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Sexo y Pildoritas: Viagra y Anticonceptivos
Un prominente político fue recientemente presionado por algunos reporteros a que comentara en relación a la «injusta situación» de que las instituciones de seguro médico estén efectuando reembolsos por el uso de Viagra, pero no así por anticonceptivos. El político declinó contestar y la controversia originada condujo a acusaciones en su contra de prejuicio de género (y hasta de misoginia). Algunos comentaristas fueron aún más lejos: ¿Por qué los hombres sí consiguen medicamentos para poder tener sexo pero las mujeres no tienen igual acceso a los tratamientos necesarios para tener sexo de manera segura y sin riesgo de embarazarse? ¿Tienen los hombres más derecho que las mujeres a tener sexo, según lo implica la cobertura inequitativa de estos medicamentos?
Detrás de estas preguntas están algunas concepciones equivocadas respecto al sexo, al embarazo, y a la moralidad, así como una confusión de origen en cuanto a las acciones respectivas de estos dos tratamientos. El Viagra y las píldoras anticonceptivas no pueden ser elementos para una comparación apresurada entre el hombre y la mujer –estas poderosas substancias se utilizan para dos diferentes propósitos, y cada uno tiene sus propias y particulares consideraciones éticas. El Viagra, en esencia, es para tratar una disfunción real, pero no sucede lo mismo con los anticonceptivos. De hecho, se puede decir que el Viagra hace funcionar un sistema descompuesto, mientras que la píldora descompone un sistema que funciona perfectamente.
Cuando la píldora se utiliza para evitar el embarazo (es el uso que mayoritariamente se le da en Estados Unidos), y no para tratar los ciclos menstruales irregulares, se está alterando un saludable sistema biológico que funciona adecuadamente, y se posibilita que la pareja casada actúe en contra de su propia y natural fertilidad. Siempre que convertimos la sexualidad marital en una transacción radicalmente sin vida mediante el uso de anticonceptivos, se está cometiendo una grave violación moral. En nuestra sociedad, el embarazo y la fertilidad frecuentemente se ven como si fuesen algún tipo de problema de salud. La fertilidad, evidentemente, no es una enfermedad en lo absoluto, y no necesita ser tratada como si fuera un estado patológico. El embarazo es el normal y saludable proceso fisiológico por el cual los seres humanos entramos al mundo, y la vida-recorrido de cada persona incluye el quedarse un buen rato en el vientre materno. Sin embargo, en nuestra sociedad, el excesivo deseo de sexo, específicamente del separado de sus consecuencias, ha empujado a millones de personas a actuar en contra del orden adecuado en sus matrimonios recurriendo a los anticonceptivos.
Por otra parte, en el caso de disfunción eréctil, puede suceder que el proceso biológico normal se encuentre dañado debido a la edad o a alguna lesión, y mediante el uso de Viagra este problema se remedie. Este medicamento no está dirigido a alterar una función normal sino más bien a restablecerla. El uso médico de esta substancia para efectos de rehabilitación dentro del matrimonio no genera por lo regular problemas morales.
Habrá quienes argumenten que es natural y normal que el hombre pierda su función eréctil a cierta edad. ¿Debemos asumir que el hombre siga teniendo sexo a pesar de la impotencia por la edad, mientras que a la mujer no se le puede forzar a seguir siendo fértil más allá de la menopausia? De acuerdo a este argumento, si un hombre es ya de tal edad que no puede seguir haciendo lo que «la naturaleza» le permitía, parecería inadecuado que utilice Viagra, sino que simplemente acepte sus limitaciones con gracia. Pero este paralelismo entre el hombre y la mujer no es convincente pues la mujer tiene un límite de edad para su fertilidad más bien estricto y definido, mientras que en el hombre no es así, ya que muchos varones pueden seguir teniendo hijos en edad avanzada, inclusive sin la ayuda de medicamentos como el Viagra. Entonces, el que hombres casados lo usen aún en edades avanzadas no debe considerarse como «contra la naturaleza».
Sin embargo, el Viagra tiene otros usos que sí dan lugar a cuestionamientos morales significativos. Algunos estudios han hecho evidente que lo utilizan hombres que tienen sexo con otros hombres, algunas veces para superar la disfunción eréctil causada por el alcohol o por las drogas de fácil acceso, tales como el éxtasis y la metanfetamina tipo cristal. Aun sin disfunción eréctil, algunos ven este medicamento como una droga recreacional, como parte de un estilo de vida, o inclusive como una droga para la diversión. Por supuesto que hay serias objeciones morales virtualmente hacia cualquier uso fuera del matrimonio de este medicamento indicado para la disfunción eréctil.
Regresando a nuestro punto de partida, podemos plantearnos entonces si tiene sentido que sí se hagan reembolsos por uso de Viagra pero no para los anticonceptivos. Vale la pena mencionar que, de hecho, la mayoría de las compañías de seguros no cubren todavía el Viagra por disfunción eréctil, a pesar de la pregunta al político citada arriba. El uso de esta substancia parece tener más que ver con un estilo de vida que con un problema de salud propiamente dicho, de manera que tal vez no debiésemos esperar que el seguro médico lo cubra. A pesar de que este medicamento restablece un sistema dañado, no se trata de un sistema esencial para la salud física o para la sobrevivencia de la persona, estrictamente hablando.
El tema de la cobertura para los anticonceptivos es más sencillo aún. Considerando que estos corresponden a una elección de estilo de vida y que lo que hacen es alterar un sistema biológico saludable (que además implica riesgos para la salud de la mujer como lo son los coágulos sanguíneos, infartos y enfermedades del corazón), resulta razonable que el seguro médico no lo cubra. Vale la pena mencionar también que el anticonceptivo masculino (el condón) –que es lo que realmente más se parece al femenino– tampoco lo cubre el seguro médico de manera típica. Claro está, sin embargo, que los diversos usos médicos de las píldoras anticonceptivas (por ejemplo para tratar problemas ginecológicos tales como la irregularidad de los ciclos menstruales y los sangrados), así como ciertas aplicaciones médicas del Viagra (por ejemplo para tratar la hipertensión pulmonar), constituyen usos legítimos en la salud. Aquí sí podría resultar razonable esperar cobertura por parte de los seguros. Estas dos pildoritas, en resumen, son únicas en sus propiedades y aplicaciones, y tienen también entre sí importantes diferencias éticas.
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