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Marin Mersenne
Marin Mersenne nació el 8 de septiembre de 1588 cerca de Oizé, en la provincia francesa de Maine, siendo bautizado el mismo día. Pertenecía a una familia de campesinos y desde muy pequeño mostró signos de devoción e inclinación por el estudio, por lo que sus padres, haciendo un esfuerzo económico, le enviaron a estudiar al College Du Mans, donde recibió clases de gramática. A los 16 años fue admitido en el nuevo colegio de La Flèche, institución creada por los jesuitas para la formación de muchachos de familias sin recursos económicos. Allí coincidió con René Descartes, 8 años menor que él, aunque no tuvieron relación en aquellos años.
El padre de Marin orientó a su hijo hacia la carrera eclesiástica, pero este dudaba, pues su mayor afición era la lectura científica. Habiendo concluido brillantemente sus estudios, fue enviado a completarlos a Paris. En el camino, se alojó una noche en el convento que los hermanos mínimos (orden fundada por san Francisco de Paula) tenían en Nigeon, no lejos de la capital francesa; allí Marin sintió la llamada de la vida religiosa. En París estudió en el College Royale du France, prosiguiendo sus estudios en filosofía, mientras asistía a clases de teología en la Sorbona. Finalizó su formación académica en 1611, obteniendo el grado de Magister Atrium en filosofía, e ingresó el 16 de julio, a los 23 años, como novicio en la orden de mínimos, para proseguir una vida de estudio monástico.
En 1613, fue ordenado sacerdote y elegido superior del monasterio Place Royale de Paris. Comenzó entonces un periodo de su vida en el que enseño teología y filosofía en Nevers, hasta que en 1619 regresó a su monasterio de Paris, donde residió hasta su muerte. Desde el principio mantuvo una relación muy estrecha con eruditos de la talla de Etienne Pascal, Gilles de Robeval y Nicholas-Claude Fabri, con los que estudió matemáticas y música. Sus hermanos en religión, comprendiendo que sus capacidades intelectuales le orientaban hacia el estudio antes que la acción pastoral, no le exigieron más.
Sus primeros trabajos son tratados de teología. En 1623 publicó Quaestiones celeberrimae in Genesim, una obra contra la magia y la superstición que analiza exhaustivamente la presencia de los magos en los primeros seis libros de la Biblia. A propósito de este tratado conoció a Gassendi, a quién habían encomendado su análisis, y que se convirtió en uno de sus mejores amigos. Los siguientes años publicó varios libros contra el ateísmo, el deísmo, el neopirronismo y el escepticismo: L´usage de la raison y L´analyse de la vie spirituelle (en 1623), L`impieté des déistes et des plus subtils libertins découverte et refutée per raisons de théologie et de philosophie (en 1624) y La Verité des sciencies contre les sceptiques et les pyrrhoniens (en 1625). Fueron estudios apologéticos en los que refutaba las corrientes contemporáneas subjetivistas, mostrando gran erudición teológica y una firme catolicidad. Curiosamente, entre los autores que criticaba se hallaba Galileo Galilei, de cuya ortodoxia sería posteriormente uno de los principales defensores, cuando conoció mejor su obra.
Tras esta primera etapa exclusivamente teológica, Mersenne comenzó a aproximarse a la ciencia con más intensidad, sobre todo a las matemáticas, que consideraba madre de todas las demás ciencias, y creada directamente por Dios. En La verité des sciencies… probaba de hecho el valor de la mente humana como reflejo de la inteligencia divina. A partir de este momento fue creando una completa red de relaciones con muchos sabios europeos de su época por medio de la relación epistolar, y con visitas a su monasterio. Tuvo contacto regular con Peiresc, Roberval, Fermat, Galilei, Beeckman, Van Helmont, Doni, Huygens, Hobbes, Etienne Pascal y un joven Blaise Pascal.
Su labor como intercambiador de ideas entre eruditos y científicos, en una época en la que no existían revistas científicas, es considerada por algunos como su principal contribución a la ciencia, ya que ejerció de fermento, estimuló e hizo progresar los descubrimientos y avances de sus célebres corresponsales, al conectar las investigaciones y descubrimientos de las mejores cabezas de Europa. La inmensa documentación científica producto de sus correos eruditos hallada en su celda (cartas y estudios de más de 78 autores célebres en su época) quedó archivada y publicada más tarde, y se empleó como embrión de la Académie Parisiensis, la Academia de Paris que sería luz de la ciencia mundial en los siglos XVII y XVIII. De hecho, entre sus primeros miembros se le conocía familiarmente como la Académie Mersenne. Marin siempre fue consciente de su labor de conexión científica, y su aspiración fue que todos los eruditos e investigadores trabajaran juntos en pro de un más rápido avance del conocimiento.
Dos casos destacan entre todos. El primero es el de Galileo Galilei, cuyas ideas, tras estudiar su trabajo en profundidad, divulgó por Francia, y por su medio, por toda Europa. En 1634 escribió su primer libro dedicado a sus trabajos, Les Mécaniques de Galilée, en el que exponía sus resultados reproduciendo los experimentos del pisano sobre la aceleración de un cuerpo en caída y confirmando sus conclusiones. En 1639 tradujo y comentó dos obras de Galilei al francés: Nouvelles découvertes de Galilée y Nouvelles pensées de Galilée sur les mécaniques.
Sin duda, la relación que más fama le dio fue la que mantuvo con su antiguo condiscípulo René Descartes. En un momento de la vida del padre del mecanicismo en que malgastaba su tiempo y se dejaba abandonar a la disipación en Holanda, Mersenne viajó allí entre 1629 y 1630 para reponer su salud quebrantada en las aguas termales, e influyó sobre el tureno para que recondujera su vida hacia los estudios filosóficos. Fue un firme defensor de sus ideas, remitiendo una copia manuscrita de la obra cartesiana Meditations a varios de los eruditos más eminentes de París, defendiendo su ortodoxia católica frente a las críticas surgidas entre teólogos y filósofos cristianos (incluyendo a su propio amigo Gassendi, uno de los más críticos con el racionalista Descartes).
Sus primeras incursiones en el campo de las matemáticas comenzaron con la publicación en 1626 de Euclidis elementorum libri, Apollonii Pergae conica, Sereni de sectioni coni, etc. Una selección de traducciones de matemáticos de la Antigüedad, sobre todo de las teorías de Euclides, en las que se convirtió en un experto. En 1634, publicó Questions inouies ou recreations des savants y Questions theologiques, physiques, morales et mathématiques, opúsculos en los que reflexionaba sobre la ciencia y la moral. En ellos también desarrolló el concepto de cicloide (que llamaba roulette), estudiado primeramente por Nicolás de Cusa, y cuya resolución encomendó a su amigo y discípulo Roberval, anunciando en 1638 que este había logrado la fórmula que lo solucionaba.
Mersenne alcanzó su primer reconocimiento en el campo de la música. En 1634 ya publicó unas Questiones harmoniques, y en 1636 escribió Traité de l´Harmonie universelle, contenant la théorie et la pratique de la musique, que trata sobre la teoría musical y el estudio de los instrumentos. Mersenne sugirió la formula que daba la razón principal de un semitono (raíz cuadrada de raíz cuadrada de 2 dividido entre 3 menos raíz cuadrada de 2), cuyo valor asignó en 18/17. Esta razón es la que todavía se emplea en música, y en su época tenía la ventaja de poder construirse de forma directa con una escuadra y un compás. Mersenne describió la determinación de la primera frecuencia absoluta de un tono audible (84 Hz), demostrando que la razón de la frecuencia absoluta de dos cuerdas vibrantes es de 1:2, similar a la armonía percibida o consonancia de tales notas, lo cual se explicaba porque la razón de la frecuencia de oscilación del aire también era de 1:2, estableciendo la equivalencia entre las frecuencias de la fuente y el movimiento del aire. El Traité de l´harmonie universelle fue considerado el gran tratado teórico sobre la música del siglo XVII en toda Europa, rivalizando con las obras del célebre Pietro Cerone. Huygens se inspiró en esta obra para componer su Theory of Music. En la biblioteca nacional de París se conserva un manuscrito no publicado de Mersenne en el que presenta 40320 permutaciones de 8 notas. Para el sacerdote francés, la música era un instrumento práctico para hallar reglas de cálculo del número de combinaciones, que representaba por medio de anagramas.
A partir de 1640 salió de su enclaustramiento y llevó a cabo algunos viajes, aunque raros, para concer a otros eruditos. Estuvo en Italia entre los años 1640 y 1641. En 1646 viajó a Burdeos y Guyena, donde apadrinó a Pierre Trichet, famoso por publicar un tratado de instrumentos musicales notable en su época.
Su más conocida aportación a la ciencia data de esta época. En 1644 escribió Cogitata physico-matemática, donde introdujo los números primos que recibieron su nombre en reconocimiento: los números primos de Mersenne , desarrollando un pensamiento que ya había tenido Euclides antes que él. Los M son números de Mersenne cuando son una unidad menor que una potencia de dos. Publicó una lista de números primos de Mersenne con exponentes menores o iguales a 257, sin indicar como los había obtenido; su verificación matemática rigurosa tuvo que esperar al siglo XIX. Entonces se comprobó que esta lista era casi completamente correcta: en ella sobraban dos números, que eran compuestos, y había omitido tres primos de Mersenne. También conjeturó que su lista de primos M era completa y no existían números M mayores que M257, errando en esto, pues con el tiempo, y sobre todo en la era electrónica, se descubrieron números M más grandes. Actualmente se conocen 47 números primos de Mersenne. Se da la circunstancia de que, excepto periodos muy breves, los números primos más grandes descubiertos han sido siempre números primos de Mersenne.
En 1644 reeditó el Euclidis… que había escrito en su juventud, con nuevos comentarios y notas, publicándolo bajo el título latino Universae geometriae synopsis.
Sus últimos años los dedicó al estudio del barómetro. Pascal ya había probado que el aire tenía peso, y Mersenne descubrió que la densidad del aire era 1/19 la del agua. Junto a los Pascal, Petit y Roberval, pusieron en marcha en 1647 los experimentos de Puy de Dome, tratando de reproducir los estudios de Torricelli, que había conocido en su viaje a Toscana y Provenza de octubre de 1644.
Mersenne cayó enfermo tras una visita a su amigo Descartes en julio de 1648, por una infección que le provocó un absceso en el hígado. Se cuenta la anécdota de que el cirujano que le intervino no logró hallarlo, y el propio Marin le indicó que había hecho la incisión demasiado baja. Las secuelas de la fallida intervención le provocaron complicaciones que le causaron la muerte en Paris el 1 de septiembre de 1648, una semana antes de cumplir 60 años. En sus últimos momentos estuvo acompañado por su amigo Gassendi, a quién pidió que su cuerpo fuese sometido a autopsia, como última contribución a la ciencia.
Enterrado con el hábito de los mínimos, el superior del monasterio de Place Royale de Paris, le Père Mersenne, como se le conocía afectuosamente, rindió su alma, tras una vida plena en la que había luchado incansablemente para ampliar los conocimientos del genio humano, realizando descubrimientos como el cicloide, la razón principal de un semitono, la relación entre la frecuencia de dos cuerdas vibrantes y la armonía percibida, la densidad del aire, y sobre todo los números primos de Mersenne. Su aportación en la interconexión de eruditos y sabios de distintos países cambió para siempre el concepto de investigación, que sería desde entonces una labor multidisciplinar e internacional.
En un siglo agitado de avances científicos y choques entre la escolástica y el racionalismo, Mersenne es un ejemplo que objeta seriamente la tópica oposición entre ciencia e Iglesia católica. Firme apologeta de la ortodoxia católica, no dudó en difundir los descubrimientos del encausado Galileo Galilei (quién le debe el conocimiento en toda Europa de sus ideas) y de defender la validez teológica de los escritos de Descartes. En su vida, Marin Mersenne jamás halló dificultad en conciliar su fe en Dios y su pertenencia a la Iglesia con su incansable búsqueda del conocimiento natural.
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