills, condoms, and other forms of contraception to school children -again, without parental consent or notification. Recently, they have mounted an effort to secure the legal recognition of "marriages" between persons of the same sex" (GEORGE, R.P., "Religious Values and Politics", en The Clash of Orthodoxies, cit., p. 251).

[36] "[L]a perspectiva de género es hoy la ideología sustituta de toda la doctrina de transformación socioeconómica que en el pasado caracterizaba a la izquierda" (MIRÓ i ARDÈVOL, J., El fin del bienestar ... y algunas soluciones políticamente incorrectas, Ciudadela, Madrid, 2008, p. 123). La "perspectiva de género" implica mucho más que las imposiciones lingüísticas políticamente correctas, tipo "ciudadanos y ciudadanas", "vascos y vascas" .... Es toda una ideología, basada en la artificialidad-convencionalidad de los roles masculino y femenino ... y, por tanto, en la conveniencia de liberar al ser humano del "determinismo genital" (la posibilidad de "cambiar de sexo" quirúrgicamente es el símbolo perfecto de la "ideología de género": la autodefinición libérrima del individuo debe prevalecer sobre la naturaleza) y, en general, de todas las determinaciones biológicas. En el caso de la mujer, ello incluye (o debe poder incluir, si el sujeto así lo elige) la "liberación" respecto a la maternidad, la heterosexualidad, la condición de esposa (el matrimonio visto como "cárcel") ... La ideología de género incluye también, por tanto, la reivindicación del aborto libre (liberación definitiva de la maternidad), la valoración positiva de la homosexualidad, la hostilidad a la "familia tradicional", etc. Vid., al respecto: MIRÓ, J., El fin del bienestar, cit., p. 117 ss.; TRILLO-FIGUEROA, J., La ideología invisible, cit., p. 251 ss. "La finalidad confesa del generismo es la eliminación de la familia biológica para, de esta manera, suprimir la represión social y la transmisión de la cultura patriarcal. [...] [L]a familia, a la que denominan "tradicional" y "patriarcal", es vista en términos extremadamente negativos: fuente de represión y causa de la violencia, especialmente contra la mujer" (MIRÓ, J., op. cit., p. 144). "La perspectiva de género [considera] [...] que las luchas de gays, lesbianas, transexuales, por su reconocimiento e inclusión, forman parte de las luchas por la transformación de la sociedad porque son las que poseen una mayor capacidad de subvertir el orden social basado en los roles hombre-mujer. [...] [Los homosexuales y lesbianas] [...] son los únicos que pueden hacer vivencial la relatividad del ser hombre y del ser mujer" (MIRÓ, J., op. cit., p. 121).

[37] Juan Carlos GIRAUTA critica "su tendencia [la de la derecha española], que en muchas ocasiones parece invencible, a dejarse arrastrar al espacio simbólico del adversario, aceptando tontamente las trampas de un sistema de conceptos trucados y de sobreentendidos en el que sólo pueden perder. Con el que sólo pueden coexistir con la cabeza gacha" (GIRAUTA, J.C., La eclosión liberal: Por qué los progres están tan nerviosos, MR Ediciones, Madrid, 2006, p. 238). En un sentido similar, Juan Manuel DE PRADA: "La derecha [española] es camastrona y posibilista; ha aceptado servilmente que debe desenvolverse en un medio adverso en el que las reglas del juego, los paradigmas culturales y en definitiva la visión del mundo los determina la izquierda [...]" (DE PRADA, J.M., "El fracaso de la derecha", en La nueva tiranía, cit., p. 102). "Tal vez así se puedan ganar unas elecciones de vez en cuando; pero mientras la derecha no presente una alternativa cultural en toda regla que disuelva la roña progre acumulada, tendrá que seguir batallando en territorio adverso. Y esa alternativa sólo la podrá presentar cuando se sacuda el complejito y se atreva a atacar desde los cimientos el canon cultural establecido desde la izquierda" (DE PRADA, J.M., "La cultura y la derecha", op. cit., pp. 104-105).

[38] Cf. REICH, W., The Function of the Orgasm [1942], Condor Books, 1979; REICH, W., The Sexual Revolution [1945], Vision Press, Londres, 1951.

[39] Cf. GRAMSCI, A., Cuadernos de la cárcel [1932-33], ERA, México DF, 1982. Sobre el sello gramsciano de la izquierda actual, vid. DE MATTEI, R., "¿Una Europa gramsciana?", Debate Actual, nº5, Noviembre 2007, pp. 19-24.

[40] Cf. MARTÍN LÓPEZ, E., "La revolución sexual de Mayo del 68", Debate Actual, nº7, Mayo 2008, pp. 38 y 43.

[41] Resulta interesante constatar la divergencia de las trayectorias teóricas y morales de dos intelectuales neomarxistas -Herbert MARCUSE y Max HORKHEIMER- compañeros de la Escuela de Francfort. Mientras MARCUSE se convertía en uno de los profetas de la contracultura sesentayochista (MARCUSE, H., El hombre unidimensional [1965], Ariel, Barcelona, 1991), HORKHEIMER, en una evolución postrera muy interesante, se abría en los últimos años de su vida a una teología cauta y minimalista y, en relación al tema que aquí tratamos, se pronunciaba inequívocamente en contra de la revolución sexual, advirtiendo que conllevaría el fin del amor erótico: "El amor hunde sus raíces en el anhelo, el anhelo de la persona amada. [...] Si se elimina el tabú de lo sexual, cae la barrera que produce constantemente el anhelo; a partir de ahí, el amor pierde su base. [...] La píldora anticonceptiva convierte a Romeo y Julieta en una pieza de museo. Déjenmelo decir de una forma drástica: hoy Julieta diría a su amado Romeo que la dejara ir rápidamente a por la píldora, y que enseguida volvería a él" (HORKHEIMER, M., "El anhelo de lo Totalmente Otro", en HORKHEIMER, M., Teoría crítica y religión, trad. de J.J. Sánchez, Trotta, Madrid, 2000, pp. 175-176).

[42] "Según el freudo-marxismo, la liberación sexual será liberación política, pues ambas se implican mutuamente y por la primera es posible obtener la segunda" (TRILLO-FIGUEROA, J., La ideología invisible, cit., p. 283).

[43] "La satisfacción del deseo por medio de políticas específicas ya no es vista como un instrumento de la lucha contra el capitalismo, sino como una finalidad en sí misma, instalada perfectamente en el establishment, del que ya forma parte" (MIRÓ, J., El fin del bienestar, cit., p. 111). Es decir, el libertinaje sexual perdió hace ya tiempo cualquier potencialidad subversiva que pudiera tener en otra época. Al contrario, la reivindicación de una libertad sexual ilimitada es la forma contemporánea de sumisión al poder; la conducta promiscua es, en las circunstancias culturales contemporáneas, la conducta integrada y convencional por excelencia.

[44] TORTELLA, G., La revolución del siglo XX: Capitalismo, comunismo y democracia, Taurus, Madrid, 2000, p. 353 ss.

[45] "Las consecuencias del freudo-marxismo se manifiestan en una inversión de los valores anteriormente asignados al sexo. Por un lado, la sexualidad dejará de estar asociada a la reproducción [...]. Por otro, el placer sexual continuará teniendo una importancia desmesurada, al punto de que se convertirá [para la Weltanschauung sesentayochista], no en un aspecto de la vida del ser humano, sino, quizá, en el único aspecto de la vida del ser humano" (TRILLO-FIGUEROA, J., La ideología invisible, cit., p. 284). "Esta época está "sexualizada" hasta tal punto que se priva a los niños de la inocencia introduciéndoles demasiado pronto en la sexualidad, y los adultos son casi "anormales" si siguen casados con la misma persona durante toda la vida [...]" (HAALAND MATLARY, J., Derechos humanos depredados: Hacia una dictadura del relativismo, trad. de MªJ. García, Ed. Cristiandad, Madrid, 2008, p. 65).

[46] El "mundo feliz" panlibidinal es la nueva utopía de la izquierda: "[U]na y verdadera y propia utopía, porque se basa en la idea de que los seres humanos pueden encontrar la felicidad en la realización de los propios deseos sexuales, sin límites morales, biológicos, sociales o relacionales ligados a la procreación. Una utopía que tiene sus raíces en la revolución sexual occidental de los años 60, y que sin embargo sigue indiscutida, aunque no parece haber cumplido sus promesas" (ROCELLA, E. - SCARAFFIA, L., "Introducción", en Contra el cristianismo, cit., pp. 13-14).

[47] "Given the possibility of contraceptive failure, a world without the availability of abortion is one in which people must either practice sexual self-restraint or risk finding their lives dramatically altered by the responsibilities attached to having an "unwanted" child". Such a situation is simply unacceptable on liberationist terms" (GEORGE, R.P., "Religious Values and Politics", cit., p. 253).

[48] Si alguien tenía alguna duda (para el "progresismo", el aborto es imprescindible para gozar del sexo sin asumir las consecuencias), la secretaria de organización del PSOE Leyre PAJÍN ha sido categórica: "Leyre Pajín dice que la ley del aborto permitirá disfrutar de la sexualidad de forma segura" [http://www.libertaddigital.com/sociedad/pajin-sobre-la-nueva-ley-del-aborto-permitira-disfrutar-de-la-sexualidad-de-forma-segura-1276359557/]

[49] "[L]as recientes ampliaciones respecto a la libertad sexual se consideran un dogma indiscutible, al que hoy, en Europa, parece oponerse resueltamente una sola institución, la Iglesia católica. Con las denuncias [de los progresistas, que controlan, además, importantes organismos internacionales] [...] se la quiere encasillar en el papel de enemiga de los derechos humanos, de la libertad individual y, más en general, de la felicidad que la libertad sexual se supone que da a los seres humanos" (SCARAFFIA, L., "Los derechos humanos: realidad y utopía", en ROCELLA, E.- SCARAFFIA, L., Contra el cristianismo: La ONU y la UE como nueva ideología, Ed. Cristiandad, Madrid, 2008, p. 100).

[50] "Edward Green, de Harvard: "Yo, científico laico, estoy con el Papa"" (http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1337767?sp=y)

[51] "Benedicto XVI ha tenido la "osadía" de recordarnos lo que es de sentido común. El problema está en que mientras que nuestras autoridades no tienen inconveniente en pedirnos que dejemos de fumar o que moderemos la velocidad de nuestro vehículo [...]; sin embargo, por influjo de una obsesión pansexualista, son incapaces de reconocer la gran ayuda que la vivencia de la castidad presta a la salud pública. [...] [E]n lo tocante a la sexualidad, no sólo permanecemos ciegos ante el problema moral, sino que nos revolvemos violentamente contra quien ponga el dedo en la llaga" (MUNILLA, J.I., "La niña del exorcista", http://blogs.hazteoir.org/opinion/2009/05/12/la-nina-del-exorcista-por-mons-munilla/). "Sobre todo, que lo que ha dicho el Papa es verdad. Es verdad para África y es verdad para nosotros. Es verdad para todo el que no se resigne a que nuestra sexualidad, ni nada en nuestra vida, sea como en la vida de los animales" (MARTÍNEZ, J., "Gracias, Santo Padre", http://www.infocatolica.com/index.php?t=opinion&cod=3249).

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